Así que rebobinemos unos días y quedémonos a vivir en el despendole que suele acompañar a Halloween, ese día del año en el que supuestamente deberíamos disfrazarnos de cosas terroríficas pero que acaba trascendiendo el horror para entrar, directamente, en el gozoso espacio de surrealismo de “La dimensión desconocida”.
Tomemos como ejemplo un trend que hace unos días invadió las redes y que muchos usuarios aprovecharon para enseñar sus disfraces acompañados de las palabras “i hate gay halloween what do you mean you’re...” (“Odio el Gay Halloween. ¿Quieres decir que vas de…”). La primera vez que esta tendencia se filtró en mi feed de Instagram, inmediatamente pensé que sería un choteo directo de ese hábito que tenemos en la comunidad gay de disfrazarnos de cualquier cosa terrorífica pero en versión sexi y (semi)desnuda. Y, a poder ser, con un arnés. ¿Fantasma? Pero desnudo y con arnés. ¿Drácula? Pero desnudo y con arnés. ¿Trump? Pero desnudo y con arnés.
La cuestión es que, por suerte, estaba equivocado y este trend va más allá del choteo gay. La idea ha sido más bien celebrar otra de las grandes obsesiones de la comunidad LGTBIQ+: la referencia hiperespecífica a personajes y escenas de películas, artistas, actores y actrices, canciones, memes, fenómenos sociológicos e incluso momentos concretísimos de la cultura pop reciente o pretérita. Vamos, todo aquello en base a lo que construimos nuestra personalidad en esta comunidad y que incluso ha tenido ejemplos latinos patrios como “Diego Luna y Gael Garcia en y tu mamá también” o (dafuq?) “Tu jardín con enanitos de Melendi”.
Hay que reconocer, sin embargo, que nadie celebra Halloween como el mundo anglosajón. Y que es ahí precisamente donde han burbujeado propuestas tan maravillosas a memes icónicos como el de la pija del “she’s so crazzzzzzzy! Love her!!!”, la hormiga triste con la bandera lésbica, las figuras 3D que nos enseñaron cómo se transmitía la COVID o mi favorito en esta categoría: la niña de la purpurina.
Más allá del meme, eso sí, están los momentos virales que se han celebrado en disfraces como este de las limas de Dakota Johnson o este otro de la Oompa Loompa de la Willy Wonka Experience de Glasgow.
La cultura pop ha hecho acto de presencia en muestras tan sibaritas como la archiconocida muñeca Bratz en su versión más desaliñada o la escritora Anne Rice poniendo demandas a todo hijo de vecino. Aunque, por encima de la cultura pop, el cine ha sido el gran protagonista de este trend con disfraces ilustres como la Lois de “Family Guy” mirando el frasco de pastillas, Kristen Stewart acariciando a Taylor Lautner en la saga “Crepúsculo”, el lobo vestido de abuelita y el tabernero travesti de “Shrek”, las taquillas azules de “Bottoms”, todos los personajes de “El resplandor” a la vez o, cuidado, ojito que vienen curvas, la estrella de Elisabeth Sparkle en el Paseo de la Fama de “La sustancia”.
Parecía una buena noticia: “Interstella 5555. The 5tory Of The 5ecret 5tar 5ystem”, el mítico filme dirigido por el también mítico Leiji Matsumoto (responsable de “Capitán Harlock”, entre muchos otros mangas) con el que los igual de míticos Daft Punk presentaron su mitiquísimo álbum “Discovery”, volverá a los cines el próximo 12 de diciembre en una única sesión especial en múltiples salas alrededor del mundo. La primera reacción es, obviamente, aplaudir como los propios robots humanoides en los Grammy. La segunda es desear haber entrenado un poquito más en tu vida para conseguir alguno de las entradas que seguro que van a volar.
Aun así, después ves el tráiler y empiezas a sospechar que algo no funciona, que algo va mal. Porque resulta que la remasterización que se ha anunciado es, fundamentalmente, un reescalado de la película original realizado enteramente con Inteligencia Artificial. Y es que la cosa pinta mal. Muy pero que muy mal. Inevitable entonces que se te baje el calentón… Así que, bueno, en conclusión, mi propuesta ante este gran bluf es que no llamemos al reestreno por su nombre original, sino como “AInterstella 5555”. Que le pega más.
El mundo está jodido, vale, pero nadie nos quitará la esperanza siempre que sigan existiendo seres humanos maravillosos que se embarquen en aventuras tan fascinantes como la organización de un concurso de imitadores de Timothée Chalamet. El ganador fue este chaval vestido de Willy Wonka y, ¡sorpresa!, el perdedor fue el mismo organizador del evento, que acabó volviéndose a casa con una multa de 500$.
Lo que nadie esperaba, sin embargo, era que el propio Timothée Chalamet apareciera en un concurso de imitadores de Timothée Chalamet, tal y como inmortalizaron el propio organizador , los medios habituales o el público asistente.
El resultado fue un momento tan surrealista que las redes no han podido evitar obsesionarse con él por la vía del meme, tal y como atestiguan homenajes como este clip de “Dune” que encapsula a la perfección lo que debió sentir Tim entrando en el concurso, este otro que imagina al actor durmiendo el día anterior al evento o este que propone a Timuoxi Cha Le Mei como ganador honorífico.
Los que lo han bordado, eso sí, son el trauma infantil que recrea este tuit y, por encima de todas las cosas, la recuperación del icónico momentazo de Gainsbourg llorando ante el coro de niños imitadores de Gainsbourg. La historia se repite. Una y otra vez. (Y nunca creí que este punto y final para el concurso de imitadores de Timothée Chalamet pudiera servir también para la actualidad mundial. Pero así ha sido). ∎