
Cincuenta años cumplió este imprescindible del rock latinoamericano. Banda seminal del rock argentino, Arco Iris deja claro desde este primer álbum cuál será su aporte: rock, blues, jazz, cruzado por folclore y toques de tango. “Allí está el germen de toda mi carrera, la música para películas, mis canciones, mis búsquedas –dice Santaolalla–. Y ‘Canción de cuna para un niño astronauta’ es totalmente futurista”.

El folclorista Jaime Torres impulsó a Santaolalla a editarlo. “Él es como el Ravi Shankar del charango y yo le decía: ‘Pero, maestro, si yo ni siquiera toco el ronroco con la técnica de ustedes, toco arpegiando’. Él me respondió: ‘Vos encontraste el espíritu del instrumento’”. Los delicados temas llenos de texturas y evocadoras atmósferas lo catapultaron al cine y dieron a conocer este peculiar charango grave.

En este último álbum de estudio, la agrupación argentino-uruguaya expande sus límites estilísticos traspasando las sonoridades del Río de la Plata y la electrónica para internarse en Latinoamérica, la psicodelia y un sonido más orquestado. “Al tocar como banda ha ido decreciendo lo programado. Queríamos explorar otras cosas y este disco lo creamos improvisando a partir de ideas básicas que cada uno trajo al estudio”, cuenta Santaolalla.

Guitarra acústica y pedal steel fueron la base del tejido sonoro para acompañar la historia de Ang Lee. Más allá de la celebrada balada “A Love That Will Never Grow Old”, compuesta con Bernie Taupin, el silencio jugó un papel clave. “Aquí está llevado al máximo porque era un poco la realidad de esos personajes. Es ese ‘tarán’... que se queda y te deja allí suspendido hasta que entra la otra nota”. Su primer Óscar. ∎