Si hay dos palabras que vienen a la cabeza a la hora de describir el contenido de “The Avoider” (Cielos Estrellados-Montgrí, 2024), el sexto disco ya de Mourn, son “cuidado” y “directo”. No parece casualidad que las mismas puedan aplicarse a algunas relaciones de amistad, a cómo hablamos y tratamos a las personas a las que queremos. A esos espacios de construcción de vínculos desde cero, perfeccionamiento de confianza, quizá laboratorios de mundos mejores.
A pocos días de que el álbum vea la luz, Jazz Rodríguez (voz y guitarra), Carla Pérez Vas (voz y guitarra), Leia Rodríguez (bajo) y Oriol Font (batería) bromean entre sí frente a los azulejos y la carta de la Bodega Solera, uno de esos sitios que prueban que Cádiz y París están a la misma distancia de Barcelona.
¿Qué pensáis que encontrará la gente en “The Avoider”?
Carla: Lo primero que le llamará la atención a la gente es que hay instrumentos nuevos.
Jazz: Quizá letras duras y un sonido positivo que adorna con buen rollo temas de los que es difícil hablar.
Oriol: Hay sintes y un toque un poco más pop.
¿Cómo ha sido el proceso de composición y grabación del disco?
Jazz: Hemos trabajado sin una fecha marcada. Algunas canciones estaban hechas justo después del cuarto disco. Íbamos enviando todo al grupo y Uri se rompía la cabeza con las baterías.
Oriol: Sí, porque vivimos en sitios distintos y es complicado.
Leia: No ha habido presión por sacar el disco. En otros sí que hemos ido más a piñón y en este ha sido un proceso más natural, no teníamos el turbo puesto.
Carla: Algo especial que hemos hecho por primera vez es que cogimos un estudio con Lluís Cots para grabar demos. Así pudimos ver claros los temas antes de ir al estudio.
Jazz: Ahí fue cuando oímos las baterías. También sirvió para saber cómo funcionaría meter las trompetas. Y luego grabamos con Santi Garcia, que tuvo muchas ideas. Además, su manera de decirte “oye, prueba esta otra cosa a ver qué tal” es muy desenfadada. Nunca te sientes presionada o como si lo tuyo no fuera suficientemente bueno. Es como “esto está guapo, pero hagámoslo todavía más guapo”.
Leia: Y no paramos de hacer bromas y nos metemos comilonas que flipas.
Las trompetas y los sintes, que ya habéis mencionado, dan aire de cambio, pero todo suena a Mourn.
Jazz: Los sintes estaban en las demos caseras, pero dijimos que con Santi ya veríamos si en su lugar poníamos guitarras o no.
Leia: Y Santi dijo “¡es la polla, tenemos que dejar los sintes!” (risas).
¿Es un disco más luminoso que otros vuestros?
Jazz: Creo que vamos un poco por ese camino. En el segundo disco quisimos hacer estructuras más complicadas, en el tercero había más rabia y en el cuarto ya íbamos más hacia la luz. También la necesidad de expresar rabia cambia con el tiempo.
Carla: Hay mucha terapia, también te digo. Con 17 años estábamos más punkis y ahora más tranquilas.
Leia: Influye que estás en momentos de tu vida muy distintos. Si escuchas una canción del primer disco y del último no casan demasiado, pero si te fijas en la progresión sí hay un sentido.
Jazz: También pierdes el miedo a hacer algo más pop. Cuando empezamos, yo llevaba solo uno o dos años tocando la guitarra. Ahora puedo hacer más cosas.
¿En qué momento está Mourn?
Jazz: Pues son diez años, pero yo tengo la columna vertebral como si hubiesen sido treinta. Es nuestro momento más chill. Vamos con calma. Es una nueva etapa con Montgrí, decidiendo con tranquilidad lo que queremos hacer. Llegar a este momento nos ha costado mucho.
Cuando en un futuro queráis transportaros al pasado, tendréis fácil saber cómo os sentíais gracias a las canciones. Tenéis grabada vuestra juventud. Además, de Chicago a Osaka o de Londres a Estocolmo, habéis girado un montón juntas.
Leia: Lo vivimos de maneras distintas. Cuando empezamos, ellas tenían 18 y yo 14 o 15. Desde hace un par o tres de años ya lo vemos todo desde el mismo prisma.
Jazz: Me acuerdo que decías “jo, es que este finde tocamos otra vez y yo quiero quedar con mis amigos”. Hemos vivido cosas bizarrísimas, en plan estar en Cleveland, a esa edad, en un sitio medio skate park medio bar, lleno de gente pasada, con las mesas y las sillas atadas con cadenas al suelo… Tocas y dices “todas a la furgo, nos vamos ya de aquí”. Pero al final vuelves a casa y dices “ahora me iría otra vez”.
Leia: Lo valoro y sé que es una experiencia de la hostia. Miras para atrás y aprendes un montón.
Carla: Algo muy positivo de haber girado tan jóvenes es que te ayuda mucho a conocer quién eres cuando no estás con tus padres o lejos de tu entorno. Se crean roles sin necesidad de hablarlo: tú miras el GPS, yo hablo con el de la sala, etc. Esto es casi más que una relación romántica, no voy a vivir esto con nadie más. Me ha ayudado a ser la Carla que soy en 2024.
Jazz: Es que entramos en la edad adulta pasando juntas las 24 horas.
Mourn es un grupo de música y de amigas.
Leia: Es superimportante para nosotras esta amistad, porque el ambiente así es muy distinto tanto en el escenario como de gira. Y aquí entra Uri, que es una persona que aporta mucho al grupo. Creo que somos todos amigos de verdad, que nos preocupamos por el bienestar del otro.
