Teatro Colón de Buenos Aires, 13 de febrero de 2019. Foto: Maia Alcire
Teatro Colón de Buenos Aires, 13 de febrero de 2019. Foto: Maia Alcire

Entrevista

Gustavo Santaolalla, mucho más que premios Óscar y rock latino

Si su éxito como productor y compositor de bandas sonoras pudo haber eclipsado su legado como músico, para este pionero del cruce entre rock y folclore, figura del tango electrónico, llegó la hora de hacer justicia. En la gira “Desandando el camino”, el argentino repasa cinco décadas de carrera, desde Arco Iris, banda fundacional del rock argentino, hasta sus soundtracks y los discos como solista que nunca había interpretado en vivo. 

Internacionalmente puede que el argentino Gustavo Santaolalla sea conocido sobre todo por sus bandas sonoras. Dos Premios Óscar lo pusieron bajo los focos por “Brokeback Mountain” (Ang Lee, 2005) y “Babel” (Alejandro González Iñárritu, 2006), al igual que los BAFTA, que también ganó por “Diarios de motocicleta” (Walter Salles, 2004), y los Goya, nominado por “Biutiful” (Alejandro González Iñárritu, 2010) y “Relatos salvajes” (Damián Szifron, 2014). En Estados Unidos y América Latina lo llamaron “el Rey Midas del rock latino” por la producción de más de cien álbumes y el consecuente espaldarazo de algunos de los artistas más relevantes de la música alternativa latinoamericana, como Café Tacvba, Molotov, Maldita Vecindad o los inicios más rockeros de Juanes y Julieta Venegas.

Productor agudo, riguroso y detallista, su impacto en el desarrollo de la música hispanoamericana ha sido tan rotundo –es uno de los hispanos más influyentes en Estados Unidos, según la revista ‘Time’– que su talento como músico ha quedado un tanto eclipsado. Fuera de las pantallas, ha resonado por Bajofondo –originalmente, Bajofondo Tango Club–, la agrupación que creó con el uruguayo Juan Campodónico para explorar las sonoridades del Río de la Plata, encendiendo la mecha del llamado tango electrónico. Pero no ha sido hasta hace unos pocos años cuando se ha podido apreciar más integralmente su legado como compositor y solista, primero por el álbum “Raconto” (Sony, 2017) y a través de la gira “Desandando el camino”.

Se trata de una serie de recitales retrospectivos donde, acompañado por la autodenominada la Santa Banda, repasa cinco décadas de música, desde Arco Iris, su primera agrupación y banda fundacional del rock argentino –junto con otras formaciones como Manal, Vox Dei y Almendra (con Luis Alberto Spinetta)–, hasta sus hoy célebres bandas sonoras. 

Mil facetas, un recuento

Nacido hace 68 años en el Gran Buenos Aires, en 1978 Santaolalla emigró a causa de la dictadura militar a Los Ángeles, California, ciudad clave para su fecunda carrera como compositor “oscarizado” y productor con varios premios Grammy. “Yo no me veo como un compositor para películas o en alguno de estos roles exclusivamente. Me veo como un artista que se expresa en distintos foros. Tengo un apetito voraz por la vida y me siento completo haciendo de todo”.

No es para menos. Entre sus compromisos inmediatos, está la gira del nuevo álbum de Bajofondo, “Aura” (2019); la composición de la música para “Narcos” y para una serie española sobre El Cid; las bandas sonoras para la película “Bios” (2020) –de Miguel Sapochnik, con Tom Hanks– y para el videojuego “The Last Of Us 2”; la gira como cantante invitado en el show “Gracias totales” de la mítica banda argentina Soda Stereo, homenaje a su fallecido vocalista Gustavo Cerati; la producción ejecutiva de una serie sobre el rock en español para Netflix, y el show “Desandando el camino”.

