“¡Cuánto río allá arriba!” (2021) empieza a partir de una invitación del IVAM para hacer un proyecto específico que tiene que ver con los sistemas de riego de la huerta valenciana desde sus orígenes hasta hoy y los retos que existen. Ahora está amenazada por la especulación inmobiliaria, entre otras cuestiones. Me interesan muchísimo sus sistemas de riego y su reparto equitativo de aguas. Me entrevisté con medievalistas que han estudiado las comunidades campesinas migrantes que se asentaron sobre la vega del Turia, las cuales entendieron que no podían perder recursos humanos ni físicos en pelear por el acceso al agua. Por eso crearon una ingeniería hidráulica altamente efectiva para repartirla de manera proporcional a todas las familias asentadas allí. A finales del 2020, cuando todos estábamos distraídos con el COVID, el agua entró a cotizar en bolsa y me chocó. En los siglos X y XI las comunidades campesinas migrantes ponían toda su tecnología al servicio de la equidad y la proporcionalidad en el acceso al agua, mientras nosotros ponemos nuestra alta tecnología –como la de los mercados financieros– al servicio opuesto: negar su acceso y privatizar, reglar, mediar, comercializar o capitalizar este recurso vital. A partir de ahí, encontré que la alfarería del agua hecha por las mismas comunidades compartía la misma cosmovisión de los sistemas de riego. Esa alfarería en la península y en los países mediterráneos comparte la obsesión por el acceso y la eficiencia en el reparto equitativo. Todas las cántaras, cantarillas, jarras etc., buscaban ser altamente eficientes al transportar, almacenar, consumir y repartir el agua equitativamente. De ahí la producción de los tótems cerámicos que aparecen en la exposición de Córdoba en el TBA21, compuestos por diferentes elementos de alfarería colocados verticalmente. El tótem es una idea recurrente en muchas culturas, en el arte contemporáneo se ha trabajado desde Brancusi hasta José Dávila. Hay una especie de práctica común en las comunidades de construir esa especie de antena que conecta cielo y tierra para resaltar la importancia de una idea. Cuando las comunidades humanas han querido hacer sus deseos realidad, o peticiones, han colocado elementos de manera vertical, normalmente animales. Si el tótem representaba la velocidad, elegían animales muy veloces. En mi caso, he querido subrayar la accesibilidad y proporcionalidad del agua. Coloco esas jarras, unas encima de otras, para pedir ese deseo.
En
el vídeo de “Barruntaremos” (2021) trabajo con el pastor Pedro Sanz. Me interesan las formas de producción de pensamiento tradicionales campesinas, pastoriles, vinculadas al mundo rural, en este caso, de predicción meteorológica. Las cabañuelas son una forma de predicción usada por las comunidades agrarias para organizar su calendario agrario –la mejor temporada para sembrar, podar, cosechar– basada en elementos del paisaje, en el comportamiento animal, de la humedad, de las nubes, del sol o de las estrellas. En el vídeo, Pedro nos guía por diferentes elementos del paisaje y va contando la información meteorológica que dan. Aunque es en movimiento, es una obra de arte paisajística. Es puro paisaje. Parte del hándicap, en la historia del arte, de que la belleza y la estética siempre ocultan otro tipo de información del paisaje. ¿Qué esconde un paisaje bonito? ¿Qué otras informaciones hay detrás de una marina o de un campo de pastoreo? Pues un montón: política, económica, de gestión de territorio, de habitabilidades, de gentes. En “Barruntaremos” me interesa revelar la información meteorológica tras los elementos paisajísticos: una nube, una montaña, un camino, un páramo, una dehesa.