El incansable. Foto: Mariano Regidor / Redferns (Getty Images)
El incansable. Foto: Mariano Regidor / Redferns (Getty Images)

Concierto

Bruce Springsteen & The E Street Band: el gran héroe americano

Bruce Springsteen regresa a España para ofrecer una serie de cinco conciertos en los que deja patente que está hecho de una pasta especial, reservada a los más grandes. Empezó anoche en Madrid, ciudad que lo volverá a acoger este viernes 14 de junio y el lunes 17 de junio. Después, turno para Barcelona, los días 20 y 22 de junio.

El Boss sigue estando en forma. Podría haber sido el titular de esta pieza. Quienes estaban preocupados por su voz, por la afonía que le obligó a cancelar tres de los conciertos previstos en su gira europea hace tan solo unas semanas, pueden estar tranquilos. El estadounidense es una verdadera estrella del rock, de las pocas que aún quedan en pie, y sigue dando hasta la última gota de sudor en sus actuaciones en vivo. Y es un dato importante este, porque si tenemos en cuenta que hablamos de alguien a punto de cumplir 75 años –lo hará el próximo septiembre– y con la vida más que resuelta después de décadas de éxito a nivel mundial, seguir haciendo giras no puede ser sino una cuestión de realización personal que hace por puro gusto. Y eso es una suerte para todos los que tienen la fortuna de poder vivirlo, porque aún hoy sigue ofreciendo actuaciones maratonianas de más de tres horas con un repertorio de impresión. El precio de las entradas puede ser desorbitado, que lo es, pero dudo que entre el público haya habido muchos insatisfechos con lo presenciado.

Anoche en el estadio Cívitas Metropolitano de Madrid, Bruce Springsteen & The Street Band hicieron esperar al público 20 minutos antes de llegar al escenario, pero cuando comienzan a desfilar sobre el mismo –primero los músicos de última incorporación a la banda, después los clásicos de la formación con ovación para cada uno de ellos y por último el jefe–, el público enloquece. Arrancan con “Lonesome Day”, una canción estupenda pero que considero menor en un repertorio gigante como el suyo. Sirve para calentar, pero es con “No Surrender” con la que el público comienza a disfrutar de verdad. Es una de las cimas de “Born In The USA” (1984), álbum que cumplió 40 años pocas fechas atrás. Pese a ello, el tema titular no formará parte del repertorio de la noche.

Bruce Springsteen & Steve Van Zandt: amigos para siempre. Foto: Mariano Regidor / Redferns (Getty Images))
Bruce Springsteen & Steve Van Zandt: amigos para siempre. Foto: Mariano Regidor / Redferns (Getty Images))

En “Two Hearts” hay notas a las que le cuesta llegar y a mi alrededor hay ojos que dan muestras de preocupación. Pero un fiel escudero como Steve Van Zandt acude raudo a compartir micrófono, boca frente a boca, para ayudar con unos coros que no son solo tabla de salvación, sino también muestra de compañerismo y profesionalidad. Al final, la canción se resuelve con un solo de guitarra en el que Little Steven, el apelativo cariñoso con el que el Boss presentará a Van Zandt una y otra vez, se luce como el gran guitarrista que es. Y el público no solo respira aliviado, sino que se deja llevar por la euforia. Con “Hungry Heart” se cae el estadio. Es el poder de la música condensado en tres minutos de gloria.

Antes de empezar, un amigo que forma parte de la organización me había hecho llegar el repertorio, pero Springsteen decide cumplirlo solo a medias incorporando o saltándose canciones a su antojo. De repente, a través de las pantallas gigantes que flanquean el escenario, le veo darse la vuelta para dirigirse a la banda y puedo leer en sus labios un título que no es el que según aquel orden debería venir a continuación. Dice “My Hometown”. La canción que cerraba “Born In The USA” forma parte de mis recuerdos vitales desde que era un niño. Y no estoy solo en esto. Aquí hay otras cincuenta mil personas que sienten lo mismo que yo. Mañana, en su concierto del viernes, habrá otras tantas. Y en el concierto del lunes 17, igual. Ese es el poder de este hombre, su capacidad para llegar a cada uno de nosotros como si nos cantara de manera personal, como si hablara directamente de cada una de nuestras vidas. Con “The River”, que suena a continuación, sucede algo muy parecido. Al terminar se lleva una de las más grandes ovaciones de la noche.

Otra lección de resistencia. Foto: Mariano Regidor / Redferns (Getty Images)
Otra lección de resistencia. Foto: Mariano Regidor / Redferns (Getty Images)

Suenan “Ghost”, que dedica a sus compañeros fallecidos: el saxofonista Clarence Clemons –sustituido en la E Street Band desde 2012 por su sobrino Jake– y el teclista Danny Federici. Después tocan “Seeds”, uno de los guiños a sus seguidores más fieles, y “Darkness On The Edge On Town”. En “Frankie Fell In Love” baja hasta las primeras filas para saludar al público y le regala la armónica que acaba de tocar a una fan emocionada. Se queda solo en el escenario para interpretar “Last Man Standing”, la canción que dedica a George Theiss, uno de sus amigos con los que formó su primera banda de rock’n’roll siendo adolescente, The Castiles, y que falleció en 2018 aquejado de cáncer de pulmón. Le sigue “Backstreets”, con esa intro que es pura adrenalina contenida y ese crescendo final que sabe a gloria bendita.

A estas alturas llevamos hora y media de concierto, pero parece que acabara de empezar. Siguen con “Because The Night”, otra joya de su repertorio primigenio que Patti Smith haría célebre, y “She’s The One” nos hace bailar con su ritmo a lo Bo Diddley. Tras “Wrecking Ball” suenan “The Rising” y la portentosa “Badlands” y, antes del bis, “Thunder Road”. A estas alturas nadie quiere que la fiesta acabe, pero por algún motivo incomprensible alguien ha decidido encender la iluminación del estadio. Ni una torpeza como esta puede con “Born To Run”, que terminamos cantando a pleno pulmón y con el puño en alto. Después suenan “Bobby Jean”, “Dancing In The Dark”, “10th Avenue Freeze Out” –con imágenes de homenaje a Clarence Clemons–, el clásico del rock’n’roll “Twist And Shout” (antes habían caído otras versiones, como “Rockin’ All Over The World”, de John Fogerty, o “Nightshift” de Commodores). Tras despedir uno a uno a todos los miembros de la banda, vuelve a quedar solo, guitarra en ristre y armónica, para interpretar “I’ll See You In My Dreams”, cuya emocionante letra podemos leer traducida en las grandes pantallas. Tras esto, después de algo más de tres horas de concierto que han pasado en un suspiro, se despide anunciando que estará de nuevo en ese mismo escenario el viernes, y el público, contento y satisfecho, comienza a enfilar el camino de salida con una idea rondando en el aire: “¿Será la última vez?”. ∎

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