Y, ahora que ya ha quedado claro qué es exactamente un onvre, te doy la bienvenida al mundo de los Onvres G.
Porque resulta que, hace unos días, Hombres G ofrecieron una entrevista en ‘Público’ en la que dejaron caer perlas del tamaño de “Nos están cohibiendo la libertad de expresión y de pensamiento (…). Esto está hecho a drede. Es una dictadura que está invadiendo el puto planeta” o “Todo el mundo decía lo que le salía de los huevos sin tener que pensar si he ofendido a un gay, a un hetero, a una vaca o una gallina. Viene de una ideología determinada que está invadiendo el puto planeta”. Como no podía ser de otra forma, lo que los autores de temas como “Devuélveme a mi chica” pensaban que iba a ser un celebrado Hombres G vs La Dictadura de lo Woke se ha convertido más bien en un triste Onvres G vs Cualquier Persona que Viva en el Año 2024 y No en los Tiempos de Franco.
Total, que los señoros en cuestión lanzaron el guante, las redes sociales lo recogieron… y lo han devuelto. Dicho de otra forma: los tuiteros y tiktokeros han tardado cero coma en hacer leña del árbol caído de los Onvres G con acciones tan dispares como imaginar qué ocurre cuando le pides a Alexa que ponga la discografía de la banda o cambiar sus letras originales para que David Summers cante “Salgo llorando en televisión. Todo es woke a mi alrededor. Por lo progre me siento invadido, por ser hombre cis blanco hetero normativo. Así es imposible crear, en los 80 sí había libertad. Ahora se ofenden los maricas. Para componer quiero pisar a minorías”. Los hay quien han preferido tirar de memoria histórica para dejar claro que “Vosotros sois muy jóvenes, pero cuando triunfaban Hombres G, la mayoría de las personas normales pensaban que eran unos pijos gilipollas de mierda” o para puntualizar que lo que les jode a estos onvres es no seguir haciendo películas en las que afirmar todo serios que le “harían un favor” a una niña de 14 años.
¿Conclusión? Que ya hay quien está pidiendo una dictadura que prohíba a los Hombres G… Y, sobre todo, que el común de los mortales se ha acabado dando cuenta de que la G de Hombres G es de Gilipollas.
Hace algunas semanas que esta misma sección puso sobre la mesa el hecho de que, ahora y de repente, Beyoncé es country. Al fin y al cabo, el anuncio de su nuevo disco vino acompañado de dos singles (“TEXAS HOLD’EM” y “16 CARRIAGES”) que hacían intuir un cambio de sonido que acabó confirmando el título de este nuevo trabajo que se lanzará el próximo 29 de marzo: “COWBOY CARTER”.
Pues Queen B dice que no nos vengamos arriba con el rollo country, y estos días se ha dedicado a puntualizar que “THIS AIN’T A COUNTRY ALBUM. THIS IS A ‘BEYONCÉ’ ALBUM”. Estas son las palabras que se han visto proyectadas de forma mesiánica sobre la fachada del Gugghenheim en Nueva York y que las redes ya se han apropiado para hacer crecer un poquito más el hype en torno a este lanzamiento. Al fin y al cabo, hay material para un buen rato de hype. Por ejemplo: estos días se ha publicado la portada del disco en cuestión, que también se ha visto proyectada en otros lugares de la Gran Manzana. Esta acción ha llevado a algunos fans a imaginar la campaña de promo de “COWBOY CARTER”, y lo cierto es que no pinta nada mal.
Lo que no se le escapa absolutamente a nadie es la continuidad existente entre la portada de este nuevo trabajo y el que ahora se ha rebautizado como “act i: Renaissance”: de un gorro y un caballo cubiertos de espejos a dos mucho más tradicionales en la estética country. Precisamente el mencionado caballo se ha convertido en un protagonista inesperado de los últimos días, algo que, de hecho, necesita un poco de contexto para ser entendido. Y es que la Beyhive (que así se conoce precisamente a la colmena de fans de Beyoncé) bautizó al caballo con lentejuelas como Reneigh, nombre que viene de “Renaissance”, claro. Así que ahora les ha dado por imaginarse a Reneigh un poco molesto con ese otro caballo de la portada de “COWBOY CARTER” mientras la Beyhive hace apuestas sobre el nombre del nuevo equino y se debate entre Cuntreigh o Chardonneigh.
Lo más divertido es que, como es habitual, la publicación de la portada de “COWBOY CARTER” ha venido acompañada de un buen puñado de variaciones propuestas por redes sociales, tal y como esta que parece el anuncio de un bar de carretera, esta que copia a “Renaissance” pero con una gallina de espejos, esta que recuerda a un cuadro hiperrealista, esta otra que juega a otro tipo de hiperrealismo o, claro, las mil variaciones con las banderas de diferentes países del mundo. Por cierto, que la misma Beyoncé también ha hecho pública la portada de la edición especial de su nuevo álbum, y vendrá con referencia a la Estatua de la Libertad y reivindicación del apellido francés de su madre. Y, aunque esta segunda portada también ha tenido interesantes variaciones, prefiero quedarme con la certeza de que Rosalía ya hizo “COWBOY CARTER” antes que Queen B.
Pequeño acuse de recibo final sobre una de esas noticias que, cuando llegan a redes sociales, se convierten en algo totalmente desproporcionado. Porque resulta que Pablo Iglesias se ha juntado con otros socios para abrir la Taberna Garibaldi en el barrio de Lavapiés (Madrid). El objetivo, claro está, es celebrar el popular formato de taberna en una versión que mezcle el comunismo con la mirada irónica… Pero, como España es España, antes de abrir sus puertas, el lugar ya había sido vandalizado con pintadas.
Y, como España es España, Twitter / X se ha visto inundado por publicaciones del facherío habitual diciendo que si los precios son altos, que si no va nadie, que si esto va a ser un desastre… Un puñetero aburrimiento nacido de la falta de imaginación del tuitero fachita medio que, sin embargo, sí que ha tenido algún que otro destello de genialidad como este vídeo o este otro que imagina a Chicote llegando al local de aquí a un par de meses. Total, que mientras los aficionados a la rojigualda buscan alternativas a la Taberna Garibaldi, que ya tiene oficialmente a su primera vecina pesada, los simpatizantes de Iglesias prefieran celebrar aciertos como “La Mesa de Pepa Flores” o el éxito de público del local. Mucho más apetecible que el Asador Guadalmina, la verdad. ∎