Oriol: El primer día que quedamos para ensayar fue como si nos conociésemos de hace tiempo. Fue todo superfácil. Desde el principio noté que eran colegas a muerte y yo me siento como en casa.
Me sorprendió que en una entrevista contabais –Jazz y Leia– que de pequeñas nunca tocabais en casa con vuestro padre, Ramón Rodríguez (The New Raemon y cantante de Madee).
Leia: No le gustaba ponernos sus temas. Nosotras escuchábamos sus discos porque mi madre los ponía. Ahora ya sí nos manda tres mil millones de versiones de las demos.
Jazz: De hecho, si cogía la guitarra con nosotras era para tocar una chorrada y hacernos reír.
O sea, que quizá Mourn no empezó en casa.
Leia: Un día, en clase, me llegó un folleto de que abrían la escuela de música del pueblo. Decía “¿Quieres tocar en una banda?”, y yo “¡hostia, qué guapo, sí que quiero!”. Cuando le dije a mi padre que quería apuntarme, no se lo esperó. Yo me apunté a bajo y Jazz a batería.
Jazz: Y no a guitarra porque me daba vergüenza llevarla porque era de Hello Kitty. Tenía 14 años. Ahora me encanta esa guitarra.
Diría que hay quien da por hecho que la gente joven ya no forma grupos de música.
Leia: Yo de los 3 a los 5 años quería ser un chico y hasta que no fui más mayor no me di cuenta de que lo que quería era poder hacer las cosas que hacían los chicos. Soñaba con estar en un escenario, pero con esa edad no veía referentes chicas.
Jazz: Nosotras tuvimos una oportunidad y fuimos a por ella. Hay gente que tiene cuatro o cinco grupos, como Uri. Pero, oye, que no pasa nada si te gusta el reguetón. Si necesitas esa euforia y esas ganas de moverte, ¿por qué no ponerte las sesiones de Bizarrap? O si tienes un día de mierda. Mira, yo viniendo hacia aquí me he puesto música de batallas de bosses del videojuego “Undertale” y así he subido Passeig de Gràcia.
Carla: También hay mucho afán de diferenciarse con la música. Eso de que cuando tienes 30 años tienes que decir que los de 20 ya no hacen lo que tú hacías a esa edad y que, como tú eras muy especial, ellos son peores. La gente sigue escuchando música, ya sea en Spotify, en la discoteca o en un concierto. La gente quiere escuchar música porque la conecta con ella misma, con sus amigas, con el mundo.
¿Qué escucháis últimamente?
Carla: Vuelvo a estar muy obsesionada con el “Kid A”, de Radiohead.
Leia: Yo con Jorja Smith.
Jazz: He descubierto a Judee Sill. Me encanta ese mundo raro con figuras extrañas.
Oriol: A saco con el último de Viva Belgrado y Title Fight.
¿Creéis que se os ha tratado de una manera diferente a que si fueseis un grupo de chicos?
Jazz: Sí, y también por la edad. Como chica joven, se asume que no tienes ni puta idea de lo que estás haciendo. El técnico de sonido que te empieza a tocar el ampli sin preguntarte. O el que te explica las ondas de sonido. O el que, al acabar el bolo, te dice “guau, no me lo esperaba”. Claro que no te lo esperabas.
¿Es injusta la sociedad con la gente joven?
Leia: No es la primera vez en la historia de la humanidad en que la gente joven ha sido menospreciada. Estamos en un punto en que la vida es jodidísima. No digo que en otras épocas las cosas fueran fáciles. Y si te quieres dedicar al arte, el menosprecio es más exagerado. He tenido conversaciones con gente de nuestra edad que no entiende por qué no hacemos algo más comercial. O te preguntan qué se siente sabiendo que vas a vivir toda la vida con tus padres. Este año ha sido cuando me he dicho “ya está, te dedicas a esto, es tu puto trabajo”.
Carla: Y está el síndrome de la impostora. Que tienes ahí los discos físicos y aun así puedes pensar que eres una fracasada, que no has hecho nada con tu vida.
Parece que a nivel social cae el tabú de la salud mental, cuesta menos verbalizar cómo estamos. De alguna manera eso también está en las letras del disco.
Jazz: A raíz de la pandemia, se puso mucho el foco en eso. Cuando estás aislado, estás a solas con tus pensamientos. Ya desde el cuarto disco veníamos hablando de quererte un poco a ti mismo y en este el tema está más presente. Yo sufro depresión desde 2019 y ha sido muy importante encontrar en canciones, películas o reels de Instagram algo que me reafirmase en mi experiencia y me ayudase a seguir adelante. Es bueno cuando tienes capacidad para expresar esos sentimientos de forma creativa. Igual que una llorera intensa, que luego te quedas tranquila. En tu camino a sanar, haces canciones sobre ello. Es algo que se tiene que hablar y que, tristemente, está viviendo mucho la gente.
Carla: Siempre hemos usado las canciones como liberación y ejercicio. Yo me entiendo a través de por qué he escrito tal cosa. Cuando lo has leído cuatro o cinco veces, lo entiendes. Es un poco brujería, algo que estás creando y te habla.
Una de las cosas bonitas de un grupo es cómo las otras personas del mismo dan feedback a lo que una de ellas escribe.
Carla: Volvemos a la amistad. Para mí, poder entender lo que Jazz ha escrito va de la mano de entender cómo se siente. El propio formato del grupo te hace estar conectada de una forma más psicológica.
Jazz: Cuando oyes a Carla o a Leia cantar una frase que has escrito tú, piensas “vale, le mola, lo pilla y me apoya”. Me acuerdo que escribí un tema que no existe y que decía “I’m happy” y Carla me dijo “qué guay” y yo sé que fue porque se alegra de que esté bien. ∎