“Hubo una época en la que las mujeres quedaban relegadas a un papel secundario, como madres que transmitían las canciones por vía oral o que estudiaban la música bajo la sombra de una sociedad oscura, autoritaria y patriarcal. Llegó el momento en que las canciones de mujeres se hicieron escuchar con la proyección que merecían, coincidiendo con las reivindicaciones feministas. Fue el momento de establecer cánones y referentes. Vinieron golpes de rock que rompieron rutinas, mitos y símbolos…”.
Estas palabras de la periodista Helena Morén Alegret, comisaria de la exposición “D’ONES: (R)evolució de les dones en la música” que tuvo lugar en el Palau Robert de Barcelona en 2018, entroncan con la idiosincrasia de Raquel Pascual (1972-2023), quien fuera vocalista, guitarrista y compositora de las bandas Childhood, Fromheadtotoe, Collision y Lafebre, y que participó en esta muestra de signo reivindicativo. Los embates de un cáncer que arrastraba de un tiempo a esta parte han dado al traste con una trayectoria vital en la que el entusiasmo y el vigor artístico obraban como elixir para sobreponerse al padecimiento. La artista barcelonesa falleció el pasado 23 de agosto.
No extraña, pues, que en los angulosos recovecos de su personalidad topáramos con la inscripción “H.R.” (HellRachel), unas siglas que también usaba Paul Hudson, el vocalista de la banda hardcore Bad Brains. Tanto en la bandolera de su guitarra como en las ilustraciones que firmara en el libreto interior del disco de Collision, la que fuera su penúltima encarnación musical, Raquel hizo gala de una coraza, un avatar que se revolvía contra las adversidades a golpe de inconformidad. Las muestras de cariño de su círculo de amigos hablan de una magnífica persona, muy sensible y excelente dibujante. Motivada y valiente, se hizo un hueco en un mundo de hombres.
La singladura musical de Raquel Pascual comienza en 1993 con Childhood, banda que ensaya en el Espai Jove de La Bàscula, un centro cultural con locales donde también se reúnen combos de hardcore melódico como Penguin Village o Innocents, con los que comparten surcos en el disco recopilatorio “Invasion Of The Hardcore Crew” (BCore, 1994). Su sonido navega entre dos aguas, bebiendo tanto del indie rock y de bandas de la escudería 4AD como de las sonoridades del catálogo Dischord. En junio de 1995, en la madrileña sala Revolver, telonean a Fugazi, punta de lanza del sonido de Washington D.C.
Pronto captan la atención de Jordi Llansamà, jefe del sello BCore, en una época en la que se vivía la ebullición del hardcore en la Ciudad Condal. Y con él publican el mini-álbum “Untitled” (1993) y los EPs “Dedicated” (1995) y “Eidolon” (1996). “Desde el primer momento que la vi descubrí que tenía un aura especial”, reconoce Llansamà. “El look con la cabeza rapada como Sinéad O’Connor, Skin (Skunk Anansie) o Ian MacKaye (Minor Threat, Fugazi) y su mirada profunda y confrontadora, dando la cara cuando cantaba al público. Era enérgica y se veía claramente que tenía unas raíces punk bastante marcadas, algo que también se apreciaba en sus tatuajes de adolescencia. Eso les hacía muy potentes encima del escenario. Te quedabas fijo y embobado, mirándola. Transmitía mucho. Se notaba que estaba enfadada con algo, una característica muy común en el punk. Siempre digo que tenía una mirada muy melancólica y que en el fondo había algo triste o enfadado en ella. Tuvimos mucha relación porque salía con el batería de 24 Ideas, la banda en la que yo tocaba entonces, y muchas veces dormía en su casa. Destacaría de ella, sobre todo, su carisma”.
El timbre y los giros de su voz, que sintonizan en cierta forma con las cuerdas vocales de Sonya Aurora Madan (Echobelly), Dolores O’Riordan (The Cranberries) y Katja Osvold (Life... But How To Live It?), propulsan ese atractivo de rara avis en los mentideros del hardcore. En una escena donde las mujeres apenas tienen presencia frente al micrófono y con compañeros generacionales como Kasbah, Jauko Barik o B-Violet, su porte sobre las tablas marca un antes y un después. “Para BCore fue un soplo de aire fresco, porque estábamos acostumbrados a ver solamente a grupos de chicos”, afirma Jordi Llansamà, con quien conversamos pocas horas después de la triste noticia.
Las divergencias con la base rítmica de Childhood propician otro rumbo en el devenir de Raquel Pascual. Fromheadtotoe –nombre tomado de una de las canciones de sus compañeros de sello Aina– se convierte en su nueva reencarnación musical. Aquí el sonido se define más y se liman las asperezas sin abandonar su línea estilística, tal y como reflejan el EP “Insight” (BCore, 1996) y el álbum “Divine” (BCore, 1997). El refinamiento viene en consonancia con la apertura de miras que reflejan los discos de cabecera de la impetuosa Pascual. “The Wall” (1979), de Pink Floyd; “Flip Your Wig” (1985), de Hüsker Dü; “No Need To Argue” (1994), de The Cranberries; “Ritual de lo habitual” (1990), de Jane’s Addiction; “How It Feels To Be Something On” (1998), de Sunny Real Day Estate; “Amazing Disgrace” (1996), de The Posies; o “Kick” (1987), de INXS, giran en el tocadiscos de Raquel como fuente de inspiración.
El punto de inflexión de Fromheadtotoe llega tras ganar el concurso Villa de Bilbao en su edición de 1998, hito que impulsa el cambio de sello a Subterfuge, que acababa de dar el pelotazo con “Devil Came To Me” (1997), el segundo álbum de Dover. La misma Raquel lo contaba en el número 43 de la revista ‘Nativa’ publicado en marzo de 2008, en una entrevista realizada a propósito del efímero regreso escénico del grupo, que se materializó en dos conciertos en Barcelona y Madrid: “Fue una cuestión puramente logística. Al principio íbamos a tocar en unos sitios donde nos veíamos limitados, con suerte había un equipo de voces y te tenías que espabilar. El paso a Subterfuge nos permitió tocar en condiciones y que la gente escuchara realmente lo que queríamos hacer”.
Menos eco tuvieron sus trabajos posteriores a la disolución de Fromheadtotoe. Primero al frente del power trio rockero Collision, con el que publicó el larga duración “Rock Diet” (Rock On, 2004), y después comandando a Lafebre en un contexto sonoro más cercano al punk. Carlos Galán, capo de Subterfuge Records, sello que publicará los álbumes de Fromheadtotoe “I’m The Fuel” (1999) y “Fromheadtotoe” (2000), recuerda con cariño la figura de la cantante: “Raquel era un ciclón, actitud en estado puro, ya no solo en el escenario, donde era impresionante verla. En la distancia corta también era magnética, le gustaba opinar pero siempre respetaba lo que tú proponías. Aún recuerdo sus carcajadas cuando le conté mi plan de incluir una gota de gasolina real dentro de cada copia de ‘I’m The Fuel’. La idea era abrir el disco y que te llegara el olor a combustible. Evidentemente la fábrica me dijo que estaba loco, pero me lo pasé francamente bien maquinándolo. Era imposible olvidar esa sonrisa sincera. Le perdí la pista durante años, pero su recuerdo siempre ha permanecido”. ∎

