Esa turbadora oscuridad. Ilustración: Pepo Pérez
Esa turbadora oscuridad. Ilustración: Pepo Pérez

Editorial

Carlos Vermut: el shock y el silencio

El pasado viernes, 26 de enero, el diario ‘El País’ publicó un reportaje en el que tres mujeres acusan al director de cine Carlos Vermut de violencia sexual. Laura Barrachina –directora del programa ‘El ojo crítico’ en Radio Nacional de España y columnista habitual en Rockdelux– reflexiona en este artículo editorial sobre la conmoción producida por la noticia y sobre el papel que el periodismo puede tener ante situaciones como esta.

E

mpiezo a escribir este artículo en el coche, debo arrancar, pero tengo el móvil pegado a las manos. No lo he soltado en veinticuatro horas. En este tiempo he borrado otros veinticuatro tuits. Quiero dar con una idea, solo una, que resuma cómo me siento y lo que pienso. No lo voy a conseguir. No voy a dar con la frase, no voy a dar con la idea, no voy a poder tuitearlo. No estoy a la altura de los tiempos, temo que mi silencio estas veinticuatro horas me haga cómplice. Eso he leído en las redes sociales, que quienes no se han manifestado contribuyen a la violencia del patriarcado, son el patriarcado. No paro de pensar en la banalidad del mal. Nunca paro de pensar en la banalidad del mal. Cada uno de nuestros actos, palabras o silencios pueden contribuir en alguna dirección.

El viernes 26 de enero iba a ser un buen día. El cambio climático nos regalaba una jornada primaveral, en la radio nos iba a visitar un delicioso cantante brasileño, por la noche se celebraban los premios Feroz y yo iba a verlos desde casa con una copa de vino en una mano y Twitter en la otra. Pero la vida es eso que pasa mientras tú tuiteas. La vida es eso que pasa detrás del decorado.

Tengo la costumbre de tomarme el café de la mañana leyendo las secciones de cultura de los periódicos y el café el viernes 26 de enero se me quedó frío en la mesa, un titular me cerró la garganta: “Tres mujeres acusan al director de cine Carlos Vermut de violencia sexual”. ¿A Carlos Vermut? ¿El director de cine más brillante de su generación? ¿El chico que empezó haciendo cómics? ¿Aquel del que José Sacristán decía maravillas? ¿El hombre del que tan bien me habían hablado amigos en común?

Todos esos Carlos Vermut eran el mismo Carlos Vermut de 43 años del que tres mujeres contaban horrores, el mismo Carlos Vermut que en el reportaje reconocía barbaridades sin ser consciente de que lo eran. Horrores que creíamos que cometían hombres de otra época, otro sistema, otra edad. Un reportaje que ya es historia del periodismo y de la sociedad de nuestro país y por el que quisiera felicitar a sus autores, Gregorio Belinchón, Ana Marcos y Elena Reina, tanto como a la dirección de ‘El País’, que los amparó para trabajar durante meses en esta historia que, como dice el sector, es el ruido que hace un viejo coche al arrancar, ahora empezará el viaje.

El mundo del cine es solo un mundo dentro del Mundo que conformamos los seres humanos, que siempre nos hemos perdido por el camino del poder y la vanidad y siempre lo haremos. Sin embargo, quiero pensar que aunque no podamos erradicar de la condición humana algunas esencias, las podemos modular, y las mujeres que hablan en el reportaje a pesar del miedo y el dolor ayudan a hacerlo, aunque, como he comprobado en estas veinticuatro horas, aún demasiado lentamente.

Carlos Vermut, en 2018. Foto: Alfredo Arias
Carlos Vermut, en 2018. Foto: Alfredo Arias
Han pasado ocho años del caso de la manada, siete años desde que ‘The New York Times’ y ‘The New Yorker’ impulsaron el #MeToo en 2017 con sus reportajes sobre Harvey Weinstein. Llevamos todo este tiempo explicando el consentimiento, lo paralizante que es el miedo, lo difícil que es denunciar los abusos de quienes tienen que darte trabajo, de quienes usan su poder para manipular a mujeres y agredirlas sin que muchas veces ellas sean conscientes en el momento.

Estas veinticuatro horas he comprobado que esto aún no se ha entendido. En la alfombra roja de los Feroz, José Coronado apoyaba a las víctimas de los abusos, pero pedía que las denuncias se hicieran en una comisaría y “al segundo uno”, decía literalmente. No hay que leerse un largo tratado en violencia de género para entender que a veces se tarda años en comprender que te violaron, que tú no querías estar en ese sofá de ese despacho, que tú no querías estar en esa cama, pero que otra persona te engañó, te manipuló, te mintió para que estuvieras ahí y que el miedo a una agresión mayor o a quedarte sin trabajo paraliza hasta mantenerte en una relación que solo tiempo después comprendes que no querías.

Nunca debe olvidarse el poderoso de que lo es y se ve que eso es lo que sigue sucediendo. Y claro que tienen el derecho a contarlo cuando ellas puedan y los buenos periodistas a comprobar que pueden fiarse del testimonio, como ha sucedido aquí. Con estos testimonios están protegiendo a las que pudieran venir detrás, nos alertan y nos enseñan que no estamos solas. En estas veinticuatro horas he oído mucho llamar a estas mujeres valientes. No sé si es valentía, desesperación, dolor, no tener ya nada que perder, no lo sé, como hay tantas cosas que no sé, lo único que sé es que no queremos ser valientes. Y sigo en el coche, sin poder arrancar, pensando que todo esto lleva años, siglos, diciéndose, repitiéndose, que este artículo es un eco más en la Historia, el eco de una mujer asqueada ante la violencia que el cineasta describe y la que sus películas me transmiten ahora irremediablemente. El presente cambia el pasado y en algunos casos nunca he sido capaz de separar vida y obra.

En estas veinticuatro horas me vuelve como un trauma la escena de “Magical Girl” en la que Bárbara Lennie entra en una sala BDSM sin palabra de seguridad porque necesita dinero. Sigo sin dar con la frase, ni con la idea, sigo sin reaccionar bien, como se espera de nosotros en redes sociales en estos tiempos en los que creemos que con un tuit y un hashtag vamos a cambiar la Historia, pero a la hora de la verdad Weinstein está en la cárcel porque unas mujeres periodistas publicaron los hechos por los que luego lo arrestó la policía de Nueva York. Así que igual no debemos obsesionarnos estos días con las reacciones o los silencios, por qué no darnos la oportunidad de reflexionar, un margen para pensar que nos lleve en una buena dirección. Necesarios serán todos los testimonios que puedan iluminar los rincones oscuros de la industria hasta dejarla transparente y justa, especialmente los de las instituciones que representan al sector, pero sobre todo es necesario que en el cine, en la cultura y en la vida en general nunca contribuyamos al mal desviando la mirada. Ese es el examen que espero que esté sucediendo y el que explique algunos silencios. Lo aceptaremos como cortesía temporal al pensamiento, pero la vida, como el cine, es acción. ∎

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