Harper y su experiencia emocional completa. Foto: Michael Halsband
Harper y su experiencia emocional completa. Foto: Michael Halsband

Entrevista

Ben Harper: backflip

Tres décadas avalan una carrera zigzagueante que ha hecho incursiones en los más variados afluentes de la música popular. Una mirada multipista e inquieta que ha ampliado con el lanzamiento de “Bloodline Maintenance”, trabajo en el que Ben Harper ahonda en la corteza soul para inspeccionar vacíos dolorosos. Charlamos con el artista californiano, que nos habla de su posible residencia estable en Barcelona.

Ben Harper lleva un tiempo deshaciendo su propio rastro. Queda ya lejos su aura de cantautor californiano que forraba carpetas de instituto y resultaba útil para el abrigo de hogueras estivales. Su ecléctico paladar lo ha aventurado hacia todo tipo de lides: blues, rock, reggae, soul, rhythm’n’blues, folk o jazz. En su penúltimo trabajo –“Winter Is For Lovers”(Anti, 2020)– se llenaba de osadía para entregar un acetato puramente instrumental inspirado en los maestros de la guitarra flamenca y en autores de música clásica de los siglos XV y XVI que componían sinfonías.

Dos años más tarde, regresa al ruedo con una estancia en el soul de aroma clásico. “Bloodline Maintenance” (Chrysalis-PIAS, 2022) supone su cálido y noble homenaje a un viejo amigo fallecido –el bajista Juan Nelson– y a la sombra perenne de un padre carismático y voluble. Aunque afloran muchas cosas más en este nuevo desempeño como músico. En el segundo corte del álbum, “We Need To Talk About It”, reflexiona sobre las heridas de la esclavitud (“We need to talk about slavery / What does this say about America”) asentando esa dualidad entre lo íntimo y lo político-social que define todo el trabajo. “Las circunstancias sociales y los asuntos del corazón juegan un papel muy importante a nivel lírico en la concepción de este álbum. Para mí fue importante equilibrar las dos partes. Notaba que el disco se me iba hacia una dirección e intentaba contrarrestarlo hacia la otra. Prefería una experiencia emocional completa, no expresar un sentimiento en una de las dos direcciones”, explica.

“Barcelona es una ciudad mágica, soy ‘skater’ y es uno de los mejores lugares para practicarlo”. Foto: Michael Halsband
“Barcelona es una ciudad mágica, soy ‘skater’ y es uno de los mejores lugares para practicarlo”. Foto: Michael Halsband
Quien responde por Zoom desde su residencia provisional parisina es un Ben Harper hierático, posicionado ante la pantalla del ordenador en una simetría inamovible que resulta algo inquietante. Cuenta que ha cambiado su residencia de Los Ángeles por Europa sin decidirse aún entre París y Barcelona, aunque es esta última la que lo seduce especialmente por ser ese hub skater cuya mera enunciación le provoca involuntariamente una de las pocas sonrisas de la entrevista: “Barcelona es una ciudad mágica, soy ‘skater’ y es uno de los mejores lugares para practicarlo. No puedo esperar para volver al MACBA”.

Este cambio de aires continentales no permea en un disco grabado íntegramente en California, pero las temáticas sociales que aborda se podrían intuir como los motivos –o parte de estos– para emprender la mudanza. Lo expresa, de nuevo sin tangentes, en “Where Did We Wrong Go”, un lamento sobre la deriva de su país –y del planeta– entallado en patrones del soul de Marvin Gaye o Curtis Mayfield y reforzado por un riff de funk abrasivo que podría llevar el sello de validación de Funkadelic. No es la única nota que reverbera sobre el linaje soul de su propio país: “More Than Love” lo reconecta con Otis Redding. Ya desde la propia portada –una foto familiar de tono sepia y sin saturación– se remite a las cubiertas de discos de Roy Ayers, Bill Whiters o Gil Scott-Heron en la década de los 70. “Mira, en absoluto llevé a cabo una mirada regresiva para componer este disco. Sin embargo esa música y ese género, desde las portadas hasta la propia música, me han influenciado de forma profunda. Por tanto lo normal sería que desde mi subconsciente saliera de algún modo hacia mi música y mi arte”.

