https://assets.primaverasound.com/psweb/5j9v3alxs55acuutq6s1_1684750156525.jpg

Firma invitada / Palabras y canciones

Juana, Sílvia y el tiempo

M

e viene obsesionando la idea del tiempo o, mejor dicho, la falta de tiempo. ¡No hay tiempo! Me falta, se me queda corto, incluso a veces siento que no respiro bien por la falta que tengo de unas horas, de un día. ¿Para qué? Para algo, no lo sé, tendría que sobrarme un poco, así veo de qué manera lo ocupo. Y creo que esta sensación se ha generalizado, como si ahora fuese un elemento que se ha sumado a la vida moderna. Actualmente parecería que vivimos en una distracción incesante, por lo cual en las esperas, en las filas para entrar a alguna parte o pagar en el supermercado, nos metemos en un mundo paralelo a ver gatitos, o accidentes, o a alguien mostrando la preparación de un platillo que nunca se me había ocurrido que fuese tan fácil. Entonces me parece posible hacerlo, pero un segundo después de que termine el vídeo ya lo olvidé.

Y entonces pienso que todo ese tiempo –esos minutos que uso en el teléfono, esos segundos viendo a un niño desconocido que hace algo tierno y me hace reír– se va sumando y puede que llegue a ser una hora. ¿Dos horas? Quizá. ¿Seis horas en un día? Seis horas que me fueron robadas siendo espectadora de algo que nunca más se va a cruzar por mi camino, que no suma ni resta nada a mi vida. Lo único que hace es quitarme tiempo.

Y en eso también entra el tiempo que ocupamos en la música, en escucharla, en escuchar la cantidad de canciones, de discos, de reversiones, remixes que salen todos los días. “Escúchalo en tu plataforma favorita”.

Hace unos días un amigo me dijo que cuando la IA esté un poco más expandida no vamos a poder distinguir entre una canción hecha por un robot y otra hecha por una persona. Esto me ofendió y me llenó de dudas. Yo quiero pensar que eso no es posible.

Y entonces vuelvo a pensar en la música. ¿En serio estoy tan distraída, tan falta de momentos propios, que puede ser que escuche algo y no me dé cuenta de si está hecho por alguien que sufrió al escribirlo? Alguien que es carne y nervios, que es mortal, que está contando algo con los huesos y con la panza, que está expresando su vida de la manera en que puede. ¿De verdad no sabré reconocerlo?

La música, la creatividad, está toda llena de dudas porque las personas vivimos en un constante dudar. De si vale lo que hacemos, de si tiene sentido expresar lo que estamos plasmando en un papel o en una canción. Y luchando con esa duda, decimos lo que tenemos que decir.

Y en ese dudar, en esas zonas grises en donde vive lo que expresamos desde una subjetividad que se alimenta de la vida misma, en esos espacios, es donde está nuestra humana manera de contarnos. Yo no odio a los algoritmos, pero no tengo ganas de que me digan lo que me gusta: “Si escuchas esto, te recomendamos lo otro”. Yo quiero pensar y sorprenderme, quiero que la música siga siendo un misterio para mí cada vez que la escucho.

Y entonces, un día, voy a la presentación de una disquera llamada Sonamos. Es una disquera que empezó Juana Molina, una artista que siempre ha perseguido su propia visión, una artista que estoy segura de que hace que los algoritmos se confundan, y eso me hace quererla aún más.

Ella y su socio encontraron el disco hecho por varios artistas uruguayos, grabado en 1971, que se llama “Musicasión 4 ½”. Y decidieron no solo editarlo, sino hacerlo en vinilo. Ella contó todo esto en el primer concierto que hicieron para celebrarlo, en Buenos Aires. También editaron en vinilo el segundo disco de Juana, “Segundo” (2000), y el de las artistas Carola Zelaschi y Candelaria Zamar, dos compositoras y cantantes que ya llevan tiempo trabajando, pero por primera vez editarán su música en vinilo. Después de contarnos sobre la disquera, Juana improvisó algunas canciones desde los sonidos, la letra, los ritmos, todo se lo iba pidiendo al público. Un juego de equilibrismo del que no solo salió airosa, sino que parecía estar flotando sobre toda la gente, hipnotizándonos y haciéndonos parte de ese juego que ella describe como su nueva adicción. Y en ese contarnos y cantar, en ese juego, nos extrajo por un rato de todo lo demás, hizo y construyó algo solo consigo misma y sus instrumentos. Y en ese espacio nos sacó del tiempo apurado, apretado, del tiempo que no tenemos, y lo hizo valioso para quienes estábamos ahí, escuchándola.

Otra artista que me hace salir de los algoritmos es Sílvia Pérez Cruz, quien acaba de sacar su disco “Toda la vida, un día”, en donde sale una canción que me obsesiona, llamada “Sin”. Es un poema de Idea Vilariño que Sílvia musicalizó: “Sin arriba / sin abajo / sin principio y sin fin…”.

Primero empieza un ensamble de vientos y, en una pausa, se introduce la voz a capela. Después acompañan los vientos, pero parecería que la canción se quiere derretir en cualquier momento. Como si estuviera a punto de desarmarse, mientras el verso se repite. Y sientes que nada la sostiene, que nada te sostiene a ti que escuchas, solo esa melodía que puedes seguir y esos vientos que se encuentran en el aire para hacer una melodía. Me transmite una fisicidad el hablar de un no lugar, un no centro, como si fuese algo transparente en el aire. Y esos vientos solos, sin ningún otro instrumento, solo la voz que repite ese mismo verso: “Sin lados ni costados / y sin centro”.

Me hace pensar en los sostenes. O, mejor dicho, me hace preguntarme si es que los tenemos o si nos daremos cuenta si están ausentes en nuestra vida.

Yo pienso que sin un sostén, sin algo o alguien que nos acompañe y nos contenga cuando dudamos, no podríamos salir adelante. Y quizá está ahí un hilo que necesito jalar en cuanto a lo que nos da el cuerpo, que nos genera emociones que necesitamos. Y el tiempo que necesitamos para que esas emociones lleguen. Y que llegan cuando tienen que llegar, que se nos acercan cuando menos lo imaginamos.

Es una razón para estar en atención, para no dormirnos. Es lo valioso de comunicarnos. Sí, los algoritmos nos pueden dar lo que pensamos que deseamos, pero solo con la escucha atenta, la búsqueda que hacemos, el descubrir por nuestra cuenta en ese mundo lleno de música la que realmente conecta con nuestra vida, el descubrir artistas moviéndose por las mismas razones por las cuales los buscamos, podemos seguir manteniendo el fuego vivo. El fuego de encontrarnos y saber que ganaremos en esta lucha, con nuestra modesta y humana manera de encontrarnos y expresarnos: que podemos ser mil veces más que un robot que quiere empezar a escribir canciones. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados