Recuerdos desde el lado salvaje. Foto: David Mars
Recuerdos desde el lado salvaje. Foto: David Mars

Entrevista

Alejo Stivel: “La música me salvó de hacer endodoncias”

Carismático líder escénico de los revolucionarios Tequila, productor de superéxitos en nuestro ámbito mainstream y ahora, también, escritor. Alejo Stivel hace recuento autobiográfico en un volumen de lectura ágil rico en anecdotario y detalles.

Cuando un Alejo Stivel adolescente llega a Madrid en 1977, huyendo de la dictadura militar argentina, no podría imaginar ni por asomo que se convertiría poco después, y al frente del grupo Tequila, en destacado protagonista de la banda sonora de la llamada transición democrática española tras el final de la dictadura de Franco. Tampoco que sin haber cumplido los 25, era ya una rockstar en decadencia. La vida de Alejo suma varias supervivencias, contadas ahora en su autobiografía “Yo debería estar muerto” (Espasa, 2024).

Alejo acaba de cumplir los 65 y, aunque hayan pasado más de cuatro décadas del éxito de Tequila, grupo que fundó junto a otro argentino exiliado, Ariel Rot, conserva aún vivos aquellos momentos únicos en los que su rock’n’roll fresco y desenfrenado convivió con el fenómeno fan en un país que despertaba a la diversión y la libertad. Hace mucho que el tiempo le arrebató la melena, pero no una mirada traviesa que dice mucho del que fue y del que queda. Nos citamos en la terraza de un céntrico hotel bilbaíno para comentar algunas cosas de su obra y milagros, expuestas ahora para todo interesado.

Un hombre cabal. Foto: David Mars
Un hombre cabal. Foto: David Mars

Cuatrocientos mil kilómetros en furgoneta, dos pisos por la nariz, treinta mil noches de marcha hasta el amanecer... ¿Se puede resumir una vida en cifras?

No es mi única identificación, es una más de las múltiples personalidades. Soy un esquizofrénico absoluto, todos tenemos muchas personalidades dependiendo del entorno y del momento, pero sin duda que esas cifras representan algo de mí... Hay más cifras por ahí... je, je.

Dices que te cuesta recordar. ¿Es la desmemoria la mejor vacuna para no caer en la nostalgia?

Tienes razón, soy una persona nostálgica, pero eso podría ser gravísimo, si no fuera porque tengo poca memoria. Has dado en el clavo. Esa falta de memoria muchas veces es una defensa para poder seguir viviendo sin entrar en un estado de nostalgia grave, porque para seguir adelante hay que poder limpiar el disco duro. Se me borran muchos recuerdos y cosas, algunas necesarias, pero sin duda es una defensa, sí.

El rock’n’roll mata y sana. ¿Tu vida habría sido muy distinta sin él?

Totalmente. No me la puedo imaginar, no la concibo sin la música. Tengo mucha simpatía por mis dentistas, pero siempre me pregunto y les pregunto a ellos incluso: “¿Cómo puede ser que te pases diez horas todos los días hurgando en la boca de la gente?”. Para mí eso es ser un auténtico marciano, de otro planeta, me queda tan lejos que no lo puedo entender. Evidentemente no podría haber sido odontólogo, ni ingeniero, ni siquiera arquitecto, que tiene algo de creativo, pero ¿qué puede tener de creativo hacer una endodoncia? Por suerte descubrí la música, me salvó de hacer endodoncias.

Hijo único con seis hermanos y dos padres. ¿Echaste de menos en algún momento tener una familia convencional?

Absolutamente. La canción “Yo quiero ser normal” se me ocurrió porque siempre me sentí un disfuncional y recordaba que de pequeño iba a jugar a casa de un amiguito del cole y siempre quería quedarme a dormir, porque sentía que iba a una casa de una familia muy normal, como diría la Familia Addams, que en Argentina se llamaba “Los locos Addams”. “Mr. Jones”, de Charly García, también lo dice. Me fascinaba, para mí era algo exótico, pero, claro, después volvía a mi casa y era mucho más divertido.

Tu ideal sumaba política y rock, pósteres y carteles políticos de Rolling Stones, Led Zeppelin, Montoneros, Perón y Evita. ¿Fue la fiesta evasiva de Tequila consecuencia de la politización anterior o influyó más el momento social de la España de finales de los setenta? De hecho, conociste a Ariel en un concierto de Paco Ibáñez, pero nunca seguisteis esa línea.