“Las circunstancias sociales y los asuntos del corazón juegan un papel muy importante a nivel lírico en la concepción de este álbum. Para mí fue importante equilibrar las dos partes. Notaba que el disco se me iba hacia una dirección e intentaba contrarrestarlo hacia la otra”

Cuando se le pregunta sobre el futuro del género principal en que se encuadra este último esfuerzo discográfico, especialmente con la paulatina desaparición de sus últimos estandartes y la fragilidad en su relevo, Harper se muestra optimista: “Pienso que el soul persistirá entre las nuevas generaciones en su propia forma. Creo que nunca habrá una generación como la que mencionas (hablamos de Al Green, Smokey Robinson, Tina Turner, Diana Ross, Stevie Wonder o Mavis Staples como los últimos de esa clase), pero también pienso que hay espacio para nuevas extensiones en el género. Y también creo en el legado que nos han dejado como un marco fundacional desde el que construir cosas nuevas. Está claro que nunca se volverá a ver a James Brown, Sam Cooke, Otis Redding o Aretha Franklin, pero hay espacio para que sucedan otras cosas. Y además todo parece ser cíclico en el proceso creativo, o al menos eso es lo que yo percibo. Con lo que estoy seguro de que llegará un revival del soul en un momento u otro”.

Corazón soul. Foto: Michael Halsband
Corazón soul. Foto: Michael Halsband
No solo se sirve de esa llama del soul clásico para iluminar el sonido de “Bloodline Maintenance”. A lo largo de este se reafirma su condición de espeleólogo inquieto hacia otras latitudes sónicas. Esa condición queda expuesta con claridad en “Problem Child”, un tema abordado desde el blues primitivo que muta en su tramo final a una explosión de free jazz conformada desde el solo de un saxofón. Esa confluencia de estilos vuelve a asomarse en el siguiente corte, un “Need To Know Basis” imbuido de aires jamaicanos.

A pesar de que se le asocia con la guitarra –aprendió a tocarla en la tienda familiar de discos, concurrida por músicos como Brownie McGhee, Sonny Terry, John Fahey, Leonard Cohen o Jackson Browne–, las once canciones de este nuevo LP fueron compuestas a través de un contrabajo acústico, instrumento algo heterodoxo en el vocabulario pop, pero que le permitió acercarse al difunto amigo homenajeado por el disco. Además de desdoblarse como batería en alguna de las pistas, el músico de Inland Empire –en una pausa de la entrevista explica que su amistad con David Lynch propició que el de Montana eligiera su lugar de origen como título de la que sigue siendo su última obra cinematográfica– se convierte en hombre orquesta: “He crecido tocando instrumentos, así que es algo muy natural en mí, y creí que tocar varios en este disco era lo más adecuado para este trabajo. Pero también incorporé a algunos músicos cuando se necesitaba”.

“Está claro que nunca se volverá a ver a James Brown, Sam Cooke, Otis Redding o Aretha Franklin, pero hay espacio para que sucedan otras cosas. Y además todo parece ser cíclico en el proceso creativo, o al menos eso es lo que yo percibo. Con lo que estoy seguro de que llegará un revival del soul en un momento u otro”

Pocas horas antes de esta entrevista, los noticiarios y teletipos estadounidenses llegan caldeados por dos noticias de relevancia. Por un lado, la escalofriante decisión del Tribunal Supremo estadounidense respecto al derecho al aborto que se había aprobado en 1973, con la resolución del caso “Roe contra Wade”. Por otro lado, una más alentadora alrededor del Senado aprobando el proyecto de ley más restrictivo contra la posesión y adquisición de armas en décadas. Pese a su reconocido papel activista, Harper opta por un perfil de mínima implicación cuando se le pide su opinión al respecto: “Caminar hacia atrás nunca es fácil, especialmente cuando retrocedes 50 años”.

La segunda y última sonrisa se le dibuja en el rostro al emplazarle este redactor a viajar años atrás, cuando era un joven norteamericano desconocido deambulando con su guitarra y el bolsillo agujereado por ciudades europeas como Londres y Madrid: “Pienso en esos días con frecuencia. Había una inocencia y una simplicidad que ya no podré alcanzar nunca más, o al menos no en mucho tiempo. Nunca olvidaré cuando entré en la tienda de guitarras de José Ramírez, en Madrid. Fue mágico, mágico”. Pese al crepitar nostálgico, reconoce que ese joven e inexperto Ben hubiera estado satisfecho con el adulto que apenas se ha movido de su asiento durante toda la conversación: “Cuando empecé en la industria de la música todo el mundo me decía que tendría como mucho la oportunidad de hacer dos discos y luego volvería a mi trabajo habitual. Y no buscaban ser maliciosos, ni alertarme. Por eso creo que el joven Ben le daría una palmadita en la espalda al actual diciéndole ‘muy bien, has conseguido más de lo que la gente esperaba que harías nunca’”. Orgullosos de que lo haya logrado. Ojalá siga patinando con destreza por todas las superficies que se proponga. ∎

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