El totémico “Crying Shoes”, la acústica “Remembering Ontario” con reminiscencias de The Cranberries, el himno “I’m The Fuel” –que formó parte de la banda sonora de la película “Nadie conoce a nadie” (Mateo Gil, 1999)– o esos destellos a lo Life… But How To Live It? en tono confesional que firman en “Without” refulgen con el minucioso encofrado pop que les confiere el productor Daniel Alcover, responsable de pulir la piedra filosofal de Dover. Seda y guitarras en un ten con ten.

“Seremos trotskistas y/o drogadictos, seremos reales. Seremos conscientes, seremos de barro. Óperas tristes, pura energía, seremos reales, sales minerales, lípidos y sangre”, entona Raquel en “La perla”. Acompañada de la base rítmica de Nunnery, en formato power trio, su poesía de antaño muta a mensajes más comprometidos. En este epitafio musical, Pascual da un giro de 180 grados al saltar al catalán y asilvestrar sus cuerdas vocales y su guitarra con grandes dosis de cólera y electricidad.

Esta antología que repasa toda su discografía –incluidos temas de “Inèdit 1997” (BCore, 2020), solo editado digitalmente– rinde cuentas con esa pista de despegue y aprendizaje que supuso Childhood. En este canto de cisne, “The Farm”, “Deep Down” o “Growing”, salpimentados con la savia D.C. y ese tamiz de pop con el que coloreaban las voces, cobran mayor dimensión con la remasterización. En las antípodas encontramos temas como “¡Dispara!” o “El final”, que escoran hacia el indie patrio noventero. ∎