Todo eso que digo de los pósteres y la mezcla política y rock era antes del exilio, de alguna manera esa experiencia fue tan trágica y devastadora que dije “lo mejor que puedo hacer es algo para que la gente lo pase bien y olvidar”. Y coincidió con el momento en que en España había también mucha gente que después de la dictadura quería eso. Pero siempre tuve la política dentro de mi cabeza, posiciones bastante claras, y de hecho he actuado muchas veces para apoyar causas o hechos políticos.

“Creo que terminé un poco quemado, saturado de toda la etapa Tequila, que fue muy intensa. Necesitaba descomprimir, airearme un poco, y eso que podía haber durado unos pocos meses se extendió y ya no sabía cómo cortarlo. Entré en una dinámica de inactividad y displicencia: salir todas las noches, ponerme hasta el culo, dormir todo el día”

Llegas a una España que no parece Europa, en un tránsito del gris al color, con el miedo en el cuerpo aún. ¿Te costó adaptarte?

A la gente que viene ahora siempre le digo “mínimo un año de pasarlo mal, de no sentirte adaptado, de echar de menos, de no encajar”. Yo tuve la suerte de que apareció el proyecto de Tequila y fue un regalo del universo para que me adaptara rápidamente cien por cien a esta sociedad. Tanto es así que ocupamos un sitio casi histórico, pusimos banda sonora a un momento como la transición. Ya solo haber sido espectador hubiese sido maravilloso, pero encima fuimos casi protagonistas; o colaboradores necesarios, como se dice en los juicios. En un abrir y cerrar de ojos pertenecía a España ya.

“Y aunque volví, en realidad nunca volví”. Contrasta con esa idea que tenemos de los argentinos, que no dejan de serlo y nunca pierden el acento.

No digo que dejé de ser argentino. Soy el anti Facundo Cabral, porque yo soy de aquí y soy de allí. A lo que me refiero es que cuando volví era un país que ya no era el mismo. Me fui de un lugar al cual no volví porque desapareció. No solo por los desaparecidos; los años de dictadura cambiaron mucho la mentalidad de la gente.

La heroína para frenar mi cerebro, superrelajado, mi lobotomía diaria, hasta sin consumirla te hacía efecto, tenerla en el bolsillo”. ¿Cambiarías ese capítulo?

Es lo que me trajo hasta aquí. En lugar de gastarme dos pisos podía haberme gastado uno y comprarme otro, pero es como fue la vida y todo lo que viví cuenta, aunque solo sea para escribir un libro.

¿Por qué no continuaste carrera en solitario? ¿Quizá porque nunca pensaste en ser cantante? ¿No añoraste la fama, no tuviste ofertas?

No lo sé. No necesitaba ofertas porque si hubiese querido grabar un disco cualquier compañía me lo habría grabado, pero la verdad que no lo sé. Creo que terminé un poco quemado, saturado de toda la etapa Tequila, que fue muy intensa. Necesitaba descomprimir, airearme un poco, y eso que podía haber durado unos pocos meses se extendió y ya no sabía cómo cortarlo. Entré en una dinámica de inactividad y displicencia: salir todas las noches, ponerme hasta el culo, dormir todo el día. Me enganché a eso y no podía salir, estuve como dos o tres años, los que yo llamo los dark years. Le puse ese nombre porque así me sentía, como si fuera la biografía de Lou Reed, Bob Dylan o un artista de estos buenos de verdad, que siempre tienen un momento así en su biografía.

Recordando sin ira. Foto: David Mars
Recordando sin ira. Foto: David Mars

Tequila muere por sobredosis de Tequila...

Sí, exactamente.

Vendiendo millones de discos, casi les debíais dinero vosotros a Zafiro. La gran estafa de la venta de discos. ¿Son más rentables y duraderos los derechos digitales? ¿La industria está ahora mejor o peor?

La industria puede que esté mejor, que se reconozca un poco más los porcentajes a los artistas, pero se venden muchos menos discos. Creo que se han creado como dos clases. Una alta, que es la de los que tienen millones de reproducciones. Antes vender diez millones ya era una locura y ahora Taylor Swift tiene trescientos millones de seguidores. Ha cambiado el paradigma, no se puede comparar, pero quedó esa clase alta. Y luego, los recintos de bares pequeños. Y la clase media es muy escasa.

También producir te llega sin pretenderlo, cuando Nacho Cano te propone trabajar en su estudio de jingles y entras en el mundo de la publicidad.

Nunca había pensado en ser productor. Él me propone entrar a hacer jingles y eso me dio una escuela, autodidacta, porque nunca vi trabajar a un productor. Después de hacer cientos de jingles, me harté de la publicidad y empecé a producir discos sin saber cómo se hacía. No hice ningún curso ni nada.

