
El comienzo con las apabullantes guitarras metálicas de Enrique Sierra en “Tormenta de arena” y la voz cargada de gravedad, misterio y carisma de Santiago Auserón ya nos demuestran que estamos ante un disco verdaderamente importante. El proyecto anterior de Herminio Molero había terminado como el rosario de la aurora y, en una de las historias más épicas y comentadas –al nivel de la electrificación de Dylan– de nuestro rock de los ochenta, los hermanos Auserón y Sierra dieron un golpe de estado y decidieron refundar el grupo ante la incomprensión de su antigua discográfica.
En este verdadero álbum de debut según la visión del trío –con el añadido de Carlos “Solrac” Velázquez a la batería–, se aventuraron con un entramado conceptual de leyes más o menos estrictas: en la cara A, la del desierto, tiraban de la oscuridad y la dureza del post-punk anglosajón del momento, aunque abriéndose a la brisa evolutiva de bandas como Talking Heads, tal como se aprecia en la inspiración afrolatina y funk de “Escuela de calor”. Santiago Auserón seduce y fantasea con relatos de inspiración gótica, como “Historia de play-back” o “Hadaly”, homenaje a la novela “La Eva futura” (1886), de Auguste Villiers de L’Isle Adam.
La idea del escapismo hacia mundos lejanos o indómitos se mantiene en la cara B, la del mar. Pero esta se abre hacia una nueva exuberancia y, en ella, la banda mira por su catalejo hacia otros horizontes cual capitán Ahab buscando la ballena blanca o cual piratas del Caribe, a quienes rinden homenaje, por cierto, en “La secta del mar”. “El nadador” adquiere sugerentes connotaciones simbolistas y, al final, llegados a otras costas, encuentran su gran tesoro, “Semilla negra”. Acababan de descubrir el rock latino. ∎

Disconformes con el estado de las cosas en “la escena”, pero, al mismo tiempo, beneficiados por la buena salud comercial de la misma, los Auserón y Sierra vuelven a encontrar la conexión con Talking Heads y se van a grabar a los Sigma Sound Studios de Nueva York bajo la producción de Jo Dworniak, quien ya los había utilizado casi como sparrings en aquella suerte de laboratorio de pruebas que fue “De un país en llamas”. Si en ese trabajo empezaban a poner los pies con más firmeza en un mundo hispano dolorosamente reconocible y buscaban redefinir nuestro cancionero popular, ahora encontraban por fin la culminación de su estrategia. Existe también un relato épico sobre los entresijos de la grabación: la marcha de Solrac por su alergia a lo latino y la incorporación a la batería y teclados de los jóvenes Carlos Torero y Pedro Navarrete, el concurso de los Uptown Horns y el percusionista Daniel Ponce...
Pero lo verdaderamente imponente del álbum es el salto cualitativo experimentando por Santiago Auserón como letrista. Es probable que nunca como en este disco se haya mostrado un dominio tal de la lengua castellana en su adaptación a la estructura de una canción como en “A cara o cruz”, “El canto del gallo”, “La Negra Flor” o “37 grados”. El compositor aúna ingenio, sabiduría popular, humor, retrato social y una capacidad de relatar tan evocadora como sinestésica en unos textos narrativos con una insólita capacidad de enganche. También evoluciona su modo de interpretar, con una versatilidad vocal que le permite encarnar a diferentes personajes o narradores. El influjo latino ya reemplaza por completo al anglosajón. Bueno, casi: se permite una última mirada al gótico norteamericano en “Annabel Lee” adaptando el poema de Edgar Allan Poe de un modo tan ejemplar como deslumbrante. ∎
Durante mucho tiempo defendí a hierro la idea de que “La ley del desierto / La ley del mar” era el mejor álbum de Radio Futura, y que no tenía nada que envidiar a otros grupos internacionales de la época. Sin embargo, el tiempo ha hecho mella en canciones como “Un africano por la Gran Vía”, cuyo costumbrismo humorístico puede quedar ahora un poco ridículo. En “La canción de Juan Perro”, sin embargo, nada sobra, todo crece. Se ha hecho mucho, diría que demasiado, rock latino posteriormente en España, pero, casi treinta años después, sigue sin haber ningún álbum que siguiese esa vía y le haga un mínimo de sombra. El artista ahora conocido como Juan Perro bien lo sabe. ∎