La incredulidad y el estupor eran máximos a medida que avanzaba la mañana del pasado sábado. Solo los más allegados, entre ellos Patacho Recio, guitarrista de Glutamato Ye-yé, estaban al cabo de la calle: a Iñaki Fernández (1961-2025) le habían detectado un cáncer pasadas las últimas navidades que ya había desarrollado metástasis. “Si ves las fotos del pasado verano, con su mujer, Begoña, ves a un tío sano, fuerte…, ¡magnífico!”, explica por teléfono Patacho, que si bien no era su hermano de sangre, sí lo era en cualquier caso, tanto en Glutamato Ye-yé como en Buenas Vibraciones o, lo que es más importante, en su vida diaria y en infinitos momentos compartidos, vacaciones incluidas. “Al principio, Iñaki estaba muy animado; pensaba que iba a salir adelante porque estaba con un tratamiento con el que le habían dicho que se podía; pero hace un mes ya le comunicaron que el tratamiento no estaba dando resultado y se vino abajo y no volví a verlo hasta el viernes”.
La relevancia del personaje, que ha fallecido a los 64 años y fue uno de los más queridos de la llamada “Edad de oro del pop español”, queda de manifiesto con el minuto de silencio que se produjo el sábado por la noche instantes antes de que se celebrara el partido que enfrentaba al Atlético de Madrid con la Real Sociedad en el estadio Metropolitano. Fernández era socio del equipo colchonero y había creado un himno oficioso, “Soy un socio del Atleti”, con música de “El novio de la muerte”, el himno de la Legión.
Iñaki Fernández, nacido en Barakaldo, fue uno de los artistas más aparentemente improbables de la llamada movida madrileña, de la que fue protagonista absoluto desde el primer momento. Aterrizó en ella después de haber formado parte de esa especie de culto hinduista que en Occidente conocemos como hare krishna y de haber vivido a fondo la experiencia hippie en Ibiza y Formentera, siendo todavía menor de edad. Al instalarse en Madrid, frecuentó el parque del Retiro, a espaldas del Palacio de Cristal, donde se reunía la reducida colonia hippie madrileña; pero un buen día, al entrar en un garito de Malasaña y ser increpado por sus pelos largos y andar descalzo, decidió que, efectivamente, estaba trasnochado y que debía adaptarse a los nuevos tiempos.
Eso pasaba, inevitablemente, por formar parte de un grupo de lo que entonces se llamaba “nueva ola”, y se unió al embrión de banda que había montado un amigo de la época hippie de Formentera, Ramón Recio, un letrista que no sabía tocar ningún instrumento, que terminó cuajando con Iñaki como cantante y el hermano de Ramón, Manuel, conocido como “Patacho”, a la guitarra. Y un sinfín de músicos cambiantes completando la formación a lo largo de los años.
Glutamato Ye-yé era fundamentalmente un grupo divertido. No un grupo graciosete: un grupo que agitaba la bandera de la provocación, la irreverencia y el surrealismo. De ahí esa imagen arquetípica del Iñaki de los primeros tiempos, con su bigote entre chaplinesco y hitleriano, que prolongaría en uno de los grupos que formó cuando Glutamato Ye-yé se disolvió en 1986: Iñaki Fernández y Los Beatos, en cuya portada –solo en la primera edición, ya que en muchas tiendas se negaban a venderlo– aparecía con su característico bigote, el pelo largo y una corona de espinas sobre la cabeza…
La irreverencia fue lo que hizo que Glutamato Ye-yé liderara un supuesto movimiento artístico bautizado como Hornadas Irritantes –en el que también se integraron Sindicato Malone, Derribos Arias y Pelvis Turmix– y creado para contrarrestar el auge de los llamados grupos “babosos”, que no eran, como se creía entonces, Nacha Pop, Los Secretos o Mamá, sino los numerosos grupos clónicos de estos que surgieron a continuación, practicando un pop lánguido y melancólico. Para demostrar que no se referían a ellos baste fijarse en un hecho: en 1990 Iñaki y Patacho desempolvaron el nombre de un grupo paralelo que habían creado a principios de los ochenta, Buenas Vibraciones (en el que entonces participaban varios integrantes de Sindicato Malone y Poch, líder de Derribos Arias), en esta ocasión junto a José María Granados, líder de Mamá, para hacer rock psicodélico.
El éxito comercial no lo acompañó pese a que, por mediación de Paco Martín, el hombre que lanzó al estrellato a Hombres G, el grupo abandonó por una temporada la independencia para fichar por la multinacional Ariola, que les publicó, sin mucha confianza, el miniálbum “Todos los negritos tienen hambre (y frío)” (1984), que vendió 40.000 copias. Formado por las míticas “Corazón loco”, “Holocausto caníbal”, “Hay un hombre en mi nevera” y “Narcosis”, el EP “Corazón Loco” (1982) fue el primero del grupo y la referencia 005 de DRO. Y su primer miniálbum, “Zoraida” (1982), el número 009 en el catálogo de la pionera discográfica madrileña.
El siguiente miniálbum, “Guapamente” (Ariola, 1985), no alcanzó esas cifras, aunque todo hubiera cambiado, quizá, si hubiesen sido elegidos para representar a España en Eurovisión –algo que a Iñaki le hacía mucha, pero que mucha ilusión– con “Alicia”, su visión del clásico de Lewis Carroll. Nuestra representante ese año fue Paloma San Basilio. Tras haber publicado el álbum “Vive subida” (Ariola, 1986), el grupo se disolvió. Sus siguiente proyectos tampoco tuvieron demasiada fortuna, pero sí tuvimos raciones de Iñaki y Glutamato Ye-yé en reuniones esporádicas con las que celebrar algo. Patacho afirma que también hay un disco grabado con Casquivanos, el grupo que formó con Germán Coppini (1961-2013) e Iñaki: “No sé qué haré con ese proyecto, porque cada vez que lo voy a sacar se me muere uno de los cantantes. Pero, bueno, imagino que me tocará cumplir con las promesas y sacarlo, por lo menos para que la gente lo escuche”.
Iñaki también probó fortuna laboral con una tienda de artesanía africana, pero terminó trabajando de guarda forestal, en plena coherencia con sus ideas ecologistas y con su ilusión por jubilarse en un pueblito en la montaña. Otra ilusión que, desgraciadamente, tampoco ha podido ver cumplida. ∎

