uede que para algunos Industrial Copera sea simplemente un club al que ir a bailar, que también de eso se trata, pero sus responsables han ido más allá al conseguir que el espacio sea reconocido como imprescindible para promotores y artistas a la hora de configurar sus giras. Esto favorece a la ciudad en muchos aspectos. Recordemos que Granada es una localidad de apariencia mediana, con alrededor de 230.000 personas empadronadas en su núcleo urbano, pero en el área metropolitana alberga más de medio millón de habitantes. La Alhambra –el monumento más concurrido de todo el país, con tres millones de visitas anuales– funciona como una máquina de generar dinero que no revierte en la ciudad, porque su localización impide una conexión práctica con la misma. La proliferación de rutas exprés fomenta visitas sin pernoctas y hace que miles de personas pasen de largo ante la oferta cultural granadina, que aun no siendo la más extensa y deseada, sí está afianzada.
Obviamente, no nos referimos a espacios para congresos o museos, que también los hay, todavía a la espera de ese gran espacio que rinda justo homenaje a figuras como Val del Omar o Enrique Morente. Pero sí a los ciclos de jazz, música y danza, a veteranos como el Zaidín Rock o a festivales de músicas urbanas, pop y rock. Todo este entramado sonoro tampoco sería posible sin esa estructura de base que realiza una labor casi pedagógica durante todo el año. Y ahí entran en juego las salas, que semana tras semana nutren su programación de ocio cultural con artistas de todo tipo. Sin contar a los teatros y pubs, podemos decir que en Granada hay dos salas de pequeño aforo, otro par de tamaño medio y una de gran tamaño que permiten acoger diferentes tipos de propuestas escénicas, principalmente conciertos y sesiones de DJs. Gracias a su labor hemos visto la progresión artística de muchos grupos o solistas que han ido pasando por los diferentes espacios a medida que su repercusión iba aumentando. Y al final de ese recorrido siempre ha estado el mismo nombre: Industrial Copera. Ahora cumple 30 años y para celebrarlo ha preparado una programación que refleja sus dos grandes apuestas: la música electrónica y el pop-rock en directo.
Es toda una sorpresa descubrir que los orígenes de la Copera están en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), en los años 80, cuando Rosa González y Jesús Carilla crearon el club Clandestino –inevitable recordar el concierto “secreto” que dio Manu Chao en la Copera en 2003– con una propuesta que aunaba música y arte de vanguardia. Cuando la pareja volvió a Granada, en 1992, decidió continuar con su propuesta bajo el nombre de Industrial Copera en un espacio del extrarradio limítrofe con la capital, en el municipio de Armilla.
A los pocos años de iniciar su andadura, en la segunda mitad de los 90, la sala ya era todo un referente entre los clubbers, gracias a una programación estable que reunía a grandes DJs de todo el mundo, temporada tras temporada. Su estructura de gestión era familiar e incluía a Jesús “Junior” Carilla, actual CEO de la empresa e hijo de los fundadores. A los tres les unía su pasión por la música. Probablemente ahí es donde radicaba la razón de su éxito, además del gran trabajo de producción y difusión que ejercía y sigue ejerciendo su equipo. En este sentido, cabe destacar la labor gráfica realizada por el propio Junior, porque la imagen de la sala ha sido impecable en estas tres décadas y representa muy bien la evolución visual de los distintos movimientos musicales que ha acogido. Esta labor permitió que muchas giras de artistas internacionales pudieran recalar en una ciudad limitada escénicamente durante mucho tiempo. Colocó el nombre de Granada en las agendas de artistas de la talla de Richie Hawtin, Carl Cox, Ken Ishii, Ben Sims, Agoria, Cristian Vogel, Laurent Garnier, Jeff Mills, Sven Väth o Steve Bug. Nombres que también inundaban las vallas publicitarias de la ciudad con letras de cuerpo enorme. Si veías uno de sus carteles sabías que era de Copera. Crearon tendencia y muchos acabaron imitando su estilo.
Granada acoge una media de 60.000 universitarios al año, así que no resulta extraño que entre la clientela hubiera muchos estudiantes, ávidos de vivir las nuevas experiencias que la Copera podía proveer. La sala unió su nombre al del ocio nocturno con garantías de éxito. Era la misma oferta que buscaban los jóvenes trabajadores de una provincia que solo podía ofrecer empleos mal remunerados y que, durante el fin de semana, buscaban evadirse de esa realidad. La Copera vinculó su nombre a la cultura de club, convirtiéndose en un referente a nivel nacional. Con la música en directo hizo exactamente lo mismo, abriendo su escenario a propuestas de todo tipo: Nada Surf, Jon Spencer Blues Explosion, The Wave Pictures, Maceo Parker, Asian Dub Foundation, Primus, Napalm Death o Rinôçérôse. Y por supuesto Los Planetas, Dellafuente, Yung Beef o Lagartija Nick, entre otros artistas de la ciudad que, además, han utilizado su escenario como espacio de ensayo y preparación de giras a puerta cerrada.
En noviembre de 2013 una noticia corrió como la pólvora por los corrillos musicales de la zona: “cierra la Copera”. Aparte de la inevitable sorpresa y tras la pertinente reflexión, se llegaba a esta conclusión: la ciudad iba a perder un trocito de su ADN cultural. Era una noticia casi inimaginable, pero se convirtió en realidad. La Copera acabó cerrando 22 años después de su apertura, atrapada en un laberinto burocrático que había llevado a su clausura cinco meses antes y que exigía un rediseño y reconstrucción estructural para la reanudación de la actividad. Por fortuna, resucitó poco después de aquella bajada de telón, en septiembre de 2014, en la localidad de La Zubia, también limítrofe con Granada.
Desde allí el equipo comandado por Yeyes Lucas y Junior trabaja por hacer una labor de cultivo y cuidado. Por eso hace un año inauguraron El Jardín, un vergel anexo a la sala que supuso una bocanada de aire en plena pandemia. Lo estrenaron Unidad y Armonía en un concierto tachonado de pop y psicodelia. Desde entonces han pasado por su escenario numerosos grupos y DJs, convirtiéndolo en uno de los espacios más demandados por el público. Otra cosa buena que trajo el COVID fue que los creativos de la sala emprendieron una nueva andadura al frente de la escuela Despegando, llamada así en honor del maestro Morente y de su álbum de 1977 junto a Pepe Habichuela. Se trata de una escuela artística en la que unos pocos jóvenes pudieron desarrollar diferentes proyectos relacionados con las artes escénicas, siendo tutelados por profesionales que les proporcionaron clases maestras y conocimientos prácticos. Una actividad muy loable que se une a otras de carácter solidario que la Copera ha venido desarrollando estos años.
Las celebraciones de este 30º aniversario empezaron a principios de mes con actuaciones como las de Le Coné, Paco Osuna o Bastian Bux, alcanzaron el punto de ebullición poco después con sesiones como las de Laurent Garnier o Angel Molina, y han seguido con los conciertos de Manel, Niños Luchando o Hablando en Plata. Mañana y pasado concluyen los festejos con dos sesiones encabezadas por Wade. Y la actividad de la sala continuará más allá de las necesarias celebraciones con cifra redonda. Mánchester tuvo The Haçienda, New York tuvo The Loft, en Londres estaba Ministry Of Sound, en Madrid el Rock-Ola. Y está claro que Granada tuvo y tendrá a Industrial Copera. ∎