Joaquín Pascual vuelve en solitario con la edición de “Baladas para un atraco”. Lo presentará en directo el viernes 1 de diciembre en Albacete, la ciudad en que reside. Además, compagina su trabajo de profesor y sus labores de producción y arreglos con la vuelta de Surfin’ Bichos y con los directos de Mercromina.
La actividad de Joaquín Pascual tiene muchas facetas. Profesor de música y musicólogo, también está vinculado al mágico e inconfundible sonido de Albacete a través de grupos cruciales como los reactivados Surfin’ Bichos y Mercromina. Además, ha ido labrando una carrera en solitario la mar de interesante desde 2009, con discos tan especiales como “El ritmo de los acontecimientos” (2009) o “EX” (2018) o el todavía cercano “(Valencia 2019)”, que autoeditó en 2021. Su nuevo trabajo se titula “Baladas para un atraco” (dad-Lucinda, 2023). Un disco con un banco y billetes volando en el aire que va a presentar en directo esta misma semana, el viernes 1 de diciembre, en la sala Sideral de Albacete.
Hace arreglos para el prolífico productor Paco Loco, y también produce de forma ocasional: coprodujo “Disociación” (2023), el sexto álbum de los donostiarras AMA, y ahora está con lo nuevo de Anari. “Me gusta grabar y producir, la verdad. Pero también es una cosa que requiere oficio, y yo tengo oficio de músico. Para grabar ciertas cosas prefiero ir al estudio de Paco Loco y registrar las canciones. Pero el tema de arreglos, estructuras, lo que es la preproducción, me mola mogollón. Siempre he tenido estudio en casa, me gusta mucho grabarme y hacer mis registros de canciones. Luego voy a Paco, igual llevo veinte pistas mías y de esas utilizamos cuatro en el estudio porque están muy guay. Con mis discos me gusta que mezclar y terminar el disco lo haga alguien, para tomar distancia y tener una visión objetiva. Cuando trabajo en producciones para otros grupos me siento tranquilo porque el toque final, la producción final, la ve y la ajusta otra persona. Para grabar tengo ideas, pero no tengo ni suficiente oficio ni suficientes aparatos”, nos explica por teléfono.
Con Paco Loco has conseguido crear ese punto familiar, ¿no?
Sí, exacto. Paco me ha llamado muchas veces para decirme “tengo esta movida ahora para colaborar con Víctor Manuel para grabar el himno de Asturias, o una movida con Enrique Bunbury que van a hacer no sé qué para Movistar”. Paco me llama, me bajo (a El Puerto de Santa María, donde el productor tiene su estudio) y lo hacemos: él más la producción técnica y yo más la producción artística, los arreglos. Yo ayudo y estoy tranquilo porque sé que todo el tema técnico de la grabación lo va a llevar él. Hemos creado un tándem. Cuando curramos juntos para otros discos estamos muy a gusto, porque yo confío mucho en su forma de asesorar y de activar las cosas. Él también confía en mi estilo de arreglos y de estructuras. Se funciona muy bien así, como antiguamente hacían los estudios en los sesenta y setenta, que tenían técnicos pero también arreglistas contratados; un tío que me lo va a escribir, lo va a hacer de puta madre y encima va a sonar increíble. Pero las plataformas digitales han hecho que no se vendan discos y ahora todo eso es inviable. Antes la gente pagaba por la música, pagaba por un disco, y ese dinero que pagabas permitía esa estructura, que ya no existe. Para empezar, la mayoría de los grupos graban prácticamente en su casa casi todo, normalmente tienen que dedicarse a hacer las labores de técnico. Tienes que aprender a utilizar la técnica de grabación y luego hacer tus propios arreglos.
Has tenido una labor pedagógica importante. Hace unos años elaboraste una nueva pedagogía para enseñar música.
Lo empezamos a hacer Ángela Romaní, mi pareja, y yo hace como unos ocho años.
¿Se trataba de enseñar la música de otra manera?
