Tan solo tengo dos preocupaciones ahora mismo. La primera de ellas es que quedan tres años para la siguiente Eurocopa, llevo nostálgico desde las semifinales ante el inminente final que se veía en el horizonte, y la segunda es que bien entrada la madrugada, mientras escribo esta crónica, no tengo cerveza fría en el frigorífico. El verano aprieta pero no ahoga, mientras tanto seguiremos soñando entre las sábanas que vivimos rodeados de Chiellini y Bonucci para afrontar nuestro día a día, entre épicas acciones defensivas y con el liderazgo de quienes saben que el destino les sonríe y que estará de su lado. ¿Nos hemos divertido durante este último mes? Lo hemos hecho como nunca ante un contexto que precisamente no nos favorecía, entre noticias dramáticas diarias y mascarillas estas 24 selecciones nos han hecho evadirnos de la realidad tal y como lo puede hacer un buen relato, el sonido de un gran disco o la intriga de una serie. ¿Cómo hemos llegado aquí? No tengo respuestas para todo, aunque así lo pretenda, tan solo quiero volver al sofá a dejarme llevar entre ocho prórrogas y cuatro tandas de penaltis, que sea el balón quien juzgue el destino y no todo lo que gira sin cesar a su alrededor. ∎