“Yo no me veo como un compositor para películas o en alguno de estos roles exclusivamente. Me veo como un artista que se expresa en distintos foros. Tengo un apetito voraz por la vida y me siento completo haciendo de todo”

“Nunca he sido de mirar atrás. Toda mi vida he estado intentando ver qué sería lo próximo. Pero haber pasado los 60, la llegada de mis nietas y otras cosas de índole personal me dieron ganas de revisar mi vida a través de mis canciones y mi música”. “Desandando el camino” son dos horas y media de espectáculo, donde repasa sus hitos como cantante, compositor e instrumentista, incluyendo no solo las piezas que creó a los 17 años en Arco Iris o sus soundtracks de películas y videojuegos, sino también sus discos como solista que la labor y el éxito como productor habían dejado a la sombra.

Con cinco músicos y unos cincuenta instrumentos sobre el escenario, se pasea por sus álbumes de canciones “Santaolalla” (Alquimia-RCA, 1982) –considerado el primer disco de “rock moderno” de la Argentina por su giro new wave– y “GAS” (BMG, 1995), de corte más grunge. También retoma las placas instrumentales que le sirvieron de puente hacia el cine: “Ronroco” (Soluna, 1996), su delicada y personalísima renovación y expansión de las sonoridades del sur, con la que dio a conocer este instrumento de la familia del charango, y “Camino” (Masterworks, 2014), evocador e intimista.

La nostalgia, sin embargo, no marca la velada. “Suena gracioso esto de ‘lanzar’ mi carrera de solista ahora, ¡a los 60 y tantos años! (risas). Pero esos discos nunca los toqué en vivo. Y ahora creo que es el mejor momento para hacerles justicia”. Ciertamente, una de las cosas que más ha asombrado de la gira es su capacidad vocal, juvenil en potencia y rango, pero llena de sutilezas en la interpretación. “Siento que mi voz está en su mejor momento; mi registro ha crecido con los años. Ahora canto las canciones que compuse cuando tenía 17 años en el mismo registro, solo que mi interpretación ha evolucionado. Siempre he buscado timbres, texturas y colores que hoy tengo mucho más pulidos”.

Tocar en nuestro idioma

“Todo lo que hago tiene que reflejar quién soy y de dónde vengo”, resalta siempre. No es fortuito que haya sido de los primeros en cantar en castellano y en fusionar rock con folclore y música popular latinoamericana. “Me parecía que no solo había que cantar en nuestro idioma, sino tocar en nuestro idioma, y eso pasaba por meternos con ritmos, timbres, instrumentos y sonoridades de nuestro folclore. La ‘intelligentsia’ del rock decía que eso no era rock: ‘¿Cómo vas a meter un charango? ¿Cómo vas a tocar una chacarera con guitarra eléctrica?’. Pero el tiempo validó mi propuesta”.

Sin duda, fue esa búsqueda identitaria la que lo llevó al titánico proyecto “De Ushuaia a la Quiaca” (1985), con León Gieco: un viaje a través de la Argentina profunda para grabar a los folcloristas auténticos en sus propias tierras, dando lugar a un álbum leyenda de Gieco de cuatro volúmenes (entre 1985 y 1999). Pero no se trata de una identidad inamovible, sino en constante expansión, como testifica el colectivo Bajofondo o sus producciones. Lejos de explotar el rock latino como etiqueta vacía, se empeña en encontrar y pulir la veta que mejor identifique cada propuesta. “Busco artistas que me impacten, que tengan una visión estética, conceptual y sónica de peso”, comenta de su trabajo con artistas como Café Tacvba. “Los descubrí tocando en una feria con unos instrumentos pésimos y un sonido precario, pero tenían algo único”, tal y como se comprobó con su segundo álbum, “Re” (1994), entre los mejores discos en la historia del rock latinoamericano.

