Jacopo Incani: el rostro de estos tiempos. Foto: Silvia Cesari
Jacopo Incani: el rostro de estos tiempos. Foto: Silvia Cesari

Entrevista

IOSONOUNCANE: cantando en lenguas

Una imagen borrosa en la portada junto a una voz perdida en la mezcla y un sinnúmero de idiomas interaccionando entre sí configuraron “IRA”, el álbum indie italiano más destacado del pasado ejercicio. Se trata de una crónica de viajes sin mapa ni destino final que su autor, Jacopo Incani, presentará en la próxima edición de Primavera Sound Barcelona.

“Es una condición propia, esta del viaje”, comenta Jacopo aka IOSONOUNCANE –“yo soy un perro”, en italiano– a veinte años vista de abandonar su Cerdeña natal para vivir en Bolonia y con la perspectiva de llegar a Barcelona a primeros de junio para presentar “IRA” (Numero Uno-Sony, 2021), un disco sobre travesías sin brújula a la mano. En un mundo que se desentumece después de dos años de pandemia, el relato que propone su tercer disco parece de otro siglo. Pero ocurre justo ahora, debajo de tu casa: el movimiento de una multitud que abandona su hogar para abrazar la confusión. “No he vivido personalmente una situación en la que me haya escapado de la policía o me tuviese que esconder, pero los autores siempre recurrimos a la biografía, de algún modo. Cuando me fui de Cerdeña no era todavía la época de los vuelos ‘low cost’, así que me tuve que ir en barco, sabiendo que era una partida definitiva”, comenta. Al ser hijo de pescador, la idea del arte como aventura a tiempo parcial estuvo descartada desde un inicio: “Mi extracción es proletaria, así que no me podía dar el lujo de pensar que si no resultaba podía regresar”.

Dos décadas después, Jacopo Incani se alza como una de las voces más interesantes del indie italiano, tanto en sus tres discos con su seudónimo canino como en su trabajo en bandas sonoras, producciones teatrales e instalaciones artísticas. Una voz que, paradoja mediante, se pierde en un conjunto de ellas en “IRA”, una fotografía (difusa) sobre la migración y su mezcla cultural. “La portada está directamente relacionada con la idea central del disco. Es una imagen muy difícil de contextualizar en un espacio, no queda claro si es alguien en medio de un espacio abierto o cerrado, si está en medio de la noche o en una habitación muy oscura o en una prisión de cemento”. Ese carácter indefinible habla de “IRA”, una grabación que remite tanto a la desolación como a la vitalidad que genera la supervivencia en entornos ajenos. En resumen, a la extranjería como vivencia cargada de tensión y desconcierto. “Me interesa tratar el tema de la deconstrucción de la nacionalidad, del movimiento de las personas. Podríamos simplificar y decir que es sobre la inmigración, pero lo siento como algo más universal y amplio”. En “IRA”, la desesperación de quien busca expresarse en un lenguaje ajeno permite que la reflexión sociopolítica comparta espacio con lo netamente personal. “Estoy convencido de que sentirse extraño es una situación cotidiana que ocurre en el momento en que soy incapaz de narrarme a mí mismo. Cuando me doy cuenta de la distancia que separa mi pensamiento del resto”.

El claroscuro de IOSONOUNCANE. Foto: Silvia Cesari
El claroscuro de IOSONOUNCANE. Foto: Silvia Cesari

Esperanto perverso

Con una hora y 49 minutos de duración, “IRA” (así, con mayúscula, al igual que “DIE”, su antecesor de 2015) es un disco que exige del oyente, antes que atención, una constante tolerancia a la perplejidad y al desconcierto. No solo por la mezcla compulsiva de estilos –“no hay músicas que no me interesen, a menos que sea algo que considere vacío”, asegura–, sino por el amasijo de idiomas que luchan entre sí para disolverse en una sola lengua: la del viaje como pérdida de la estabilidad y el sentido único.

