o nos engañemos, los conciertos-homenaje suelen ser un dardo envenenado. Una sucesión de artistas rindiendo tributo a alguien a quien se ha admirado suele traducirse en veladas irregulares si nos ceñimos a lo musical, en las que la nostalgia y el recuerdo acaban venciendo a lo bueno o malo que tengan que ofrecer. Vamos, que mejor dejarse llevar y disfrutar con la subjetividad de un fan.
Aquejado de un párkinson que no ha ido sino en aumento, hecho que lo obligó a ir cancelando gira tras gira en los últimos años, era más que evidente que la carrera de Ozzy Osbourne (76 años), al menos encima de los escenarios, ya había llegado a su fin. Por fortuna para todos, la tantas veces criticada Sharon Osbourne, su esposa, quien ha dirigido su carrera durante 40 años con mano de hierro, supo leer la jugada y decidió que si había que homenajear a Ozzy tendría que ser cuando todavía estuviese entre nosotros. Y esa es la gran diferencia de “Back To The Beginning” respecto a la mayoría de conciertos-homenaje. El gran protagonista todavía estaba presente. De ahí que el mundo del rock y en especial el del heavy metal acogiera la cita con los brazos abiertos cuando en febrero se anunció que Ozzy, y por añadido Black Sabbath, se despediría a lo grande acompañado por parte de la realeza del estilo. Nombres como Metallica, Pantera, Guns N’ Roses o Tool, por citar unos pocos, iban a aparecer y todo iba a estar hecho con el mayor de los mimos: el concierto se iba a celebrar en la ciudad natal de Black Sabbath, en un lugar tan emblemático como el estadio del Aston Villa, y todo el dinero iba a ser donado a asociaciones relacionadas con el párkinson. Motivos más que suficientes para que medio mundo quisiera estar allí.
Sobra decir que las 40.000 entradas volaron en una hora y que muchos tuvimos que tirar de favores, ruegos y bolsillo para poder asistir… Y la suerte esta vez jugó de mi parte.
Hay cientos de reseñas del evento navegando por internet, así que no seré yo el que haga una más. Tampoco es fácil explicar 10 horas de música sin escribir una biblia. Porque, además, lo realmente importante es transmitir la emoción de alguien que ha tenido el heavy metal como parte integral de su vida, como un servidor.
Llegar a la recepción del hotel el día antes del concierto y ver en el mostrador que los folletos turísticos habían sido sustituidos por trípticos con una ruta Black Sabbath ya me puso en alerta de lo que podíamos esperar. Pero todo superó las expectativas. Como si de golpe entrase a una realidad paralela, Birmingham era una invasión de fans de Black Sabbath, y por lo visto mucha gente sin entrada decidió visitar la ciudad igualmente para empaparse de un ambiente irrepetible, con Birmingham volcada en el evento. Ya fuese con exposiciones –tanto callejeras como en lugares emblemáticos como el Museo y Galería de Arte de Birmingham–, murales creados para la ocasión, banderolas con el logo de Black Sabbath por toda la ciudad y, por supuesto, con la música de la banda sonando allá donde fueras. Un ejemplo de cómo una ciudad tiene que cuidar sus grandes tesoros. Y un orgullo ganador para todos los que, durante muchos años, hemos tenido que lidiar con el ostracismo y la condescendencia hacia el heavy metal.
La jornada siguiente, la del concierto, ratificó lo vivido el día antes. Un estadio lleno desde el momento en que Mastodon rompieron el hielo a la una de la tarde, y un torrente de emoción compartida cuando a las diez y media de la noche Black Sabbath tocaron la última nota de “Paranoid”. ¿Y que podemos decir del gran protagonista de la noche? Como mínimo, que dio lo poco o mucho que le queda dentro. Sentado en un trono, Ozzy apareció de la nada para interpretar un set de cinco temas de su carrera en solitario. Y como tampoco era día para experimentos, el inicio vino con “I Don’t Know”, canción que arrancó su carrera en solitario en 1980 y con la que ha abierto los conciertos de gran parte de sus giras. Y ahí sí, para cualquiera que Ozzy haya significado algo, el torrente de emociones era muy complicado de gestionar. Con ese orgullo de clase obrera de Birmingham que todavía le queda, luchando entre lo que su cabeza quería hacer y su cuerpo le permitía, y emocionado ante la respuesta del público, es la imagen definitiva que nos quedará de esa noche. “Mr Crowley”, “Suicide Solution”, “Mama I’m Coming Home” –compuesta junto a su querido Lemmy Kilmister (1945-2015), ¡qué maravilla hubiese sido tenerlo ahí!; fue el único tema no perteneciente a su primer álbum que sonó esa noche– y la inevitable “Crazy Train” fueron las piezas escogidas para el adiós… Pero aún quedaba el plato principal de la noche. La actuación de Black Sabbath con su miembros originales.
Reconozco que entró el canguelo. Visto como Ozzy se vació, no podía imaginar verlo salir en diez minutos para interpretar el cancionero de Black Sabbath. Y, de hecho, cuando el tiempo transcurría y no había el más mínimo movimiento de escenario, muchos empezamos a pensar en lo peor. Ni un vídeo de diez minutos repasando imágenes de la banda pudo calmar mucho los ánimos. Pero no, la intro lluviosa de “Black Sabbath” sonó, puso la emoción del estadio al once y de ahí nos fuimos a “War Pigs”. Poco que decir: si hay un tema que pueda resumir lo que es Black Sabbath, sería ese. Y la banda impecable: Ozzy algo relajado y disfrutón, Bill Ward a la batería jugando a ser ese músico imprevisible y de vuelta de todo –su imagen tocando sin camiseta es otro momento para no olvidar– y lo de Tony Iommi a la guitarra y en especial Geezer Butler al bajo es de otro planeta. Sencillamente: si mañana se decidiesen a salir de gira, podrían destrozar cualquier escenario con sus riffs monolíticos. “N.I.B.”, “Iron Man” y “Paranoid” fueron el resto de temas escogidos. Había más preparados, pero los cuerpos y los estrictos curfews ingleses ya no daban para más. Me hubiese quedado allí escuchándolos durante un año, pero no había nada que reprochar. Todos nos pusimos como niños y con caras de emoción viendo los fuegos artificiales que cerraban un día increíble de música y una jornada, reitero, histórica.
Aquella noche ganamos todos los que estuvimos allí y, ahora sí, termina la música pero se inicia una leyenda que no hará más que crecer y crecer. ∎