El dúo Amaral llevó su música a los campamentos de refugiados saharauis en Argelia, para clausurar la XVII edición del FiSahara. Los acompañamos en esta experiencia, que les ha permitido conocer de primera mano la compleja realidad cotidiana de las miles de personas que habitan dichas tierras.
En la noche de la hamada argelina, en uno de los parajes más inhóspitos del planeta, en mitad del desierto del Sáhara, bajo un cielo oscuro casi de luna nueva, una joven saharaui envuelta en su melfa creyó entender que el dúo que estaba cantando en directo sobre un precario escenario decía en el estribillo de la canción algo así como “bares igual que tú”. A su lado, otra joven vestida igual, entendía otra cosa: “Creo que dice madres igual que tú”.
Cuando al día siguiente le contaron la anécdota a Eva Amaral, sonrió divertida, pero también en su rostro se reflejó cierta emoción. Ella y Juan Aguirre forman el dúo Amaral desde finales de los 90. Habían tocado esa noche del sábado 15 de octubre en la gala de clausura del FiSahara, el Festival Internacional de Cine del Sáhara, que celebró su decimoséptima edición en la wilaya de Auserd, uno de los cinco grandes campamentos de población refugiada saharaui.
En realidad, el estribillo decía “Mares igual que tú”, como otra joven saharaui se apresuró a corregir a sus dos amigas, y titula una de las canciones más célebres del veterano dúo. El concierto de Amaral puso fin al festival de cine, pero también a una intensa semana de experiencias y emociones de Juan y Eva conviviendo con los refugiados saharauis y conociendo con ellos su angustiosa realidad.
Durante varios días antes del concierto, intentaron entender cómo se vive siendo refugiado. Prepararon a conciencia el repertorio con el que iban a cerrar el festival y que justificaba su presencia esos días en los campamentos. “Creo que todas las canciones que escogimos conectaron de manera inmediata con el público saharaui. Muchas de ellas hablan de búsqueda vital, de huida y de libertad”, comentaba Eva al día siguiente cuando le contaron la divertida confusión de bares y madres por mares. “La conexión se estableció desde la primera canción porque ellas estaban muy interesadas en lo que narraba nuestra música”.
Para Juan, fue muy especial tocar “Ruido” y “Mares igual que tú” “por el componente rítmico de ambas canciones; ‘Ruido’ fue la primera canción que sonó y la respuesta fue inmediata y muy emocionante. En el caso de ‘Mares igual que tú’, lo especial fue tocarla junto a la percusionista saharaui Bacca Embarek”.
Efectivamente, Embarek los acompañó esa noche en esa canción, pero también lo hicieron a los coros la actriz Itziar Ituño –mundialmente célebre por su personaje de Lisboa en la exitosa serie “La casa de papel” (Álex Pina, 2017-2021)– y Amanda, también cantante y actriz, además de pareja de Juan.
En los campamentos no hay hoteles ni pensiones, así que los artistas, cineastas, periodistas y público que acuden al festival en el mismo chárter de ida y vuelta conviven durante varios días y sus noches en jaimas o casitas de adobe con familias saharauis. Juan y Eva se juntaron en la jaima con Amanda, Itziar, el actor Willy Toledo y el que firma este reportaje. Seis personas bien distintas conviviendo y compartiendo –en una suerte de Gran Hermano sin cámaras escondidas, en un mismo habitáculo– ronquidos y mantas, desayunos, comidas, cenas y una pequeña estancia para el aseo. Y entre medias, infinitos rituales de té saharaui y largas horas de conversación, muchas veces banal y otras más profunda.
Por las noches, las sesiones de cine bajo la espectacular bóveda celeste del Sáhara, esos días semioscura por el fin de la luna llena y enfilando hacia la luna nueva. Y durante el día, conferencias, debates, exposiciones y encuentros con la cultura saharaui, cuyos representantes lo dan todo para mostrarla durante el festival a sus visitantes ocasionales.
