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Firma invitada / Otres

Sopa de murciélago

L

o volví a pensar meses más tarde, cuando me enteré de que habían incendiado un bazar regentado por chinos en Chamartín el mes de febrero, del incremento de ataques racistas hacia personas racializadas asiáticas en Estados Unidos como el incendio del centro comunitario vietnamita en Oakland o los ataques racistas hacia asiátiques racializades (sobre todo ancianes), como el del hombre a quien le cortaron la cara con un cúter o la mujer que quemaron con ácido mientras tiraba la basura o les que apuñalaron en el Sam’s Club en Texas porque el agresor pensaba que llevaba el “virus chino”. Y no puedo dejar de sentir más y más ira al pensar en la audacia de que ALGUIEN sea capaz de ofrecerme un trabajo para aparecer en un sketch de la televisión pública en el que debía fingir “tomarme” una sopa de murciélago (me pagaban el transporte) considerando la situación en la que nos encontramos y el creciente racismo hacia la comunidad racializada.

Lo que me llevó a pensar de nuevo: ¿quién nos dibuja y quién, como diría Jessica Rabbit, “nos ha dibujado así”? No es que sea la primera vez que me ocurre. Pero, a pesar de la creencia popular de que el trauma hace que une se haga más fuerte, tenemos que acordarnos de que somos, como dice un tuit que leí recién, “supervivientes, no superhéroes”. Y es que a veces me cansa tener que ser valiente por defecto. Por el mero hecho de ser una minoría bajo la mirada hegemónica. ¿Quiénes han garabateado sobre nuestros cuerpos, sin nuestro consentimiento, y nos han pintado como les males de la película? A veces nos pintan como una minoría modélica; otras veces como el peligro amarillo. A veces nos pintan con morbo y, en otros casos, nos borran directamente. Pero una cosa queda clara: para elles, nuestras vidas no importan. Punto pelota. Somos el personaje secundario enclaustrado en los parámetros de su ignorancia, siempre desde las mejores intenciones y desde las peores maneras. Existimos solamente en un imaginario de lo que creen que es Chinatown, siempre al servicio, siempre serviciales. Somos “blanco” de bromas a pesar de ser asiátiques.

A veces solo servimos como un fondo exótico para un personaje principal en búsqueda de sí mismo o un salvador blanco. A veces interpretamos al jarrón de jade que instrumentalizan para evitar, con una solución rápida a la poca representación racializada que hay en una película, el escrutinio del público. A veces las mujeres asiáticas son fetichizadas, como la mujer dragón, la china doll… O directamente prescinden de nosotres y deciden disfrazarse de nosotres. Siempre buscarán maneras para decirte que tú no eres necesarie. Que eres sustituible, descartable, borrable y que, más allá de esta representación como una ilusión de una falsa inclusión (citando a Iki Yos), tu historia, tus experiencias vitales y tu voz no importan en absoluto.

Me acuerdo de una de las escenas más memorables de la serie “It’s A Sin” (2021), creada por Russell T Davies, en la que Ash Mukherjee, un hombre gay racializado interpretado por Nathaniel Curtis que consigue un trabajo en una escuela, es llevado a la biblioteca por uno de los profesores para que “retirara todo el material indecoroso”. Por material indecoroso se refería a lo que decía el artículo 28 de la Ley de administraciones locales del Reino Unido de 1988, que establecía que las autoridades locales “no promoverán deliberadamente la homosexualidad ni publicarán material con la intención de promover la homosexualidad” ni “promoverán la enseñanza en ninguna escuela de la aceptación de la homosexualidad como supuesto vínculo familiar”. Ash, tras rebuscar por todos los rincones de la biblioteca, descubre que no había ni rastro de dicho material: para él, el deseo de vivir, el ejercicio de pensarse como persona disidente sexual racializada, era un ejercicio político, de resistencia ante una sociedad que le recuerda constantemente que su vida y la de su comunidad no importan, que merecen ser borradas.

Responder al borrado ya es un acto de rebeldía y de supervivencia. Queremos más cuerpos racializados, disidentes sexuales, de género, mujeres, disques y un largo etcétera, ocupando libros de texto, páginas en blanco, escenarios, instituciones; volcando nuestras iras, nuestros deseos, nuestros miedos y nuestro arte más allá de cualquier instrumentalización, tokenización, exotificación, demonización, paternalización o fetiche. Más allá de una sopa de murciélago. Piénsate. Piénsate mucho. ∎

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