Brutal en sonido, demoledor en directo, IDLES nunca ha sido un grupo esquivo a la confesión intimista, a la descarga lírica y catártica de tragedias y pérdidas, adicciones y luchas, contradicciones y anhelos... En su quinto álbum de estudio, “TANGK” (Partisan-[PIAS] Ibero América, 2024), hacen aún más evidente el artilugio. Llamaron a su presente gira “Love Is The Fing” con grafía incorrecta, quizá como guiño a la pronunciación británica, pero en castellano suena aún más cercano al espíritu de la frase: el amor es el fin.
“Volver al amor es todo lo que quiero para mí… Mis ciclos de adicción y de pérdida están en una encrucijada”, escribió el cantante Joe Talbot en un largo texto de presentación. “‘TANGK’ es mi declaración de amor a todos los que me rodean”, reitera justo antes de salir al escenario del Sant Jordi Club de Barcelona, un recinto dos veces mayor que el de su anterior visita no festivalera a la Ciudad Condal –sala Razzmatazz, marzo de 2022– y cuyas entradas estaban agotadas hacía semanas.
Se trata de apenas el inicio, el tercer concierto de la gira tras el lanzamiento de “TANGK”, su disco más cálido y melódico hasta la fecha, donde continúan la línea experimental de “CRAWLER” (2021), explorando matices, atmósferas y sonoridades más sosegadas, sin sacrificar su naturaleza arrolladora. “Queríamos explorar más la composición, ahondar mucho más en las armonías y melodías, cantar más y probar muchas variaciones”, explica Mark Bowen, guitarrista y coproductor de los últimos dos discos. “Intentamos llegar al mismo grado de intensidad y violencia que nos caracteriza, pero a través de otras formas más allá del feedback y el ruido, incluso en los momentos donde Joe canta tierno o vulnerable”. Adam Devonshire (bajo), Lee Kiernan (guitarra) y Jon Beavis (batería) no comparecen en esta ocasión ante la grabadora de Rockdelux, aunque sí ante el objetivo de Òscar Giralt.
Escoltados otra vez por Kenny Beats más el insigne productor de Radiohead, Nigel Godrich, la producción cobra un papel protagónico en el nuevo trabajo del grupo de Bristol, no solo en la configuración de su sonido, sino en la misma composición, expandiendo registros y evadiendo categorizaciones: “Es muy ignorante decir que nuestro debut es un álbum de punk”, afirma Talbot sobre la etiqueta con que inicialmente –se refiere a su primer disco, “Brutalism”, publicado en 2017– los catalogaron. “El siguiente es pop, es post-punk y muchas otras cosas, pero no punk. Llámalo como quieras, pero lo que hacemos es ser esclavos de la canción, de lo que es mejor para la canción”, recalca al hablar del segundo largo de la banda, “Joy As An Act Of Resistance”, que vio la luz en 2018.
“A pesar de todo, la vida es bella”, decíais en “The End”, la canción que cerraba “CRAWLER”. Ahora parece que profundizasteis en ello, cambiando la descarga contra las injusticias por el tema del amor. Al fin de la pandemia todos estábamos ansiosos por conectar otra vez con el mundo y la vida. Pero los últimos tiempos nos vuelven a revolcar en la rabia: la guerra de Putin, el genocidio en Gaza… ¿Por qué optar por un tono más “amable”, quizá hasta intimista?
Joe: Más intimista para quien escucha, pero cada canción que he escrito es íntima. Nunca he escrito acerca de injusticias sociales. He escrito sobre exploraciones personales y la narrativa que he ido construyendo para madurar emocionalmente. Me interesa crear una conexión con la audiencia, pero eso nunca se ha tratado de cambiar el mundo, sino de cambiar mi mundo. Se trata de la salud mental, que se ve afectada por estados emocionales: hambre, miedo, rabia, felicidad. El tono ha cambiado porque musicalmente queríamos escribir canciones con un paisaje diferente. Siempre ha habido injusticias gigantescas en Gran Bretaña, que tiene una gran responsabilidad en el asesinato de millones de personas, incluyendo la gente inocente de Palestina. Pero cambié mi tono, no el contenido, porque sentí la necesidad de evolucionar a la par que mi madurez emocional. Quería usar ese sentido de gracia y empatía.
