Evaristo Páramos (Tui, Pontevedra, 1960) es uno de los pocos que ha conseguido vivir del punk. Cuando le preguntas por qué algunos lo consideran “un vendido”, responde:
“Ni idea... ¿envidia de pene?”. Y, sin embargo, se ha mantenido siempre dispuesto a hablar y no esconde un carácter abiertamente politizado. Si en su entrevista de 1989 para el programa ‘Plàstic’ de TVE-2 llevaba un parche de “Boikot Olimpiades”, ahora optaría por un “Boikot a todo”, aunque para la ocasión ha elegido una camiseta del Palestino.
“Es un equipo de fútbol chileno que le cae simpático a todo el mundo. Es curioso, porque cuando dices que eres antiisraelí te acusan de antisemita, pero nos olvidamos de que los árabes también son semitas. Lo son todos los hijos de Sem, Cam y Jafet. Además, fíjate, es roja, blanca y verde. Parece la ikurriña... ¿qué más quieres?”.
Mientras para unos Evaristo es un vendido, otros lo aúpan como un emblema del punk. Para ellos también tiene respuesta:
“Intentaron que todos fuéramos el Cojo Manteca, un chaval que merece todos mis respetos, pero que no representaba la idea del asunto. Es lo que siempre pasa: tú puedes decir mil cosas muy sensatas, que enseñen a la gente y muevan cabezas, pero, si sueltas algo tipo Chiquito de la Calzada, te van a sacar el ‘comorl’ y, en cambio, todo lo demás no. Con él sucedió lo mismo: lo tergiversaron, como hacen ahora con los okupas. Siguen escribiendo ‘ocupa’ con k cuando hablan de una mafia que le quita el piso a una vieja... ¿no es incorrecto en castellano? Pueden ponerlo con c como lo han hecho toda la vida. ¿Es eso en realidad un okupa o estamos jugando? Con lo del Cojo Manteca ocurrió igual: hacen que el punk sea aquello que ellos decidan. Así es como va la jugada: consiste en darle la vuelta al asunto y meterlo en la cabeza de quien les conviene, de esa mayoría silenciosa que le gusta tanto a Inés Arrimadas”.
Evaristo ahora vuelve a estar en boca de todos por su regreso con
La Polla Records y el álbum
“Ni descanso, ni paz!” (Cultura Rock, 2019), un refrito de canciones de
“Salve” (Soñua, 1984),
“Revolución!!” (Soñua, 1985) y
“No somos nada” (Txata, 1987). Pero también formó parte de The Kagas –con miembros de RIP– y de The Meas, y aún continúa con su banda Gatillazo, con
Raúl Lasa “Txiki” e
Iker Igeltz “Tripi”, que integran la segunda formación de La Polla, completada con
Manuel García “Sumé” y
Abel Murua. En sus inicios, intentaron ponerlo al frente de una etiqueta (rock radikal vasco)
“que les sirvió a algunos como arma arrojadiza. Pero ya no dispara, mamonazos”. Vivió la época de las avalanchas sobre los escenarios (
“lo normal era subirse porque todos tenemos derecho y bla, bla, bla”), la de los lapos (
“parecía una obligación escupir y ser escupido. Yo las obligaciones no las aguanto, y si te lo hacen en la calle, hay hostias... ¿a que sí?”) y también la del famoso “sonido frontón”:
“En los frontones es donde salió la famosa frase de ‘tranquilos, esto con peña cambia’. Si solo el ruido que mete la pelota ya te vuelve loco, imagínate con vatios”. Porque antes de llenar estadios con su recién inaugurada gira de retorno, La Polla Records había pasado por todo tipo de festivales que quedan bien retratados en sus memorias “Qué dura es la vida del artista” (Desacorde, 2018).