La coyuntura es crítica. Ahí están las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Peligran conquistas de décadas, cierto consenso centrista que asumió lo climático, ante una posible alianza del Partido Popular Europeo con la extrema derecha negacionista que lo arrastre a sus posiciones. Me obsesiona superar esa meta, mantener el marco con sus limitaciones, una de las vanguardias globales en transición ecológica. A partir de ahí, ampliarlo con una alianza entre las tres familias europeas de la izquierda –socialdemocracia, verdes y poscomunistas– en una disputa por un nuevo marco macroeconómico que se está gestando, donde habrá un impulso a la intervención pública, a la política industrial, a la planificación y a una fiscalidad más progresiva. Seguramente arrastrando a parte de la democracia cristiana y la derecha conservadora más racional, en términos climáticos.
El Estado nunca se fue, las oligarquías económicas lo pusieron a su servicio retirándolo de funciones sociales importantes. Las propias convulsiones del Antropoceno crean situaciones de emergencia que lo obligan a un papel económico interventor mayor del que querrían las élites. En pandemia se decía que lo más parecido a un keynesiano es un neoliberal con miedo. Se han dado situaciones así y se darán. Este retorno a una política industrial y de planificación es un horizonte histórico nuevo que disputar. El principal error analítico es pensar que la crisis ecológica hará que el Estado no funcione y florecerán oportunidades de autogestión. Una fantasía que lleva a lo más peligroso de este debate: si este colapsismo se convierte en el centro de gravedad, no en un aporte más, el ecologismo transformador corre el riesgo de no comparecer, de no asumir el liderazgo que debe tomar estos años críticos.
De modo ambivalente, como todo. El ecologismo crítica acertadamente el discurso predominante de descarbonización, al centrarse en las emisiones y no en una crisis multidimensional. Aunque políticamente puede no ser muy operativo. La cuestión climática está en el debate pero no está asegurada, hay que seguir empujando para construir mayorías. Decir que el Acuerdo de París es un fracaso es exagerado. En 2015 íbamos a escenarios de emisiones de 3,5 grados; estamos en 2,5. Hay compromisos que si se cumplen llegaríamos al 2,1. Y se puede avanzar más. Es lento. Es está haciendo mal y la transición energética está atravesada por conflictos vinculados al modelo socioeconómico y dinámicas norte-sur que den lugar a un extractivismo verde que impulse las transiciones del norte sin incorporar aspectos sociales. Lo esencial es que la transición es otro elemento de disputa política. No hay política sin riesgos ni contradicciones. Debemos seguir avanzando posiciones. A lo largo de la historia los cambios fueron parciales, contradictorios y segmentados, nunca totales e integrales.