Fue el metrónomo de Africa 70, el legendario conjunto que secundó al emperador del afrobeat Fela Anikulapo Kuti (1938-1997). Este longevo músico nigeriano –cumplirá 80 en agosto– ha escrito muchas de las páginas sonoras más nutritivas de las músicas africanas contemporáneas. Baterista atlético e intuitivo de formación absolutamente autodidacta (comenzó a tocar siendo apenas adolescente cuando ejercía como técnico de sonido en una emisora de radio en la capital de Nigeria), primero atacó los sonidos highlife y jazz desde los albores de los años sesenta en la efervescente escena nacional nigeriana. Ya con Fela Kuti, entre los años 1968 y 1979 moldearon a cuatro manos lo que se conoció luego como afrobeat. Un cóctel inflamable de jazz, funk y rítmicas africanas que, con el tiempo, él expandió a sonidos como el dub y el hip hop.
Con su participación en Koola Lobitos, primer proyecto de highglife-jazz de Fela Kuti, y Africa 70,
Tony Oladipo Allen (Lagos, 1940) indagó senderos nuevos para desarrollar los patrones rítmicos del afrobeat a partir de las discografías influyentes de Art Blakey, Max Roach y James Brown, que conoció en la controvertida primera gira por Estados Unidos que en 1969 realizó con Fela Kuti y Africa 70 (
“viajábamos hasta setenta personas y solo actuábamos treinta; el resto eran parásitos”, recordó hace años), y la adaptación rítmica yoruba del pionero percusionista ghanés Kofi Ghanaba (1923-2008). No obstante, los comienzos de
Tony Allen no fueron fáciles, y en su juventud llegó a ser detenido durante una violenta ola de represión política y racial. En 1974 el músico sufrió tres días de prisión, pero la decisión de superar los patrones establecidos de los ritmos nigerianos ya estaba tomada. Al año siguiente, todavía ejerciendo como baterista titular y director del multitudinario conjunto liderado por Fela Kuti (
“sin Tony Allen no existiría el afrobeat”, dijo este), el percusionista de Lagos registró su primer disco como líder absoluto, aunque acompañado por Africa 70. Se tituló
“Jealousy” (Soundworkshop, 1975), y después ya nada fue igual.
A mediados de 1979, un lustro después de actuar por última vez como integrante de Africa 70 en un festival de jazz celebrado en Alemania, Allen tomó la decisión crucial que iba a marcar su vida personal y profesional. En 1984 salió de África, del complejo mapa social de Nigeria (un estado gigante con doscientos millones de habitantes, más de cincuenta idiomas y medio millar de grupos étnicos), y optó por expatriarse en la relativa seguridad que ofrecía Europa, primero con un breve período de residencia en Londres y luego en París. En la capital francesa encontró trabajo como músico de sesión y formó parte de los grupos de gira de artistas de referencia en la primera eclosión europea de las músicas africanas en el mercado occidental, como el teclista congoleño Ray Lema, el cantante y guitarrista de música jujú nigeriana King Sunny Adé y el saxofonista camerunés Manu Dibango. Ese mismo año, Allen ya acumulaba un ramillete de temas nuevos, los suficientes para entrar en el estudio de grabación y registrar
“NEPA (Never Expect Power Always)” (Mercury-Earthworks, 1984), al frente de Afrobeat 2000.