En fin, muchos años, mucha tela que cortar, muchos descubrimientos, muchas apuestas de riesgo, muchas meteduras de pata, muchos enfoques variopintos, muchas polémicas (no) buscadas y, claro, muchas listas potencialmente comentables más allá del radio de acción de la propia revista. Y ofreciendo todo ello, además, con tenacidad y voluntarismo, el que siempre han aportado sus múltiples y diversos colaboradores, sobrados de personalidad y conocimiento específico. Porque la columna vertebral de Rockdelux, renovándose constantemente, se ha nutrido siempre de personas culturalmente inquietas que han disfrutado explicándose y comprometiéndose con una idea artística alejada de lo trivial o de lo evidente, aunque sin renegar, por decreto, de lo comercial. Porque, siendo lo más prioritario en nuestros contenidos, no solo de lo underground o alternativo ha vivido Rockdelux. Aunque es una evidencia palmaria que en esos ámbitos ocultos, o menos reconocidos a nivel generalista, es donde suele producirse la chispa de la que surge lo más interesante (por lo menos en su origen), no todo lo comercial o mayoritario ha sido ignorado en Rockdelux, como bien saben nuestros lectores: desde valorar a Madonna o Pet Shop Boys o Beyoncé cuando eran tomados por horteras por los listos rockeros de turno hasta encumbrar a Rosalía ya con su primer disco flamenco antes de cualquier moda universal. Y hemos apostado por esas “cosillas menores” a la vez que promovíamos el primer concierto de Sonic Youth en España en 1988: pagaron 420 personas; se cubría con 400 (ojo, también estrenamos en directo por aquí a The Wedding Present). O dedicábamos una portada y un informe al hip hop en ¡1987! (Run DMC: el rugido del gueto) y otra a Missy Elliott en 2003, y entronizábamos a Public Enemy, Kanye West o Kendrick Lamar (la tríada imbatible). O aplaudíamos las carreras de Surfin’ Bichos, Los Bichos, Aventuras de Kirlian o Cancer Moon, la protogeneración perdida. O auspiciábamos a indies indiscutibles como Los Planetas, Sr. Chinarro, El Niño Gusano, Los Punsetes, Triángulo de Amor Bizarro o Pony Bravo. O elogiábamos a Swans, Fugazi, Low, Aphex Twin, Burial, Stromae, Daniel Darc, Hidrogenesse, El Guincho, Za!, Yung Beef o Niño de Elche. O ensalzábamos a Salif Keita, Youssou N’Dour y Ray Lema (la santísima trinidad africana); también a Ali Farka Touré, claro. O nos atrevíamos con un portada sobre el reguetón mientras adorábamos desde hacía tiempo a Tego Calderón. O sintonizábamos a Negu Gorriak y Lisabö tanto como ahora admiramos a Ralphie Choo o nusar300 o Maestro Espada. O incorporábamos el flamenco (el nuevo y el de Morente) en nuestras páginas cuando nadie en la prensa rock lo hacía. O exaltábamos a Nacho Vegas, Anari, Juli Bustamante o Xavier Baró. O mezclábamos a Prince con Tom Waits, o a Nick Cave con Björk, tal como después hicimos con Frank Ocean y Lana Del Rey, y ahora hacemos con Alcalá Norte y Charli XCX. O rendíamos pleitesía a John Peel en su muerte; así como a Bowie, Prince y Cohen, en el año de desgracia de 2016, con sendos especiales mortuorios (que también tuvieron Lou Reed, Chuck Berry, Mark E. Smith, Aretha Franklin y Scott Walker en sus decesos:
respect!). O poníamos en portada a Woody Guthrie, a la serie “Mad Men”, al fenómeno Spotify o a Morrissey en tres cubiertas diferentes, cada una de un color. O lanzábamos CDs gratuitos acompañando la revista cuando eso era una novedad en nuestros quioscos (cuando todavía había quioscos). O nos inventábamos otras publicaciones complementarias y alternativas como la trimestral Factory y la anual Dancedelux. O ampliábamos las páginas hasta 200 o más en los números con lo mejor del siglo XX y de las dos primeras décadas del siglo XXI, convirtiendo esos especiales en objetos de culto y, sobre todo, de consulta. O dirigíamos el festival BAM (y hacíamos debutar en España a Lambchop, Tindersticks, The Magnetic Fields, Belle And Sebastian, Beth Orton, Mark Eitzel, Moonshake, Lois…). O procurábamos un listado de grupos posibles a las primeras ediciones del Primavera Sound como asesores (y sensores) artísticos. O etc., etc., etc., etc., etc. Sí, es cierto, desgraciadamente no tenemos abuela (murió envenenada).