Stereolab sigue teniendo sentido. Foto: Juan G. Andrés
Stereolab sigue teniendo sentido. Foto: Juan G. Andrés

Concierto

Stereolab, cerebro y epidermis

Con la excusa discográfica del quinto volumen de la colección de rarezas y temas esquivos “Switched On”, titulado “Pulse Of The Early Brain”, Stereolab regresa al directo tras su salida del letargo en 2019 con una gira europea que inició su tramo ibérico en San Sebastián el domingo 30 de octubre, después pasó por Valencia y Sevilla y en los próximos días recalará en Madrid (6) y Barcelona (7). Su pulso sigue firme.

Dilemas del indie veterano ante el regreso después de años de letargo de una de sus bandas favoritas y sin la justificación de un nuevo álbum. ¿Conviene regresar a lo que una vez se veneró apasionadamente? ¿Supone ceder a la nostalgia, noble palabra tan equivocadamente utilizada siempre, el querer reencontrarse con una banda de probada importancia y calidad durante un par de décadas? ¿Por qué hay que dar tantas explicaciones para volver a tocar una música producida hace veinte o treinta años, por qué temer que no sea ya su momento?

Estas y otras cuestiones flotaban en el ambiente ante el regreso a San Sebastián de Stereolab, mucho después del mitificado concierto en la sala Gazteszena de 1999. Esta vez era en Dabadaba, una sala bastante más pequeña, lo que habla tanto del lujo que se marcó ese recinto para unas 300 personas –que ya logró en primavera el hito de traerse a Shellac– como del fervor que había por volver a ver y escuchar a Tim Gane y Laetitia Sadier y su groop: entradas agotadas en un par de días.

La actuación previa de los valencianos Mecánica Clásica también daba que pensar sobre los valores del pasado, insertos en su electrónica planeadora y ambiental con raíces en los años 70 y sin estridencias, que el público siguió con considerable dedicación, aunque en el escenario apenas había movimiento.

Laetitia Sadier, carisma. Foto: Juan G. Andrés
Laetitia Sadier, carisma. Foto: Juan G. Andrés

En las tres fechas previas, el inicio de la gira europea en Francia, el repertorio había sido prácticamente el mismo. Y en San Sebastián, primera parada del tramo ibérico –pues tiene insertas dos fechas en Portugal– también se repitió. Eso casaba con la impresión que dio Stereolab en la primera parte del concierto de grupo algo encorsetado, aplicado a la reproducción de las canciones elegidas, incluso demasiado serio. Sobre todo un Tim Gane reconcentrado. Hasta Laetitia parecía notarlo: “Ahora Tim os va a contar unos chistes… en vasco”, ironizó la cantante, guitarrista y teclista.

El picoteo desordenado en toda la discografía del grupo, evitando la simple ristra de éxitos, es la norma en un setlist que comenzó con la despreocupación festiva de “Neon Beanbag”, saltó hasta tres décadas atrás con “Low-Fi” y sus acordes velvetianos, se acordó de la cinematográfica y sesentera “Eye Of The Volcano” y se atrevió a acometer la pequeña sinfonía “Refractions In The Plastic Pulse”, arrancando las primeras ovaciones en algunos de los cambios de rumbo de la poliédrica pieza. Toda la paleta de tendencias rescatadas y reutilizadas en su día por Stereolab se iba exponiendo con impecable eficacia: pop francés, krautrock, electro experimental, ritmo y feedback velvetianos y pintorescas notas de avant-garde.

Si en el frente se situaban Gane –con su guitarra y su gran pedalera– y Sadier como carisma total de la banda anglo-francesa bañando en dulzura las complejas melodías, en el centro del segundo plano figuraba el teclista Joseph Watson con todo su espectro de sonidos –fundamental para crear el universo Stereolab– y separando a la metronómica base rítmica formada por el batería Andy Ramsay y el bajista Xavier Muñoz Guimerà.

Laboratorio de ideas. Foto: Juan G. Andrés
Laboratorio de ideas. Foto: Juan G. Andrés

Se sigue echando de menos a Mary Hansen (1966-2002), aunque hayan pasado veinte años desde su muerte: la frescura de aquellas voces que hacía con Laetitia floreaban el laboratorio. Ahora el bajista y el teclista también construyen las complejas armonías de acompañamiento a Sadier, pero de otro modo: menos naif, más maduro.

“La ventaja de venir un día antes a San Sebastián es que he podido bañarme en el mar, estoy todavía como flotando en las olas”, manifestó ella, como dando permiso para quitarse las figuradas batas blancas y arrancar una segunda parte más festiva, más impulsiva, con el electrodance de “Miss Modular”, el riff distorsionado, saltarín y orgánico de “Mountain” –con Tim Gane desatándose por fin– y la placidez de “Delugeoisie”.

El pulso repetitivo a lo CAN de “Harmonium”, con Ramsey brillando en plan machacón, la deriva cósmica de “I Feel The Air (Of Another Planet)” y el sentimiento pop de “Super-Electric” terminaron de despejar las dudas iniciales. A saber: que Stereolab sigue teniendo sentido después de su reunión de 2019, que su legado sónico y su mensaje y actitud son aún demasiado importantes como para no compartirlos en directo y que igual hay que dejar de preguntarse tanto por la necesidad de encajar la música en un tiempo con obsolescencia y dejarse llevar por un grupo capaz de conectar con las ondas más epidérmicas y las más cerebrales al mismo tiempo, enciclopedia de la música popular manejada como plastilina. Ocasiones hubo de sobra, sobre todo en un bis que incluyó la esperada e inmarchitable “French Disko”, muy rápida, y el intenso acelerón de pulsos graves, feedback guitarrero y rítmica industrial de “Simple Headphone Mind”. ∎

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