Sí, desde mi visión un poco personal, como docente, como pedagogo. Estudié Magisterio, luego hice Musicología. Empecé a trabajar en la docencia y, como todo el mundo, aprendí a desarrollar mi propio estilo con lo que me gustaba enseñar y cómo me gustaba enseñarlo. Llevaba más de veinte años trabajando. Empecé a recopilar la información que tenía de todo lo que había hecho en los coles, lo que tenía mucho poder emocional y que veía que funcionaba muy bien, y me puse a escribir sobre ello. Lo compartí en la Facultad de Educación de Albacete en unas ponencias y a la gente le gustó. A raíz de eso, Ángela y yo hicimos una pequeña editorial, porque la gente me lo estaba pidiendo, y lo comercializamos. Ha ido superbien, no para de crecer y a la gente le gusta. Es una propuesta educativa que comparte muchas cosas de los estilos tradicionales de la música activa que se generó en Europa a principios del siglo XX: Jaques-Dalcroze, Willems, Martenot, Orff, Kodály, que son los primeros que empezaron a introducir la música en las escuelas, en la educación primaria. Comparte algo de ese pensamiento musical antiguo pero todavía muy vigente, porque nunca pasa de moda. Luego tiene una visión muy social de la música, que es lo que creo que más he aportado. Es decir, enseñar a los alumnos desde la perspectiva de uso y la utilización de la música en la sociedad, no de una manera aleatoria. Vamos a aprender esto y vamos a ver el contexto en que esto se usa, por qué se usa, qué sentido tiene, cómo se escucha, dónde se escucha, en qué momentos. Vincular la música a lo que es la vida social de cada momento de la historia. Creo que el enganche que ha tenido entre el profesorado es porque intenta aportar mucho significado a lo que se enseña. Es muy diferente a enseñar una canción sin saber de dónde viene, ni para qué sirve, ni cómo se ha utilizado, ni cómo se ha compuesto, ni la época en que se hizo, por qué se hizo así y no de otra manera. Todo ese contexto es lo que he aportado a la propuesta y lo que creo que más ha enganchado. Una actividad que introduje un poco a lo loco fue con una pieza de Brian Eno, “Music For Airports”, que compuso inspirado en los aeropuertos ingleses. Les encanta esa actividad porque sale un proyecto sobre la calma y la ira y sobre las emociones. Es música que Eno hizo para que la gente estuviera tranquila cuando fuera a volar, ultrarrelajada. Más contextualizado que eso no hay nada, es una música hecha para que estés tranquilo en ese lugar.
Has publicado muchos discos en solitario. Todos ellos creo que son conceptuales y este tiene todavía un concepto más claro en la estructura, que explica muy bien Nacho Vegas en el texto que te ha escrito para él. ¿Tiene algo de road movie llevada a la música y a la historia que quieres contar?
En realidad casi todos los discos que he hecho tienen un poco ese rollo conceptual. Pero no tanto como este; este es un poco novelado, una historia que vas contando, que arranca en un punto y se desarrolla. A partir de “El ritmo de los acontecimientos”, un disco superconceptual, lo necesité; me hacía falta encontrar un punto de partida. Y me cuesta más encontrar ese punto de partida que hacer el disco. La idea surgió de una conversación con Fernando Alfaro y Jorge Tórtel en Valencia. Estábamos tomando unas cervezas y, en un momento de la noche, Fernando empezó a desvariar. A decir que la música ya no nos daba lo que necesitábamos; sí emocionalmente, pero que éramos unos pobres y que dentro de nada íbamos a ser unas personas ya mayores e íbamos a tener un montón de necesidades de todo tipo, como medicinas, drogas legales e ilegales; que no podíamos estar sufriendo y que había que hacer algo. Empezó a decir que ya llevaba tiempo pensando en hacerse atracador. Al principio me partía el culo, pero luego me pareció guay. Empezamos a desvariar con qué haríamos, dónde viviríamos y que nadie sospecharía de nosotros porque seríamos personas mayores. Aquella conversación se me quedó ahí grabada. Fernando es mucho más punk que yo, yo soy mucho más melancólico. Luego la llevé al terreno de estar los últimos días de tu vida con tus mejores amigos y amigas, cometiendo pequeños delitos un poco románticos. Vivir juntos, pasar juntos la vejez y tener todo lo que necesitáramos. Tener el suficiente dinero, la suficiente soltura como para poder permitirte no tener ningún tipo de dolor ni sufrimiento. Disfrutar con tus colegas en un pueblo de la España vaciada, con dinero y todo lo que necesitas. Siempre había una nube de drogas alrededor de todo, había una especie de almacén de productos que nos iban a hacer felices, pero no se habló ni de coches ni de motos, sino de ese almacén de lisergia. Lo pensé y me decía: “Qué situación más cojonuda, imagínate con tus colegas en un campo, disfrutando de los últimos momentos de tu vida entre toda la amistad y el amor de toda tu vida”. No deja de ser un homenaje al amor y a la vejez acompañado de la gente que quieres. Tiene ese título de “Baladas para un atraco”, pero en realidad son canciones de amor.
