Hermandad de experimentación folk. Foto: Belén Vidal
Hermandad de experimentación folk. Foto: Belén Vidal

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Maestro Espada, murcianos totales

Con tan solo dos canciones publicadas el año pasado en el sello La Castanya y, eso sí, un buen número de comentadas actuaciones en su Murcia natal, Cartagena o Barcelona, Maestro Espada se han situado en la pole position del neofolk nacional. Su participación en festivales internacionales ya es un hecho y, lo más importante, ultiman su primer álbum con la cotizada ayuda de Raül Refree.

En cualquier tipo de arte, mirar hacia adelante siempre implica hacerlo hacia atrás, aunque sea de forma inconsciente. No es este último el caso de Alejandro y Víctor Hernández, quienes decidieron hace muy poco tiempo sumergirse en la música tradicional de cercanía, potencialmente la que más llega al corazón. “El cancionero panocho” (1900), del folclorista Pedro Díaz Cassou, o los artículos de José Martínez Tornel, fundador del ‘Diario de Murcia’, han sido algunas de sus fuentes. Dar con tus raíces más profundas, desentrañarlas audazmente pero con respeto y crear una visión propia, novedosa pero comunicable, es la idea que muchos artistas del folk contemporáneo se han propuesto desarrollar con mayor o menor éxito. Maestro Espada añaden, por descontado, el aspecto de la “murcianidad”. Un fenómeno identitario de baja intensidad equiparable al deportivo estatal –creo que desde el gol de Iniesta– del “yo soy español”. Ahora, con Carlos Alcaraz, están que lo petan.

El press kit táctico de Maestro Espada, amablemente proporcionado por su sello catalán, no dice casi nada del pasado inmediato de la pareja. Alejandro, además de cantar en el grupo Vespertine, firmó como Álex Juárez un EP, “Visitante” (2020), con temas de incipiente gen idiosincrático como “Tan murciano”. De Víctor, partícipe y autor en al menos un par de bandas sonoras para películas, también puede rastrearse en las plataformas digitales el EP de título “Nonduermas” (2017). Se publicó con el sobrenombre de Rey Lobo. Ambos trabajos tienen una factura excelente y su enfoque es de cantautor acústico. Nada que ver con la epifanía huertana que se avecinaba. Además, no cantaban con acentico.

Álex Juárez y Víctor Rey Lobo. Foto: Belén Vidal
Álex Juárez y Víctor Rey Lobo. Foto: Belén Vidal
El flamenco cuenta con intérpretes atrevidos (Niño de Elche), así como la música popular decimonónica (Víctor Herrero con Lorca), la gallega (Baiuca) o la mediterránea antigua (Tarta Relena). No resulta tan evidente en el caso de la murciana. Maestro Espada, además de leer mucho, también se han sumergido en el mundo luthier y festivo de las cuadrillas. Su música transpira, además, un sentimiento ritual y pasionario, una mística de lo sencillo donde lo mimético –que no imitación– adopta formas minimalistas, jondas y espaciosas. Entre sus herramientas cuentan las panderetas y castañetas. Esta última es una percusión típica de la zona que han aprendido a percutir casi como samuráis con un theremin de timbre rural. Pero no hay que engañarse, Víctor y Alejandro producen una música sofisticada con predominio de la electrónica y de las voces propias –ambos comparten esta tarea– o sampleadas, lo cual puede apreciarse en piezas como “Estrellica” y las todavía inéditas “Nana” o “Bolero”.

Concierto en la caja escénica del Teatro Jovellanos de Gijón, el 31 de julio de 2022.
Tampoco se debe confundir sofisticación con pedantería y estas fusiones de sonidos a priori antitéticos suelen correr ese peligro. Pero si alguien puede jugar a Nicolás Flamel es Maestro Espada. Su piedrecita filosofal es, por ahora, un solitario single doble de dos canciones –editado también en precioso disco de vinilo, entre los mejores EPs nacionales de 2022 según Rockdelux– ya producidas por Refree, donde el silicio sintético y la caña fluvial se transforman en oro de ley. “Murciana” y “Estrellica”, para las que se grabaron sendos videoclips, son por tanto las dos perlas-semilla de su incipiente catálogo. La primera es una revisión futurista de la malagueña murciana, una forma de fandango cantado en versos octosílabos –viene en la RAE– típica de las mencionadas agrupaciones musicales, no las del matador con sus banderilleros y picadores, sino las cuadrillas que se reúnen en fiestas locales y certámenes como el de Barranda, una pedanía de Caravaca de la Cruz, junto a la ciudad de Murcia. Maestro Espada añadieron versos de su cosecha, otro adaptado de un “poema árabe que lleva siglos cantándose en Murcia”, según cuentan en Instagram, y uno de la Cuadrilla de Patiño, con quienes comparten coro final en modo canto gregoriano.

La malagueña “Murciana”, con el misterio a los coros de la Cuadrilla de Patiño.
Este 2023 se presenta prometedor. Vienen de actuar el pasado mes de enero en el festival holandés Eurosonic y esta misma semana tenían programado concierto en el South By Southwest de Austin, Texas. Si hay algo que todavía funciona mejor que el granel de las redes es el anzuelo del boca a boca. De esta forma conocimos la existencia de este dúo que transmite en directo una autenticidad rara y delicada, pero con una fuerza a la vez oscura y luminosa, como un paso de Semana Santa que le cantara a la vida y que te deja, eso mismo, con la boca abierta. En el coso también han sido subalternos de Guitarricadelafuente, para quien adaptaron al vivo “La cantera” (2022), su primer álbum con el ubicuo Refree de nuevo en los créditos. Una aclaración, que ya va siendo hora: el nombre del dúo no es taurino, por mucho que la imaginación nos haga una verónica. En realidad es el nombre de una calle de Librilla –allí vivían sus abuelos– dedicada al maestro fundador de la primera banda musical del contorno.

“Estrellica”, melancolía interiorizada.
Pero lo que ahora mismo nos mantiene con las orejas tiesas es su inminente primer álbum. Un trabajo en el que quizá incorporen piezas del directo como “Cartagenera”, “Trilla”, “A nueve” o “Parranda”, joyicas sutiles y de compleja sencillez. Rasgos paradójicos pero acordes con el perfil bajo de estos autores permeados por la música industrial, el ambient y hasta el heavy metal. Hablar de originalidad en el neofolk es como mentar los ajos a un vampiro. Pero Maestro Espada está sabiendo ponerle un rejón a la ortodoxia –vuelvo al símil taurino– con su autorizado beneplácito. Y esto sí que tiene mérito. ∎

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