“Escribir esto ha sido un acto tan íntimo que estaba totalmente desconectado del receptor. Te olvidas de que luego lo va a leer la gente, estás en ese túnel del tiempo y sueltas ahí todo lo que se te va ocurriendo sin pensar. Pero, claro, con las drogas y el rock hablo de mí; si tengo que hablar de otra persona, ya tengo una responsabilidad”

Phil Manzanera dice en sus memorias que ganó más dinero con un sampleado de Kanye West y Jay-Z de un riff suyo que en todas sus etapas con Roxy Music. ¿Cuál es tu caso?

La época que más dinero gané fue con los jingles de publicidad, mucho más que con Tequila. Primero, porque el mercado todavía no era... Por la venta de discos te llegaba poca pasta, los cachés de las actuaciones no eran altos, hacíamos 120 conciertos al año pero a unos cachés que no eran los que vinieron después. Y también gastábamos mucho, no quedaba nada.

En el libro hay rock’n’roll y hay droga, pero no hay sexo, y solo citas a dos amores. ¿Te ha podido el pudor?

No es tanto el pudor, que soy bastante pudoroso. Escribir esto ha sido un acto tan íntimo que estaba totalmente desconectado del receptor. Te olvidas de que luego lo va a leer la gente, estás en ese túnel del tiempo y sueltas ahí todo lo que se te va ocurriendo sin pensar. Pero, claro, con las drogas y el rock hablo de mí; si tengo que hablar de otra persona, ya tengo una responsabilidad y debería pedir permiso, y tampoco es cuestión. Me pareció más elegante nombrar al primer amor y al último. Al último le pedí permiso, y al primero no puedo porque está muerta, lamentablemente, pero sé que me lo hubiera dado y no conté nada que le pudiera comprometer. Preferí dejarlo así antes que nombrar gente a la que no sé si le haría gracia.

Has cumplido ya los 65. ¿Tienes proyectos y propósitos de futuro?

Jo, tengo decenas de proyectos, acabo de producir un disco de Rosa León, a quien insistí durante años para que volviese a cantar y finalmente la convencí. Un disco de duetos donde participan Serrat, Sabina, Victor Manuel, Ana Belén, Miguel Ríos, Silvio Rodríguez, El Kanka, Rozalén, Andrés Suaréz... Y tengo mi programa de radio, que lo paso muy bien con él, ‘Música para animales’. Voy a hacer una gira por salas el último trimestre del año, algo que nunca había hecho. Y después tengo muchos proyectos en preparación donde mezclo la música con otras cosas. ∎

Superviviente en serie

“Yo debería estar muerto”
(Espasa, 2024)

Como una canción de Tequila, “Yo debería estar muerto” es un repaso más bien corto y rítmico a la vida de Alejo Stivel, que se devora en dos patadas. Hay una primera parte centrada en una infancia y adolescencia argentina de lo más atractiva; con una madre actriz, un padre biológico tan brillante como ausente, un segundo padre poeta revolucionario y una casa por donde lo mismo entraba a desayunar Julio Cortázar que a cenar Federico Luppi. Pero también un principio de tuberculosis a los 5 años, primer aviso para Alejo sobre una supervivencia en serie. Después vino el golpe militar y la dictadura, esa cosa funesta que permite que en cualquier momento te puedan secuestrar, torturar y asesinar; así, por las buenas.

La salida de Alejo, apenas cumplidos los 17, fue el exilio. Una escapada oceánica que desemboca en una España que comienza su particular salida a 40 años de otra dictadura trágica. Momento idóneo, sitio propicio, para dar vida a un grupo juvenil de rock’n’roll directo y colorido que lo convierten en el frontman de moda, justo entre el pasado rock mesetario o sinfónico y la futura nueva ola punk. Y ahí se confirma otra supervivencia, esta vez a un éxito furibundo, alrededor de los fogosos 20 años, que ocupa la segunda parte de la narración, en la que incluso casi se convierte en chico Almodóvar.

En la tercera y última parte, Stivel va desgranando distintos momentos, reflexiones o personajes que forman parte de su existencia. Desde los años oscuros y displicentes de juergas y jeringas a sus exitosas producciones para Joaquín Sabina –suya fue la idea de acentuar su voz aguardentosa– o M Clan, la no-paternidad o su amor por los coches, Charly García o los Rolling Stones (a los que dice haber visto 37 veces en 15 ciudades). También otras anécdotas con vitola de peligro, como un encuentro con Mike Tyson en pleno enfado o un único grado de separación con el famoso narcotraficante Pablo Escobar. Esas cosas se tienen que contar. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados