
“Un disco fresco e imperfecto. Experimentábamos con los tambores para construir ritmos latinos, caribeños, aflamencaos, andinos. Todo eso a partir de punk y rockabilly, que era de donde veníamos. Pero no nos valían los Clash, que no habían oído una rumba en su vida. Alguien dijo con sorna que en la contraportada parecíamos una mezcla de Quilapayún y los New York Dolls. Exacto, eso queríamos ser. Además, ‘100 guitarras’ es una canción excelente”.

“Hacer experimentos con gaseosa es de cobardes. Hacer experimentos con champán francés es de temerarios. Pues eso, fue una temeridad sacar un disco no continuista después del primer LP de Los Coyotes. Pero me calenté con Prince, el synthfunk de la época y lo atractivo de lo negro-latino e impuse mi criterio en la banda. Aquí hay medio disco excelente y medio disco, y voy a ser generoso conmigo mismo y con el grupo, fallido”.

“Las canciones son lo bueno de la música popular. Resisten todo. ¿De qué vale tener una fórmula sonora mágica y personal sin tener canciones? Bueno, para ser los Doors sí vale. Pero vayamos a este mini-LP de 2004: ‘Yo, que creo en el diablo’ y ‘Azcona 16’ son dos temas realmente inmensos. Y está muy feo que yo lo diga”.

“Un disco de versiones que es el reflejo de la música que me gusta, de Johnny Burnette a Julio Miranda, pasando por Amália Rodrigues; de la elegancia que me gusta, la de pueblo; del folk que me gusta, el contemporáneo sin etnopostureo, y de la producción que me gusta, la de Pablo Novoa, presionado por un capricornio pelma que soy yo”. ∎