El servicio militar de Iñaki se alió contra Glutamato Ye-yé justo en su mejor momento, cuando el grupo arrancaba y podría haber apuntalado su prestigio, pero tuvo que ser sustituido en directo por Amparo Úbeda, por entonces novia de Ramón Recio. La mili también influyó en que la grabación de su primer álbum se redujera a un miniálbum de siete canciones que, eso sí, son estupendas: “Zoraida”, “Europa”, “El suicida”, “El día que el cielo me dio una sorpresa”, “Algo suena tic-tac”, “El microfilm” y el mantra de su época en los hare krishna, “Hare Krashni”. Años después se reeditó añadiendo las cuatro canciones míticas de su primer EP, “Corazón loco”.

El final de la trayectoria de Glutamato Ye-yé –las sucesivas resurrecciones fueron meramente nostálgicas, a modo de grandes éxitos en directo– coincidió con su mejor disco y su único álbum de larga duración. Con varios himnos antimilitaristas en su repertorio –destacan “Banderín de enganche” y “El desertor”, versión de “Le déserteur”, escrita en 1954 por Boris Vian–, es también el disco más rockero del grupo, en el que se aprecia la querencia de Iñaki por los cantantes de hard rock de los setenta.

Iñaki Fernández y dos ex de Peor Impossible (fueron famosos por ser la banda en la que intervenía Rossy de Palma), la también fallecida Sara Ledoux y Sulpi Molina, formaron este grupo en el que la portada confundía: en vez de un remedo de Deee-Lite (la entonces famosa formación de música de baile), ofrecían sonidos psicodélicos, con guitarras wah-wah, teclados de ambientación gótica, voces deformadas y letras sadomasoquistas (y una versión del “Bella sin alma” de Richard Cocciante). ∎