Nintendo ha empezado 2022 con la inercia que le faltó en 2021. Además de todo lo que está por venir para su Switch –un remake de “Advance Wars”, “Xenoblade Chronicles 3”, “Pokémon Escarlata y Púrpura” con una región ambientada en ¡España! y “Bayonetta 3”–, en solo tres meses ha colocado en las estanterías grandes títulos como “Pokémon. Leyendas Arceus” (Game Freak, 2022), “Kirby y la tierra olvidada” (HAL Laboratory, 2022) y “Triangle Strategy” (Square Enix-Artdink, 2022). Este último, quizá, el más suculento de los ya disponibles. En él encarnamos a Serenoa, el heredero de la casa Wolffort y líder militar de una nación cuyos tres poderes están encallados en guerras eternas por el control de diferentes recursos vitales. Es un RPG táctico de los de toda la vida cuya gran baza a nivel jugable es que las convicciones del protagonista –o sea, tú– hacen que el conflicto tome un derrotero u otro. Todo ello dependerá de unas secuencias de votación en las que tendrás que manipular a tu tropa para que el voto favorezca tus intereses. Es una mecánica de juego –también argumental– terriblemente cruel y digna de explorar más en próximas entregas, pues esa persona a la que estás convenciendo probablemente muera mañana en la gran batalla.
Pero aparte de este argumento muy deudor de “Juego de tronos” –a veces demasiado expositivo y verborreico– y del libre albedrío de Serenoa, lo que más llama la atención de este título es su estética. “Triangle Strategy”, desarrollado por Tomoya Asano, es solo la segunda entrega de una nueva ola de videojuegos de la compañía Square Enix que está usando la tecnología llamada HD-2D. Es algo así como el pixel art de toda la vida, heredero de la edad de oro de la generación 16 bits, pero mezclado con efectos 3D. La empresa nipona no va necesitada precisamente de sagas con beneficios multimillonarios –“Final Fantasy” (1987-), “Kingdom Hearts” (2002-), “Dragon Quest” (1986-)–, pero esta nueva estrategia se ha convertido en otra gallina de los huevos de oro: ya se forró con “Octopath Traveller” (2018) y en el futuro planea hacerlo con remakes de “Dragon Quest III” (1988) y del oscuro clásico inédito en Occidente “Live A Live” (1994), ambos con este estilo retro que está haciendo las delicias de los jugones más nostálgicos.
Square Enix cotiza en la bolsa tokiota y no necesita usar el pixel art para cuadrar las cuentas, pero sí es un estilo visual que cada vez más compañías indie están usando por una razón meramente práctica: es barato y exige poco al hardware de la consola o el PC en cuestión. Pero el asunto no solo está en replicar las limitaciones técnicas de títulos como “Chrono Trigger” (Square Enix, 1995), “The Legend Of Zelda. A Link To The Past” (Nintendo EAD, 1991) o “Street Fighter II” (Capcom, 1991), sino en aprovechar su indudable atractivo visual y mejorarlo gracias a las resoluciones de las nuevas pantallas. Por supuesto, achacar esta decisión creativa tan popular solamente a eso sería hacer un análisis reduccionista del fenómeno, porque la nostalgia también tiene su importancia aquí.
La industria se ha dado cuenta de que tanto los nuevos desarrolladores de videojuegos como sus consumidores ya son (somos) millennials entrados en años y con unos referentes nostálgicos claros: aquellos juegos de la generación 16 bits con paletas de colores brillantes y píxeles más grandes que los granos de nuestras caras cuando jugábamos a ellos nos marcaron como personas. De algún modo, el pixel art –y la nostalgia gamer en términos generales– se ha convertido en una suerte de espacio seguro en el que huyes de los ajetreos de la vida adulta y entablas una conversación con tu yo adolescente y con una época en la que las máximas preocupaciones eran saber si ya había llegado al quiosco el último número de ‘Hobby Consolas’, ahorrar mil pesetas para comprar un juego pirata en el Mercat de Sant Antoni o liberar espacio de la memory card para hacer hueco a tu nuevo juego favorito.

Este es un juego independiente llevado al extremo, pues de su creación se encargó casi por completo un solo hombre, Toby Fox. Un año después de su publicación ya se había convertido en fenómeno de masas que había irrumpido en la cultura pop con la friolera de un millón de copias vendidas. ¿Sus puntos fuertes? Una banda sonora hecha con FL Studio, la posibilidad de evitar los combates típicos de un juego de rol para primar las conversaciones amigables y un mundo de fantasía en el que, claro, el pixel art lo es todo.

Si “Stardew Valley”, desarrollado por Eric Barone, ha crecido para convertirse en uno de los juegos más amados de todos los tiempos es, en buena medida, gracias a su arte visual, que contribuye al encanto de vivir una vida plena en la granja. Porque ese es el objetivo principal del título, restaurar la gloria pretérita del valle mientras cultivas, crías ganado, te dedicas a la minería y a la búsqueda de comida, vendes productos, socializas con la gente del pueblo y hasta te casas y tienes hijos. Si tu sueño es vivir en un mundo pixelado precioso y acogedor, aquí te vas a tirar horas.

Históricamente el género de las plataformas ha tenido un gran defecto: sus historias o, directamente, la falta de las mismas. Pero si “Celeste”, de Maddy Thornson y Noel Berry, cautivó tanto en su momento es porque, además de proponer desafíos estimulantes y a veces francamente frustrantes a nivel jugable, también contaba con un argumento que trata grandes temas como el autodescubrimiento, la identidad, la perseverancia y la lucha contra los demonios internos.

Muchos juegos son fruto de un momento particular y le deben parte de su popularidad al mismo. Mientras medio mundo se tuvo que encerrar en casa por culpa de una pandemia global, muchos encontraron refugio y solaz en “Animal Crossing” (Katsuya Eguchi y Hisashi Nogami, 2001-). Hay juegos que sirven para huir del mundanal ruido, que relajan y hasta pueden llegar a ser terapéuticos. Y “A Short Hike”, de Adam Robinson-Yu, es heredero espiritual del multiventas de Nintendo. Respira y disfruta del paisaje en esta corta excursión protagonizada por un pájaro que busca cobertura móvil y, por el camino, se encuentra un sinfín de distracciones en forma de diferentes géneros de juego, mezclados magistralmente.

Sin lugar a dudas, uno de los juegos con estilo visual más alucinante de los últimos años, gracias a un rollo steampunk retro que, aun así, propone un mundo colorido en el que no todo es escenografía ruda. “Eastward”, desarrollado por Pixpil, es un RPG de acción clásico a lo “Zelda” que cuenta la historia de un anciano mudo y una niña hiperactiva encerrados en una comunidad minera bajo el suelo, con pavor por un virus apocalíptico que asoló el exterior. Pronto dejarán la comunidad para descubrir qué ocurrió realmente en el mundo sobre sus cabezas. ∎