La carrera de Bill Withers, cantante de voz sedosa y atisbos soul-folk-funk, duró un par de décadas completas, la de los setenta y la de los ochenta. Alcanzó en sus inicios el éxito multitudinario con su gran hit “Ain’t No Sunshine”, pero acabó cansándose de su papel de estrella y, tras diversos episodios funk, disco y siempre smooth soul, desapareció sorprendentemente por el foro. Revisamos su trayectoria.
“Mi verdadera vida transcurrió cuando solo era un currante. Solo un marinero, solo un mecánico. La auténtica medida de cualquier grupo de personas es cómo son los que solo son personas”.
“(Cuando empecé a darme a conocer en la música) ya tenía unos 32 años. Me llamaron la mayoría de discográficas, pero no querían algo tranquilo. Tenían el síndrome R&B, querían trompetas, tres chavalas y un traje lamé dorado. A mí, la verdad, eso no me iba. Así que pensé: ‘Si no me dejan hacerlo como yo quiero, tengo un buen trabajo haciendo lavabos; tíos, no os necesito’”.
“Una de las cosas que siempre les digo a mis hijos es: está bien dirigirse hacia lo ‘fantástico’, pero de camino hay que pasar por el ‘no está mal’. Y cuando llegues a ‘no está mal’, echa un vistazo y acostúmbrate, porque a lo mejor eso es lo más lejos que vas a llegar”.
“La mayoría de la gente no sabe o no le importa quién eres. Creo que soy como los peniques; los tienes en el bolsillo pero no recuerdas que están ahí. Nadie sabe quién soy. Algunas veces digo quién soy y no me creen. También hay gente que no lo sabe, nunca lo supo y nunca le importó. No trabajo ese circuito en el que le recuerdas continuamente a la gente quién eres”.
“No tengo la personalidad necesaria para ser un artista”. ∎
(Todas las frases de Bill Withers proceden del documental “Still Bill”)
Hombre antes que artista.La película de Alex Vlack y Damani Baker es a Bill Withers y el soul lo que representó “The Filth And The Fury” (Julien Temple, 2000) a los Sex Pistols y el punk. Un documento definitivo, y una obra de arte en sí misma (como corroboraron los miembros del jurado del festival de documentales musicales In-Edit Beefeater en su edición de 2009, donde fue escogida Mejor Película en la sección oficial internacional).
En “Still Bill” vemos a Withers llorar cuatro o cinco veces; el tío es una fuente. Cuando habla del tartamudeo que padecía a los 20 años y acude a un grupo de terapia de tartamudos y rememora su pasado: zas. Lágrimas. Cuando su hija le presenta una canción que ha compuesto recientemente: zas. Lagrimones. Lo curioso de todo esto es que en ningún momento resulta patético; todo lo contrario: es algo inmensamente inspirador y bello.
En otras ocasiones, el documental es algo así como la escena del mercado cockney que hay en todas las películas musicales inglesas de la década de los sesenta, con el protagonista saludando a la lechera, el cartero y dando palmaditas a los perros al pasar. La diferencia es que, en el filme, nada es impostado: he aquí a Bill Withers regresando a su pueblo y dándose una vueltecita con el alcalde. Lo conoce y celebra todo el mundo (o sea: los cuatro habitantes y el gato que aún no se han decidido a emigrar) mientras Withers duda entre sentirse incómodo o halagado. En una escena posterior, reunido para tomar el té con unos antiguos amigos de la Navy, puede verse aún mejor cuál es el papel de Withers en estos grupos de afinidad: es El Famoso de la Panda, sin duda, pero a la vez alguien reverenciado y respetado. Y especialmente, aún considerado Persona Normal.
La conclusión inevitable que se extrae de “Still Bill” es que esto, esto, es ser Un Hombre: coraje y lágrimas. Valor y pena. Familia y amigos. Autosuperación ante el traspiés, altísima dignidad, inmenso amor. No falsa rebeldía ni autodestrucción inútil ni proclamas infantiles, no caprichos de pubescente consentido, no pataletas de niña mimada del rock. No: ser un hombre es esto, exactamente. ∎