La figura imponente de Bob Marley pareció eclipsar por momentos a los demás representantes de la mejor generación de músicos jamaicanos, los pioneros Jackie Mitoo, Justin Hinds y The Skatalites, Gregory Isaacs, Burning Spear, Dennis Brown, Augustus Pablo, The Abyssinians, Bob Andy, Delroy Wilson, Toots & The Maytals, Alton Ellis, The Paragons, Ken Boothe, The Heptones Horace Andy, Marcia Griffiths, Jacob Miller, Dave Barker, John Holt, Lee Perry, Peter Tosh o Bunny Wailer. Pero esa pérdida tan solo ocurrió en el corazón de la grande Babylon porque en la “isla del tesoro” siempre apreciaron como se debe a quienes situaron el reggae en el pináculo de la música popular. Como el gran Max Romeo (1944-2025), uno de los gigantes indiscutibles de un género cuyo pálpito aún perdura en los himnos de todos los guetos de este mundo cada día más dominado por las fuerzas del mal, a las que Romeo nunca se cansó de denunciar.
Nacido Maxwell Livingston Smith el 22 de noviembre de 1944 en la parroquia (entendida en el sentido de región administrativa) jamaicana de Saint James, una de las catorce en que los británicos dividieron su antigua colonia, pronto se afincó con su familia en la vecina Saint Ann, uno de los viveros del reggae: allí nacieron Bob Marley, Marcus Garvey y Burning Spear, entre otros. Tras ganar un concurso local de vocalistas y pelearse con su padre y su madrastra, se marchó a Kingston y se enroló en el trío The Emotions, una de las muchas bandas vocales que brotaron en la isla tras la independencia, devotas todas ellas del mento y el incipiente soul estadounidense. Allí, en plena era del rocksteady, se ganó el apodo de Max Romeo por su capacidad para enamorar a las jovencitas que lo escuchaban cantar aquellas melodías tan dulces.
En 1968, ya en solitario, obtuvo su primer gran éxito en las listas jamaicanas con un single producido por Bunny Lee, “Wet Dreams”, literalmente “Sueños húmedos”, que pronto se convirtió en clásico en los cenáculos británicos devotos del ska y el reggae, manteniéndose varios meses en las listas a pesar de que fue prohibido en la BBC, por considerar subido de tono el relato de un tipo que todas las noches tiene sueños húmedos con su chica.
El formidable éxito de aquel disco condujo a Max Romeo a Londres para actuar en el Festival de Música Caribeña celebrado en el Empire Pool, con figuras punteras en el Reino Unido como Desmond Dekker y Johnny Nash. Allí aprovechó para grabar su primer álbum, “A Dream” (1969), en la discográfica Pama Records, donde ya asomaron claras referencias a la ideología rastafari.
Volvió a Jamaica en 1970 convertido en una estrella, grabó el álbum “Let The Power Fall” (Dyanamic Sounds, 1971), gema del roots reggae cuyo tema homónimo fue adoptado por el People’s National Party (PNP) de Michael Manley como himno de la campaña electoral que ganó en 1972 con el apoyo explícito de Romeo y Bob Marley, aunque tiempo después ambos músicos terminaron decepcionados cuando constataron que los cambios no llegaban a las capas más desfavorecidas de la sociedad jamaicana.
Después de grabar el álbum “Revelation Time” (Black World, 1975), Romeo tuvo su gran oportunidad artística al trabajar con el productor Lee “Scratch” Perry en los míticos estudios Black Ark y alumbrar el mayúsculo “War Ina Babylon” (1976), que fue distribuido en todo el mundo por Island Records, consciente Chris Blackwell de que se trataba de una de las obras maestras del reggae, entonces ya en boga tras los éxitos de Marley con “Natty Dread” (1974) y “Rastaman Vibration” (1976) y el eco de la película “The Harder They Come” (Perry Henzell, 1972), protagonizada por Jimmy Cliff.
En 1978, cansado de la violencia institucional desatada en su país, Max Romeo emigró a Nueva York, donde coescribió y protagonizó el musical “Reggae”, que fracasó. Grabó como corista con The Rolling Stones en un tema “Dance (Pt. 1)” del álbum “Emotional Rescue” (1980). Keith Richards, que lo veneraba, le devolvió el favor como guitarrista y coproductor en el LP “Holding Out My Love To You” (Shanachie, 1981). De vuelta a casa, abrió un estudio de grabación en su casa de Treadways, al sureste de Jamaica, y no cesó su actividad, haciendo gala siempre de su fe rastafari y su militancia política contra la injusticia social y el imperialismo. En 2023 regresó a Europa en una última gira, mientras demandaba a Universal por impago de derechos en torno a 15 millones de dólares. No tuvo tiempo para más. Falleció por complicaciones cardíacas el 11 de abril en un hospital de Saint Andrews, cercano a su domicilio. Tenía 80 años. ∎

Casi todo este primer álbum de Max Romeo se grabó en Londres con los Rudies como banda de acompañamiento, aprovechando ya desde su insinuante portada el escándalo de la canción que lo encumbró, “Wet Dreams”. Aunque el propio cantante asegurase una y otra vez que la letra se refería a un hombre empeñado en reparar el tejado agujereado de su casa, los censores de la BBC no se tragaron esta curiosa manera de interpretar una historia tan lubricante. Completan un puñado de baladas románticas y percusiones rastas aquí y allá.

La carrera de Max Romeo se disparó cuando dejó a su segunda banda, los Hippy Boys, y apostó por la imaginería rastafari. En este álbum, producido por Clive Hunt a caballo entre Randy’s y Black Ark, brillan piezas espirituales como “Blood Of The Prophet”, odas a la ganja como “A Quartet Pound Of I’cense” y piezas militantes como “Socialism Is Love”. En 1978 se reeditó en Estados Unidos con el título “Open The Iron Gate” y temas extra como “No Joshua No”, donde arremetía contra la ambigüedad política de Michael Manley.

Obra maestra absoluta, a la altura de los mejores discos de Marley, con canciones prodigiosas como la que da título al álbum o “Chase The Devil”, donde el artista declara la guerra abierta a Lucifer, una pieza hipnótica, sampleada o recreada por artistas tan diversos como The Prodigy, Madness, Mad Professor o Kanye West. El de Romeo, por cierto, fue uno de los cuatro elepés mágicos que produjo Lee Perry en Black Ark entre 1976 y 1977, junto a “Super Ape” de The Upsetters, “Police And Thieves” de Junior Murvin y “Heart Of The Congos” de The Congos. ∎