De hecho, se suele relacionar la evolución de vuestra música con los procesos personales de Talbot, como ahora ser padre y querer cantar sobre el amor. Pero soléis componer la música antes que las letras, así que el cambio vino de la banda. ¿Qué sonoridades queríais explorar?
Mark: Nuestro promotor en España decía que en nuestros primeros discos el sonido no era tan importante, sino la energía. Y es cierto. Siempre nos ha interesado la exploración sónica con pedales de guitarra y cosas así, tratando de diversificar la producción y cómo nos presentamos sónicamente. La gran innovación aquí es que queríamos que la producción diera forma a la composición. Ahora creamos un espacio sónico que algunas veces contiene elementos clave de la canción y otras es más como la sensación de algo, como en “Grace”, que eran dos canciones diferentes y luego se mezclaron. O “Gospel”, que comenzó por una pieza de piano que grabamos con un iPhone y luego sacamos por MIDI a un reproductor. La música llega antes que las letras, pero la conversación acerca de cómo se sentirá el álbum viene incluso antes. Se trata de entender la esencia de donde estamos. En este disco quizá hay momentos donde prevalece mi energía o la de Joe como entidades separadas y, a veces, como que chocan y se mezclan. Se genera una tensión, pero creo que es una tensión magnífica.
Sí, entiendo que la mayoría de los temas los escribiste en la cabina del estudio. ¿Te gusta la sensación de urgencia?
Joe: Es que soy un fan de la música, no un cantante. Formé una banda, pero lo que estaba buscando era un útero. Quería sentirme seguro de nuevo. Llegué a un punto de mi vida en el que tuve que tomar una decisión: ser responsable y aprender a expresarme o terminar en prisión o en la tumba, por drogas y demás. Elegí el pensamiento creativo. Mi padre era artista y me enseñó mucho. Pero tenía la necesidad de ser parte de algo más creativo y con propósito. La realización colectiva de una canción lo es todo para mí porque me permite tener un paisaje para sentir algo que expresar. Si lo hago de la otra manera, sin esa inmediatez, es como si fuera premeditado, empezaría a criticarme o a tratar de complacer a la audiencia. Y eso no es bueno para el arte.
¿Cómo lograsteis integrar los estilos y tendencias de colaboradores tan disímiles como Kenny Beats y Nigel Godrich, además de Bowen y toda la banda?
Mark: Fue una cosa muy abierta porque nadie llegó a imponer su manera. Cuando involucramos a Nigel, le dijimos que queríamos explorar, experimentar, sentirnos incómodos y escribir este nuevo tipo de canciones. Y eso hizo, se aseguró de que trabajáramos al límite de nuestras capacidades y de que todo fuera excelente. Con Kenny es cojonudo trabajar, porque es de esta nueva escuela de mente abierta. No se trata de ego. Se trata de servir a la canción y no de la solemnidad del proceso.
Joe: Kenny está tan rodeado de maníacos ególatras que podrías pasar por alto lo bueno que es. Es un faro, un animador y trabaja muy duro. Alguien tan brillante y tan dispuesto a aprender tiene una energía contagiosa, una locura. En cuanto a Nigel, su presencia es muy fuerte, pero no forzada. Todo fue muy novedoso y rico para todos, porque no es que hubiera muchos ingenieros, había muchos artistas que trabajan de manera diferente. Ahí estaba el riesgo, pero también la magia.
Si bien en los shows prevalece la descarga rabiosa, ahora las composiciones son más complejas, más ricas armónicamente y también la producción en sí. ¿Cómo trasladáis todo eso al escenario? Siempre se puede presionar el botón de “play”, pero no parece muy IDLES.
Joe: Del lado de Bowen hay muchos cachivaches tecnológicos sofisticados. Pero la música es muy honesta y responde exactamente a quiénes somos ahora. Podríamos tocar canciones pesadas durante 45 minutos, pero eso sería aburrido, y tenemos tantas facetas diferentes en nuestro lenguaje…
Mark: Ciertamente hay mucho más que tener en cuenta. Hemos tenido que trabajarlo, también para evitar discordancias entre las canciones antiguas y nuevas, y llegar al punto de interpretar todo naturalmente y simplemente vivirlo, disfrutar con nuestra audiencia. Eso es lo esencial. Hay muchos más elementos, pero también tenemos mucho más control, más con qué jugar. Es más grande, más dinámico… cinemático. ∎