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Firma invitada / Caudillo Amarillo

Marty, no tengo tiempo

N

o estoy en contra de las películas largas. Eso quiero dejarlo claro desde el principio. Hay películas de 70 minutos que me parecen eternas y las tres horas de muchas obras maestras se me pasan en un suspiro. “JFK. Caso abierto” (1991), de Oliver Stone, necesita durar lo que dura y, por mí, podría extenderse dos horas más. Además, con el hábito de maratones de series, nadie puede decir que una peli tiene mucha duración si es capaz de zamparse la nueva temporada de “The Crown” (Peter Morgan, 2016-2023) en una tarde-noche. Yo mismo dediqué toda la primavera y parte del verano a ver “Frasier” (David Angell, Peter Casey y David Lee, 1993-2004) cuando por fin las once temporadas de 24 capítulos cada una estuvieron disponibles en una plataforma en España.

Sí que es cierto que hay pelis largas que podrían durar menos si el narcisismo del director le permitiera apretar un poco el metraje. A muchos largos que hemos visto últimamente les quitas una hora y la peli mejora. Por eso no he entendido nunca lo del “montaje del director”, que siempre es más largo. Si yo revisara la edición de mis trabajos, quitaría cosas, nunca las añadiría. “Pagafantas” (2009) o “Fe de etarras” (2017) se quedarían en cortometrajes, pues como decía John Waters en un vídeo con consejos a jóvenes cineastas que viralizó en redes: “Si alguna vez piensas que tu película es muy larga, lo es. Si te preguntas si puedes cortar alguna parte, la respuesta es sí”.

Estoy seguro de que las 3 horas y 26 minutos de “Los asesinos de la luna” (2023), la última película de Scorsese, son necesarias. Las dos horas y media de “Uno de los nuestros” (Martin Scorsese, 1990) se me hacen cortas siempre. La he visto cincuenta veces y aun así cada vez que haciendo zapping la pillo en algún canal, me quedo. Y me sabe a poco. Pero ahí está la clave: esto es algo que me pasa en casa. Puedo ver los 6.500 minutos de “Frasier” a cachos: en el autobús, en la cama, en el sofá, donde sea… Pero quiero ver “Los asesinos de la luna” en una sala de cine, que es como se concibió (qué graciosa esta frase: la recuerdo cada vez que ponen una de Christopher Nolan en un AVE).

El problema es que la peli de Marty no me cuadra. Si voy a la primera sesión de la tarde, no llego a recoger a mi hijo al cole. Si voy cuando se va la cama, no creo que pueda soportar despierto una película hasta las dos de la madrugada. A lo que hay que sumar que la mayoría de cines ponen antes de la película casi 30 minutos de anuncios. Podría verla el finde, pero sé que esos días son para ir a ver “Trolls 3. Todos juntos” (Tim Heitz, 2023). Quizá podría llevar a mi chaval a ver “Trolls 3” y hacer doble sesión con la peli de “La patrulla canina. La superpelícula” (Cal Brunker, 2023) mientras yo me escapo a otra sala a ver la de Scorsese, pero 1) la suma de las duraciones de ambas películas infantiles no cubre todo el metraje de “Los asesinos…” y 2) mi hijo dice que “La patrulla canina” es para bebés, no para él. En suma, el tiempo necesario para desplazarme al cine, aguantar la publicidad, disfrutar la peli y volver a casa es el equivalente a una jornada laboral. Me apetece muchísimo verla, pero los horarios no me cuadran. Lo intentaré en algún momento, pero por ahora no tengo tiempo, Marty. ∎

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