A Juan le cautivó de la música saharaui su “carácter hipnótico fascinante cuando es muy tradicional y ese aire nostálgico muy conmovedor cuando se junta con el pop”. Eva se sintió conmovida escuchando a una agrupación musical que tocaba mientras otro grupo de escritores y poetas declamaban sus versos sobre los ambientes que allí se creaban: “Todo fluía de manera natural y se les veía disfrutar de ese momento compartiendo música, palabra e incluso danza. Nos pareció muy impactante y con una energía poderosa”.
Amaral se juntó una mañana con la percusionista Bacca Embarek para preparar “Mares igual que tú”, la canción que la noche del concierto tocarían los tres. “Fue asombroso”, decía Juan, “nos conocimos, nos saludamos y empezamos a tocar, e inmediatamente estábamos sonando muy conectados, como si lo hubiésemos hecho más veces”. A Eva le gustó el hecho de que sean “las mujeres saharauis las que llevan el peso rítmico en las agrupaciones musicales”. A la cantante zaragozana le llamó mucho la atención que Bacca estuviera “tremendamente pendiente de la dinámica, de interpretar nuestro lenguaje corporal para subir o relajar el pulso y con una sonrisa en todo momento”. Juan apunta al respecto: “Es un verdadero goce hacer música y conectar de una forma física con alguien por encima de idiomas, entorno social y modas”. Y Eva sentencia: “Me gusta esa sensación de tocar sentados con las piernas cruzadas en el suelo y colocados en semicírculo, mirándonos, y no como en los conciertos de la cultura pop y rock occidental donde los músicos nos damos la espalda”.
“Hubiéramos tocado igual sin escenario, sin equipo de sonido, sentados entre la gente”, confiesan casi a la vez cuando se les recuerda lo precario que era el escenario. “Se trataba de ser una guinda pequeña en una tarta enorme que es el festival y el impulso rebelde y solidario que lo empuja”. No pretendieron más que ofrecer “un sonido de guitarra y voz que cerrase un viaje que ya dura muchos años –Juan ya visitó los campamentos en la nochevieja de 2005– y que pueda quedar resonando en el desierto cuando nosotras nos hayamos ido y conecte con otros sonidos que lleguen en el futuro”.
La cuarta pared se rompió en el concierto que cerró el FiSahara, con espontáneas escenas de pequeñas saharauis bailando en el escenario. “Fue muy bonito ver que la mayor parte del público eran mujeres saharauis. El concierto terminó con ellas puestas en pie bailando y sus hijas subiendo al escenario. Fueron las verdaderas protagonistas”, comentó complacido el dúo.
Ninguno de los dos cree, no obstante, que la música pueda lograr cambiar el mundo, a pesar de que ellos hayan llevado sus canciones a un campamento de refugiados cuya precaria situación es consecuencia de la política colonial. Para Juan, “la realidad la han cambiado siempre las luchas sociales y los movimientos políticos”, pero Eva señala que “la música o cualquier forma de expresión artística puede acompañar, que no es poco, o ser altavoz de movimientos y pulsiones sociales”. Conscientes de su aportación, ambos creen que “las personas son las que cambian el mundo, no las canciones”, y que, bien al contrario, “son los movimientos sociales los que muchas veces han modulado la narrativa de los músicos”.
Centrándose en la causa saharaui y sus connotaciones políticas con el gobierno de España –que recientemente les ha vuelto a dar la espalda– y la comunidad internacional, Eva y Juan creen que “por estrategias y dinámicas de bloques, nuestro gobierno, la ONU y el resto de gobiernos occidentales conocen la realidad mucho mejor que nosotras, pero han decidido que la balanza se incline a otro lado por intereses comerciales”. “Es como un David frente a un Goliat que controla los medios de comunicación y el relato”, dice Juan. Y Eva resume: “Si el mundo occidental quisiera estar realmente del lado de la justicia y la libertad, estaría apoyando al pueblo saharaui”.