“Me interesa tratar el tema de la deconstrucción de la nacionalidad, del movimiento de las personas. Podríamos simplificar y decir que es sobre la inmigración, pero lo siento como algo más universal y amplio”

Esta ópera densa construida a base de frases musicales dispersas, como decía Jesús Rodríguez Lenin en su crítica del disco en Rockdelux, tiene un sentido claro para su autor. “Busqué usar diferentes idiomas de una manera extemporánea, aproximativa y descontextualizada para evitar un razonamiento definido. Sentí que, si sustituía los elementos narrativos e intermedios, podía crear una nueva estratificación de sentido”. Debido a eso, la voz de Jacopo, más presente en anteriores referencias –que incluyen un hit en toda regla llamado “Stormi” en 2015–, se funde con el paisaje sonoro. Y, en lugar de contar historias, emite frases donde el italiano comparte espacio, en la misma frase, con el francés, el español, el árabe y el inglés. No es algo premeditado este esperanto perverso para su autor. Parto de la música de una forma muy instintiva y lo que salía me sugería un sentido de desesperanza, de lejanía de casa, como de soledad en medio de una multitud. Y de ello surgió el léxico hasta llegar a la forma del disco. Con antecedentes de rock progresivo en su currículum, surge la pregunta más temida: ¿Es acaso “IRA” un disco conceptual? “Se acerca a la idea que tenían de un álbum grupos como Genesis o Banco del Mutuo Soccorso, pero el concepto aquí no es una historia con un libreto. ‘IRA’ tiene un concepto, pero ello se ve en el trabajo sobre el sonido y el lenguaje. Es una narración que se forma con imágenes, sin un orden cronológico”.

Una nueva Italia, nuevos cantautores. Foto: Silvia Cesari
Una nueva Italia, nuevos cantautores. Foto: Silvia Cesari

El caldero de los cantautores

En la siempre bien servida mesa de los estereotipos, la música italiana aporta grandes compositores de bandas sonoras, rock progresivo y cantautores. Sobre todo estos últimos, dueños casi absolutos de una tradición musical en la que, si no se lleva nombre y apellido, la difusión es menor. “En Italia hay dos paradigmas: los cantautores y el resto. Cuando edité mi primer disco solista en 2010 –La macarena su Roma”, había cierta influencia de ese sonido y fui puesto en ese grupo, pero con los siguientes eso comenzó a cambiar”. Con un pasado progresivo en el trío Adharma, Jacopo Incane se encontró hace doce años sin banda, intentando una carrera solista con un nombre creado a partir, justamente, del título de una canción de Luigi Tenco (“Io sono uno”) mezclado con su propio apellido. “En Italia el concepto de cantautor es algo muy consolador, siempre referido a un pasado glorioso donde todo era bello y justo, una idea muy conservadora para mi gusto”.

“En Italia el concepto de cantautor es algo muy consolador, siempre referido a un pasado glorioso donde todo era bello y justo, una idea muy conservadora para mi gusto”

Si su trabajo en bandas sonoras e instalaciones artísticas no lo había adelantado ya, la edición de “DIE” aclaró el panorama. “En el primer álbum había canciones llenas de palabras, por eso fui incluido en el ‘caldero de los cantautores’. Para el segundo disco, eso fue puesto en discusión y con ‘IRA’ ya completé el camino y se borró el malentendido”. El problema no es la canción, esa joya mimada por los músicos y el público italianos, sino la forma de esta. “En mi cabeza, un tema no es algo de tres minutos, con secciones definidas, con una letra que cuenta algo o, peor aún, que expresa una posición moral. Yo prefiero pensar en composiciones y gracias a eso puedo escribir cosas ‘normales’ y otras alejadas de ello. No me interesa subdividir los géneros”. Gracias a eso, en el material de IOSONOUNCANE se puede escuchar el influjo del recién fallecido Franco Battiato o el mismo Luigi Tenco –a quién versionó hace unos meses con “Vedrai, vedrai”– unido a referencias de lo más diversas: “Siempre he escuchado a Pink Floyd, Robert Wyatt o Radiohead, pero últimamente me interesa mucho el jazz y también cosas como Liars o The Flaming Lips”.

Para quien no tuviese claro aún el espacio propio donde se mueve el músico sardo, este preparó un espectáculo como trío electrónico que recorrió buena parte del territorio italiano el verano pasado. Allí, en sesiones pensadas como un flujo sin interrupción de música, Jacopo repasó su último disco y aprovechó para pulverizar algunas expectativas en el camino. “Tuve una respuesta óptima, pero es un set muy divisivo: una parte del público se va a casa muy entusiasmada, una se queda reflexionando y otra, probablemente, queda algo molesta. Por suerte es así”. No era esa la puesta en escena pensada para “IRA”, que incluía una banda de siete personas, pero es la que logró armar en el incierto panorama del año dos del COVID. Sus planes para el Primavera Sound 2022 incluyen el equipo completo, sin por ello variar la apuesta que mostrará también el 12 de octubre en Barcelona (La Nau): una que desconfía del lenguaje único y pone todas sus fichas en la confusión cotidiana. ∎

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