Música para ver

“¡El ronroco me hizo ganar dos Óscar!”, exclama medio en broma. Efectivamente, este charango grave del norte de Argentina, Bolivia y Perú le abrió las puertas del cine, cuando Michael Mann incluyó un tema de su álbum “Ronroco” en “El dilema” (1999). Con este disco también conectarían Alejandro González Iñárritu, Walter Salles y otros directores. “Yo logré una universalidad que nunca se pudo conseguir con el charango, porque siempre estuvo circunscrito a un tipo de música. Pero por mi manera de componer y la forma como lo toco, el ronroco es especial para conectar con cosas más cercanas al corazón, para crear una atmósfera, para transmitir una emotividad”, dice el guitarrista, que en 2019 fue invitado por Eric Clapton a su Crossroads Guitar Festival.

En los proyectos prefiere integrarse al inicio, cuando apenas se están gestando. “A mí me gusta trabajar a partir del ‘script’ y de conversaciones con el director, mucho más que ver imágenes. Me inspiro más leyendo y conectándome con los personajes y la historia que va creciendo en mí que viendo algo. Ahí puedo pensar en la instrumentación, los ‘feelings’, los temas, las texturas, los leitmotivs... todo el tejido sónico que va a tener una historia”.

En “Babel”, sus arpegios son lo que unen en un universo sonoro verosímil las tres historias presentadas por González Iñarritu, entre Marruecos, Japón y la frontera de Estados Unidos y México, otorgando al mismo tiempo una atmósfera emocional a cada drama particular. “Yo no quería que fuera como un documental de National Geographic, así que pensé en un instrumento que pudiera aunarlo todo y me acordé del ud. Como antecesor árabe del laúd, me enganchaba con el mundo arábigo y, a su vez, con la guitarra, que podía vincularse con la frontera de Estados Unidos y México. Además, tocado como yo lo toco, con los dedos, me sonaba también parecido a un koto japonés. Y de ahí salió el universo sonoro de la película”. 

Cuatro álbumes, cuatro facetas

ARCO IRIS
“Arco Iris”
(RCA Vik, 1970)

Cincuenta años cumplió este imprescindible del rock latinoamericano. Banda seminal del rock argentino, Arco Iris deja claro desde este primer álbum cuál será su aporte: rock, blues, jazz, cruzado por folclore y toques de tango. “Allí está el germen de toda mi carrera, la música para películas, mis canciones, mis búsquedas –dice Santaolalla–. Y ‘Canción de cuna para un niño astronauta’ es totalmente futurista”.

GUSTAVO SANTAOLALLA
“Ronroco”
(Soluna, 1996)

El folclorista Jaime Torres impulsó a Santaolalla a editarlo. “Él es como el Ravi Shankar del charango y yo le decía: ‘Pero, maestro, si yo ni siquiera toco el ronroco con la técnica de ustedes, toco arpegiando’. Él me respondió: ‘Vos encontraste el espíritu del instrumento’”. Los delicados temas llenos de texturas y evocadoras atmósferas lo catapultaron al cine y dieron a conocer este peculiar charango grave.

BAJOFONDO
“Aura”
(Sony, 2019)

En este último álbum de estudio, la agrupación argentino-uruguaya expande sus límites estilísticos traspasando las sonoridades del Río de la Plata y la electrónica para internarse en Latinoamérica, la psicodelia y un sonido más orquestado. “Al tocar como banda ha ido decreciendo lo programado. Queríamos explorar otras cosas y este disco lo creamos improvisando a partir de ideas básicas que cada uno trajo al estudio”, cuenta Santaolalla.

GUSTAVO SANTAOLALLA
“Brokeback Mountain”
(Verve Forecast, 2005)

Guitarra acústica y pedal steel fueron la base del tejido sonoro para acompañar la historia de Ang Lee. Más allá de la celebrada balada “A Love That Will Never Grow Old”, compuesta con Bernie Taupin, el silencio jugó un papel clave. “Aquí está llevado al máximo porque era un poco la realidad de esos personajes. Es ese ‘tarán’... que se queda y te deja allí suspendido hasta que entra la otra nota”. Su primer Óscar. ∎

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