Tantos días conviviendo con las mujeres y hombres que sostienen los campamentos desde 1975 –cuando el gobierno del agonizante Franco abandonó vergonzosamente el Sáhara Occidental, hasta entonces la provincia española 53, y se vieron obligados a huir a la hamada argelina y establecerse allí– han hecho que Juan y Eva entiendan esa angustia que produce el abandono. El dúo comprendió la sensación de tristeza que los saharauis transmiten por tener que crear infraestructuras en un campo de población refugiada, en un territorio donde no hay de nada. “Su lucha se prolonga demasiado y no parece fácil volver a la tierra que les fue arrebatada”, coinciden ambos. Y les hace entender que los saharauis también hayan querido mejorar sus condiciones de vida en los campamentos, que parecen ya asentamientos definitivos en vez de lugares creados de forma provisional para volver enseguida a la tierra que les robaron: “Imaginamos que si cualquiera de nosotros viviera en el desierto cada día, cada año, querría vivir con agua corriente, con electricidad, con lo básico para hacer la vida un poco más llevadera en un lugar totalmente hostil. Son sentimientos encontrados con los que tienen que bregar. La realidad golpea duro a estas familias”.
Para Amaral, el concierto de clausura del FiSahara es prácticamente el único de todo 2022, pues este año habían decidido no hacer ninguno para concentrarse en el proceso de composición de canciones nuevas, escribir textos, hacer arreglos, ritmos, grabar ideas y disfrutar de componer, algo que siempre dicen que les encanta. La experiencia de haber vivido en los campamentos de población refugiada saharaui durante unos días no ha trastocado sus planes, pero sí les ha hecho ver el mundo de otra manera. Aparte del encuentro con la cultura y sociedad saharauis –y con las personas que hacen posible que este pueblo siga esperanzado y resista pacíficamente con coraje y determinación para que algún día el mundo le devuelva la libertad en su tierra y todo lo usurpado–, Eva y Juan se traen también la experiencia de haber convivido esos días de forma muy íntima con Itziar Ituño y Willy Toledo. “Dos personas fantásticas de las que aprender mucho”, dice el dúo. “Empáticas, generosas y muy conscientes del mundo en el que nos ha tocado vivir”.
Juan y Eva sintieron que esos días compartiendo jaima “no éramos actores, músicos o periodistas, sino un equipo que formábamos parte de algo más grande”. En el recuerdo de ambos siempre quedarán “esos días de convivencia y de dormir bajo las estrellas; fue realmente bonito ver a Willy junto a Mohamed, un niño al que acoge en verano, y su preocupación por él y su familia; y también a Itziar, que nos explicó que ella siente que la vida le ha dado un altavoz y lo intenta utilizar de la mejor manera posible”. Y eso que les dijo la actriz es al final lo que sienten también Juan y Eva al haber llevado su música en persona al desierto del Sahara: “Ser altavoz, esa es la esencia de lo que estábamos haciendo allí”. ∎
España ocupó el Sáhara Occidental durante buena parte del siglo XX. En los años 60, la ONU obligó a las potencias occidentales que colonizaban regiones en África a iniciar procesos de descolonización y entrega a los verdaderos habitantes de cada territorio. Para ello, España debía facilitar un referéndum de autodeterminación entre la población nativa saharaui. No lo hizo y su gobierno, mientras el dictador Franco agonizaba, firmó con Marruecos y Mauritania la entrega y reparto del territorio entre esos dos países. El norte para Marruecos, el sur para Mauritania: los Acuerdos de Madrid, en noviembre de 1975. En febrero de 1976, España arrió su última bandera, dejó definitivamente el territorio y abandonó vergonzosamente a su suerte a los saharauis. Entonces muchos de ellos huyeron hacia Argelia, a esa hamada terrible, para refugiarse. A otros no les dio tiempo a salir o eligieron quedarse en las ciudades ocupadas. Y otros –en la filas del Frente Polisario, el movimiento de liberación fundado en 1973 cuando todavía el Sáhara Occidental era colonia española– iniciaron una guerra contra los nuevos países ocupantes. El resultado es que, tras años de guerras, retirada de Mauritania, firmas de acuerdos de paz de por medio y nuevas promesas incumplidas de referéndums, cerca de un cuarto de millón de saharauis sigue viviendo en los campamentos de forma precaria y esperando el regreso a su tierra arrebatada. En ese lugar inhóspito se celebra desde 2003 el FiSahara, al que este año echó el cierre el concierto de Amaral. ∎