os hemos mudado. Escribo desde mi nuevo estudio. Ha venido a comer a casa Gonzalo (López-Gallego). He cocinado tacos mexicanos y me ha grabado mientras los hacía: pollo (marinado la noche anterior) cortado en trozos pequeños, chili con carne que rememora a cuando vi cómo lo cocinaba Patricia Arquette en un capítulo de “Medium” (una de mis series favoritas), guacamole, mucha cebolla roja con mucho limón, nata agria, tortillas…
En el fondo siempre me acuerdo de los que comí en una fiesta privada en mi primer South By Southwest en Austin, con Paco Loco, Muni Camón, Carlos Toronado, Kike Pierrot y El Cerdito (The Guinea Pig). Fue en un concierto de The Sadies y Half Japanese. Había un puesto con tacos (yo siempre fantaseé con que quien los servía era David Hidalgo, de Los Lobos). Los mejores tacos que he comido en la vida.
“No sabía que tenías tantos instrumentos y cacharros”, me ha dicho Gonzalo. Claro, porque antes tenía menos espacio y los tenía guardados. “Ya no tengo excusa para hacerlo bien con este espacio”, le he dicho. “Siempre lo has hecho muy bien”, me ha contestado como un resorte. “Pero aquí estás de lujo”.
Gonzalo es un elemento clave en mi espacio-tiempo. Mis hijos me volvieron a preguntar desde cuándo somos amigos. Hace unos veinte años, un poco antes de mi disco “On Junk” (2006). Me lo presentó Javier Gullón (guionista de “The Enemy”, “Rainbow”…) en un concierto mío, donde ya toqué “Odisea de fuego” en su versión en inglés y donde silbé lo que luego grabaría con el banjo. A Gonzalo le gustaba mi música. Javi le dijo que éramos amigos y fueron a verme.
Desde entonces hasta ahora hemos hecho muchas cosas juntos, y más que hemos desarrollado y no nos han dejado terminar (algunas de quilates: de momento las mantendré en el archivo de “secreto de sumario”). Hemos tenido algunas reuniones inexplicables en cadenas de TV que en sí mismas darían para trazar una comedia loca. Y ante todo lo hemos pasado muy bien eclosionando cine y música con la idea de que sean algo inherente y al mismo tiempo especial. Y más que estamos haciendo en gerundio y que haremos en el futuro. No creo que nunca en la vida dejemos de trabajar juntos.
Gonzalo es un nexo de paz, paradójico, entre todos misyoes. Me suelo sentir muy lejano a mi pasado (remoto y hasta cercano). Pero él sigue siendo fan de ese disco mío (del que, la verdad, sé que tengo muchos fans y sé que los traicioné a casi todos con mi música posterior, pero creo que saben que lo hice sin remedio y que lo volveré a hacer en todas mis reencarnaciones).
La paradoja estriba en que es con él con quien más lejos he llegado y llegaré a estar más lejos de todo eso, y sin embargo él sigue siendo fan (también) de ese lado mío que yo veo solo en la memoria. Para mí eso es una lección, una pipa de la paz donde apoyarme cuando tengo dudas. Ni estoy tan lejos ni tan cerca de (la) nada. Es solo mi percepción.
Fuera de mi idea absurda de mí mismo caleidoscópico, todo es mucho menos complejo. Es mi diván interior, ese “Being John Malkovich” que todos tenemos dentro, el que distorsiona un poco las cosas. Fuera no es para tanto. En todos los sentidos. La idea de mí que tiene Gonzalo es de una claridad muy evidente acerca de qué es “Remate”. Quién soy y cuál es “mi sello”. Yo no tengo para nada esa idea. No sé lo que es. Cuando me dicen, él el primero, pero también otras personas,“quiero que sea muy Remate”, yo siempre me pregunto qué es eso. Porque nunca he intentado hacer algo que me referencie, que me identifique. Si me sale es a pesar de mí, de hecho.
Curiosamente, hablé de toda esa “época” también con Abraham Boba hace muy poco. Nos encontramos en un tren camino de Zaragoza. Ellos (casi toda la banda, León Benavente) iban a una boda de uno del grupo, y yo iba allí a presentar mi libro “Yo creo que Banksy eres tú” (2022).
Creo que el primer concierto que dio como Abraham Boba fue más o menos en 2005 como telonero mío en Madrid. Él se acordaba muy bien de ese concierto porque lo traté “muy bien”. “Menos mal”, contesté. “Lo normal, espero”, subrayé. Y eso que hay gente que dice recurrentemente que en el escenario soy “antipático”. Bueno, eso no sería incompatible con ser amable y simpático fuera del escenario, mejor pensado.
Fue un concierto en la sala Nasti (ahora o antes sala Maravillas). Mucha gente. Bueno, no tanta porque no cabían tantos, pero estaba sold out. Y eso era muchísimo calor. Todos muy apretados. Ahora sería impensable. Gonzalo quizá estaba. Y Javi. Y Gorka. Recuerdo hablar un rato, por primera vez, con Julio de la Rosa en el “camerino” (una habitación enana donde había más personas que metros cuadrados). Y estaba también Laszlito, que vino desde Asturias, quien desde entonces llama a Abraham “Hijo de la Luna”, porque tenía la sensación de que antes o después iba a cantar esa canción. Y no para mal.
Ahora que voy a sacar un nuevo disco después de un tiempo out, a lo mejor tendría que pedirle a Abraham que me devuelva “el favor”. ∎