¿También imagino que habrá algo de esa literatura de maleantes?
A mí me gusta mucho todo lo que sea un poco cercano al wéstern; por ejemplo los libros de Juan Rulfo, “El trampero” de Vardis Fisher, los libros de Cormac McCarthy. Toda esa novela polvorienta, ambientada en esos parajes enormes que a la vez son asfixiantes, en los que la gente cabalga y cabalga y nunca llega a ningún sitio. La portada del disco tiene el color verde de la edición que tengo yo de “El llano en llamas” (1953), de Juan Rulfo, que es uno de mis libros favoritos. Cuando Pablo Errea me dijo de hacer la portada, que me flipa, lo único que le dije es que me gustaría que tuviera este color para que de alguna manera me recordara al libro, porque es la historia de personas mayores que con esos atracos están intentando buscarse la forma de vivir juntos. Y mi idea era hacerlo un poco novelado. Lo que pasa es que al final empecé a desarrollar las canciones como capítulos. Y las primeras canciones, como “El atraco” o “Un final abierto”, forman parte de esa pequeña novela. Luego me di cuenta de que estaba empezando a hacer otras canciones que eran un poco más reflexivas, que se salían de la novela, que eran como segundas visiones. Las canciones finales, como “El presente”, “Lo bueno” o “Empezar de cero como si nada”, se salen de ese argumento, ya no son tan noveladas, son como un epílogo que ya no está en el libro.
En solitario has construido una manera de aproximarte al pop, a la efusividad de guitarras, a una búsqueda distinta. ¿Has explorado esa vertiente más intimista o de pop de cámara?
Sí, siempre me ha gustado cambiar sobre lo que escribes o cómo te enfrentas un poco a los textos, a la composición. Creo que mantengo una línea más o menos coherente. Pero me gusta que cada disco tenga su propio universo sonoro. “El ritmo de los acontecimientos” es el disco más punk: guitarras y voz todo a primera toma. En esa época de mi vida me propuse hacer una canción por día, aunque fuera una mierda o durara un minuto. Lo que quería es que el disco fuera como un diario. Si hice cincuenta canciones, escogí diecinueve. Luego, en “La frontera” (2012), ya pensé en trabajar con una banda, porque hacía mucho tiempo que trabajaba solo. Es un disco de banda con la idea de la frontera, de la comunicación mental entre las personas y cómo las imágenes que uno ve o sueña también las sueñan los demás. Intenté buscar esa conexión. Es un disco psicodélico, muy expansivo. En “Una nueva psicodelia” (2015) me apetecía un formato un poco más electrónico, con cajas de ritmos, y también cambió un poco la estructura compositiva hacia eso. Y luego ya vinieron los discos de piano –“EX”, “(Valencia 2019)” y “La frontera Scores Vol. 2 Solo piano” (2021)–, que para mí han sido un refugio brutal, que respondió a esos años tan extraños de prepandemia y pandemia. Empecé a tocar el piano, que lo tenía muy abandonado, y me compré un piano de pared. Fueron unos años superexcitantes con las canciones de los discos de piano. Y ahora, con “Baladas para un atraco”, me apetecía un rollo más polvoriento, más rock, más wéstern, y volví a la guitarra. Le dije a Paco: “Me apetece hacer un disco como los de Gainsbourg de los años sesenta o como los primeros de Scott Walker”. Busqué una manera de autoexcitarme. Es como ponerte delante un reto: “a ver sí lo consigo hacer así”. Es mi pequeño secreto para poder conseguir que cada disco se vuelva interesante por el tema y por las sonoridades. ∎