Considerada pionera de la música electrónica norteamericana, Spiegel decidió desvincularse de una escena concreta neoyorquina a principios de los ochenta, porque sentía que se valoraba más el producto final que la virtud de la creación. Ni fue la primera ni será la última en sentir la llamada de crear música sin aspiraciones comerciales.
Solventando sus gastos con sus trabajos como diseñadora de software para los laboratorios Bell, entre otros, en sus ratos libres se dedicó a componer un tipo de música ambiental que no siempre renunciaba a la melodía, a diferencia de otras pioneras como Daphne Oram, Éliane Radigue o Pauline Oliveros, con las que comparte protagonismo en el documental “Sisters With Transistors” (Lisa Rovner, 2020). Lo que suena en “The Expanding Universe”, una especie de compilación de sus composiciones de mediados de los 70 cuya reedición a cargo del sello Unseen Worlds de 2012 incluía unos valiosos 100 minutos añadidos de esa época en la que semejantes experimentos se realizaban con la tecnología de un sistema llamado GROOVE –creado por ingenieros de los mismos laboratorios donde ella trabajaba–, fue tan asombroso en su momento que el mismísimo Carl Sagan eligió su versión computerizada del tratado “La armonía de los mundos” (1619), de Johannes Kepler, para enviarla al espacio a bordo de las naves Voyager de la NASA, por si E.T. se la encontraba y pudiese oír un cachito de la historia de nuestro planeta. Más de cuatro décadas después, sigue asombrando por lo contemporáneo que suena, capaz de estar en cualquier playlist del sello Warp sin delatar que se hizo mucho antes de que Autechre se fundara para crear instalaciones sonoras.
Spiegel posee una de esas mentes superdotadas que logró desarrollar numerosos algoritmos y programas de creación musical para ordenadores, como el Music Mouse de 1986. Su falta de entusiasmo por participar en la explotativa industria musical nos deja con pocas referencias discográficas a su nombre fáciles de obtener, pero con las dos horas y treinta y seis minutos de este magnífico “álbum de debut”, que viene en triple vinilo en la reedición 2019 de Unseen Worlds, uno tiene de sobra para introducirse en su propuesta interestelar. Es de esos discos para llevarse a otro planeta, como un astronauta abandonado en Marte, cuando sobra tiempo y tener tantas horas para ponderar la existencia se te puede volver en contra. La manera que tiene Spiegel de generar colores y rutas invisibles en el firmamento durante más de 14 minutos en “East River Down” debería venir como recomendación del Ministerio de Sanidad a modo de antídoto para la ansiedad.
Lo que Spiegel era capaz de crear programando música con ordenadores, el fallecido viticultor Stefano Bellotti (1959-2018) lo hacía con viñas. Conocido en Italia como uno de los padres de la viticultura biodinámica, él también usaba las estrellas como guía para cultivar sus viñedos y producir sublimes vinos bajo el sello Cascina degli Ulivi. Probé dos de sus referencias por primera vez en una feria llamada Vella Terra, en la Estació del Nord de Barcelona. Su puesto era el que más entusiastas congregaba a su alrededor. Lo poco que sé de este método de viticultura es que es muy ancestral y que para obtener el certificado se tiene que haber elaborado el vino sin uso de maquinaria industrial ni pesticidas químicos. Hay una parte mística que incluye la plantación de un cuerno de vaca, y una parte astral que guía el proceso de cultivo según un calendario específico astrológico. Normalmente, en las ferias de vinos donde los profesionales van a catar hay cubos en los que se puede escupir tras saborear el producto. En el puesto de Cascina pocos escupían. Se hacía difícil no tragar un líquido que tanto cuesta cosechar y elaborar. Por no decir que estaba riquísimo. Como Laurie, Stefano no parecía ansioso por vender muchas unidades. Por su mirada, parecía interesarle compartir.
Cuando uno clava la aguja en uno de los tres discos que suma la edición física de “The Expanding Universe”, con una copa recién servida de “Filagnotti”, vinificado con levaduras autóctonas y criado quince meses en fudres de acacia, se encuentra levitando hacia el cosmos. Es prácticamente un viaje liberador que no requiere cohete. Me pregunto cuánto tardarán las tiendas de productos para el hogar en incorporar botellas de vino.
Se puede vivir con alegrías en este planeta siendo una unidad de producción, como lo son los escarabajos que trabajan libremente en viñedos como los de Cascina degli Ulivi, entre Piamonte y Liguria, en armonía con las hormigas y las abejas. Su labor es tan importante como la hija de Stefano, que decide el momento de embotellar lo que han cosechado ese año. Y por muy imprevisible que sea el clima y todos los variantes de la naturaleza que hacen complejo este método de vinificación, cuando la base y los principios para crear son tan sólidos como los de Bellotti o Spiegel, uno se encuentra con que ha metido en su hogar nada más que placer terrestre, velas aromáticas y sábanas suaves. ∎