Amaia: Mi padre era muy fan de The Beatles. Había vinilos por casa, tampoco muchos, pero me los sabía de memoria, hacía bailes, me imaginaba tocando en un grupo. Luego es cierto que llegó Nirvana también, aunque no conocía aún a Iñaki, pero tenemos cosas en común. De muy pequeña, cuando Kurt Cobain estaba vivo todavía, me compré mi primera cinta de casete, un directo de Nirvana. ¡Es que pensaba que si un día conocía a Kurt Cobain le iba a caer superbien! Llegué a soñar que me liaba con él, ¡pero fue un sueño de esos vividos! Había algo de misterio en esa gente que hacía música que me emocionaba y que, sin conocerla, me cantaban cosas a mí, que me hacían emocionarme. Pensaba que esa gente me conocía, que había algo que nos unía y nos conectaba. Ahora me pasa, hay gente que viene a decirme que esta canción de Kokoshca… y pienso que igual yo he conseguido hacer algo así. Entiendo que te enamores de alguien que no conoces, ese fenómeno fan, porque al final te conecta tanto con emociones y cosas que parece que conoces a esa persona. Y no, no la conoces, pero sí es cierto que hay algo que os emociona igual. Sigo siendo muy fan de Nirvana, me sigo poniendo discos, viendo fotos, leyendo entrevistas. Sigo pensando que Kurt Cobain era el hombre más guapo del mundo, interesante.
Amaia: Y estéticamente. Todavía ahora está Inditex lleno de looks que podrían ser de él. No para de influenciar.
Iñaki: Ahora que hablamos de él me da pena, porque es una especie de Jesucristo. El tío sensible de Aberdeen, un pueblo de ochenta mil habitantes, llega al
mainstream absoluto siendo superhonesto y fiel y se acaba pegando un tiro porque no soporta esa mierda. Pero al final es como un redentor.