Con solo dos álbumes de estudio en su casillero, el más reciente en la bandeja de entrada desde el pasado 11 de marzo, BODEGA se ha erigido en una de las bandas emergentes más interesantes del actual panorama musical del ecosistema neoyorquino. Lo demostraron también sobre los escenarios a su paso por Barcelona, mientras La Paloma cumplió holgadamente como telonero, descargando noise-pop de energía inversamente proporcional al ánimo que traslucen sus letras. El trío madrileño calentó el ambiente con las canciones de su EP debut, “Una idea, pero es triste” (2021), que comulgan en su energía juvenil guitarrera –contenida por esa angustia y ánimo alicaído tan definitorios de su generación– con La Plata, Carolina Durante e incluso, aunque de otra generación, El Columpio Asesino.
En cambio, la propuesta de los de Brooklyn se aleja de esos derroteros para sintonizar con una onda post-punk cercana a su zona de influencia. El grupo sanguíneo de la realeza rock neoyorquina circula por las venas de este quinteto, que ha sabido procesar dicha transfusión en un ente musical genuino. Lo empezaron a demostrar con “Warhol”, pista de un primer álbum, “Endless Scroll” (2018), que confirmó esa voluntad art rock, una seña apuntalada con los looks de los cinco miembros.
El arranque no permitió acomodarse ni comprobar el móvil entre temas. Fueron encadenando dardos rockeros sin respiro. En “Statuette On The Console” bajaron al tugurio para invocar a los Ramones, con ese contrapunto vocal femenino que aporta la cantante Nikki Belfligio y que los acerca a The Runaways, mientras que en otros temas su interpretación parecía enfocar más hacia The B-52’s. En “Bodega Birth” establecieron vasos comunicantes con el post-punk que domina en las Islas Británicas. También hubo guiños cinéfilos e intelectuales en la introspectiva y ambiental “Tarkovski”, con salidas atmosféricas acercándose a Galaxie 500.
Durante el último tercio del concierto rebajaron cilindrada y dieron paso a un intervalo más relajado y atmosférico. Versión de “Slow Train” de Bob Dylan incluida y cierre con una dilatada jam de quiebros rítmicos y atmosféricos con la que volvieron a descender a los sótanos pretéritos de su ciudad. Dejaban la sala varios grados por encima de la temperatura de inicio gracias a un show algo mermado en su último tramo por el diseño del repertorio, que confesaron haber confiado al encargado de la caseta de merchandising. No obstante, recuperaron su componente vitamínico con un bis de elevada carga eléctrica, como la mayor parte del concierto. Después de una interpretación de “Charlie” que podría haber encajado en el cancionero de Bruce Springsteen, la banda se despidió por todo lo alto, tras hora y media de intensa actuación, con “Jack In Titanic” y “How Did This Happen?!”.
El concierto fue una lección revisionista de la plana mayor de su circunscripción: The Velvet Underground, Television, ESG y, especialmente, Talking Heads. Invocaciones con las que facturaron una modulación sonora propia, que incorpora ciertas proclamas sociopolíticas y anticorporativas. Y todo ello, con un ritmo y manejo escénico dignos de seguimiento. ∎