Desde el panel de control de una suerte de nave espacial. Foto: Alfredo Arias
Desde el panel de control de una suerte de nave espacial. Foto: Alfredo Arias

Concierto

Ela Minus, (casi) todo a la vez en todas partes

Ayer martes, 18 de febrero, tuvo lugar el concierto de Ela Minus en la sala Nazca de Madrid. Con las entradas agotadas, la colombiana visitaba la capital española con motivo de la presentación de “DÍA”, su segundo álbum de estudio. En su particular sala de control, donde prima lo analógico, la artista crea un pulso futurista que late entre la delicadeza y la distorsión, con muchas referencias visibles por el camino.

Ela Minus lleva un set de sintetizadores analógicos enfrentados a su audiencia. Un conglomerado de cables que encuentra su equilibrio dentro del caos se desliza por la parte derecha del tablero. A simple vista, son muchas ruletas sin sentido; con un poco más de precisión, se intuyen varios Moog (uno especializado en bajos, otro para detalles agudos), un piano de bolsillo con botones en lugar de teclas, una máquina de delay, varios controladores MIDI, alguna que otra cacharrería percusiva y varios envíos a claqueta para ordenar cada cosa en su sitio. Un foco a contraluz desde la parte baja del escenario procura que algunos rayos amarillentos se cuelen entre los surcos de los pedales. Pareciera que está recreando el panel de control de una nave espacial: cuando la colombiana se gira en alguna transición instrumental o porque necesita preparar el siguiente track, pilota un cohete con el resto de la sala a bordo. Ella misma, con un corsé blanco y un moño bajo, parece miembro de la alianza rebelde para restaurar la república galáctica.

Aunque tal sala de mandos pueda llegar a resultar intimidante, lo suyo no es un concierto de ambient. Ni un concierto de techno. Tampoco es una rave. Se parece más al pop, aunque toma un poco de esto y de aquello. Hay Björk, hay Bicep y hay lo suficiente de muchas cosas para ofender a los puristas de cada una de ellas. También, por oposición, hay aperturismo a todas las escenas: es martes y Minus toca en una sala un tanto alejada del circuito céntrico tradicional. Sin embargo, las entradas están agotadísimas (y mucha gente pelea por su sitio). Los más rezagados se congregan en un lateral casi trasero del escenario: no escuchan nada, pero ver el diseño sonoro en directo siempre es divertido.

La restauración de la república galáctica. Foto: Alfredo Arias
La restauración de la república galáctica. Foto: Alfredo Arias

Minus se pasea por el escenario mostrando un perfil egipcio: con la mano izquierda sujeta el micrófono, mientras que con la derecha gira un par de ruletas casi de memoria. “BROKEN” marca el pistoletazo de salida, y después la sala queda en completo silencio para escuchar sus palabras de agradecimiento. Un modus operandi que no pertenece a un set electrónico, pues la bogotana prefiere jugar con varios esquemas sin llegar a romper ninguno. Está muy emocionada, tanto que ese último loop de caja no ha entrado donde debiera. Se ríe, no importa, ella está disfrutando y también el resto. Todo es antiprotocolario y, a la vez, avainillado: un pop que se enfoca desde la mímesis hacia lo admirado o una rave que parte desde la rebeldía, pregonada por una sucesora de la princesa Leia. Entre tanto brinco, la colombiana sigue concentrada en producir timbres que evocan el fondo marino, o una civilización futurista tal y como se conoce en la ciencia ficción de los ochenta.

A “IDOLS” le sigue “I WANT TO BE BETTER”, donde la artista toma un segundo micrófono. Enrolla ambos en su cuello y a veces temes por su salud: uno de ellos va conectado a un pedal de eco, así que, dependiendo del momento, escoge uno u otro. Este último, sin embargo, también se sirve para crear otro tipo de efectos: un chasquido es suficiente para generar una atmósfera hauntológica (en “QQQQ”, pasado el ecuador del concierto, dicho micro cae al suelo y parecen escucharse disparos).

Una especie de sucesora de la princesa Leia. Foto: Alfredo Arias
Una especie de sucesora de la princesa Leia. Foto: Alfredo Arias

La artista viene a España a presentar su segundo álbum, “DÍA” (2025). Lleva un set de 50 minutos de duración –breve para algunos, pero no desagradecido en la era del estímulo– aunque no se olvida de “acts of rebellion” (2020): en “megapunk” empieza a ligar un track con el siguiente, y así se suceden “el cielo no es de nadie” e “IDK”. Esta última da paso a un desarrollo de arpegiadores que oscilan de la ligereza a la agresividad, de lo cortante a lo fluido o de lo cómodo a lo incómodo. Juega con la envolvente ADSR y con el LFO de sus sintetizadores analógicos durante un buen rato, porque un set tan tedioso de montar no está puesto para no lucirse (y, sobre todo, para no divertirse). Canta “ONWARDS” y “UPWARDS” y avisa de que solo queda una canción.

A mitad de “COMBAT” entra un subgrave que sacude todo el equipo de sonido. De él comienzan a caer restos del confeti de la sesión que tuvo lugar el fin de semana pasado. Tres pétalos de papel perdidos en un fin de fiesta más emotivo que enérgico. Con el escenario vacío, un patrón percusivo queda reproduciéndose a modo de coda. Las luces, apagadas. Sale un backliner a confirmar que Ela no va a regresar. El beat sigue resonando como una reverberación eterna, del mismo modo que resuenan en tu cabeza todas las referencias que, como un eco, están presentes en los conciertos de Ela Minus. ∎

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