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David Lynch

Crazy Clown TimeDavid Lynch
Una de las canciones del último disco de David Lynch, “Crazy Clown Time” (2011) –y para nada el primero, como se ha dicho equivocadamente hasta la saciedad–, ya había salido publicada en formato CD y vinilo doble en 2010. Se trata del pegadizo “Good Day Today”. Para ilustrarlo, Lynch promovió a través de su web un concurso de videoclips, y gente de diversas partes del mundo le envío su adaptación audiovisual de la canción en cuestión. Hubo un ganador y muchos perdedores interesantes por el camino. Para “Crazy Clown Time”, el tema que da título al disco, Lynch ha aparcado el concurso democrático –del que sin duda extrajo enseñanzas– y ha realizado personalmente el videoclip en cuestión, convirtiendo en imágenes el texto de la canción.

Si alguien esperaba un Lynch rodando un clip si no convencional, sí comercial, la sorpresa no será mayúscula (porque Lynch es Lynch), pero sí inesperada. El director radicaliza aún más su imaginario al son de su voz distorsionada, la batería metálica y los riffs industriales de guitarra. No podía ser de otro modo tratándose de una canción que se titula “El tiempo del payaso loco”. Un jardín que podría pertenecer a cualquiera de las casas adosadas de “Terciopelo azul” (1986). Una muchacha con los generosos pechos al descubierto que se mueve hipnotizada. Un joven con un casco de fútbol americano en la cabeza que se mueve como un poseso. Un tipo que mira fijamente a un punto indeterminado mientras sigue el ritmo golpeando la mesa con los puños cerrados. Un punk que incendia su cresta mientras la barbacoa se convierte también en un objeto llameante. El tema acelera y las imágenes se descontrolan como si estuviéramos en la habitación roja de “Twin Peaks” (1990-1991).

Todo el universo lynchiano se materializa en estos siete minutos que a veces parecen una comedia esperpéntica y otras, un mal viaje de LSD, como ya ocurría en su delirante spot para la British American Tobacco realizado en 2002, con peces que surgen del fango para subir al cielo, las chispas eléctricas en el aire y el fuego que quema al revés. Puede que nunca más vuelva a realizar una película para exhibición comercial, pero mientras deje canciones, fotografías, lienzos, vídeos como este o anuncios publicitarios como el reciente de la firma Dior –“Lady Blue Shanghai”, o la publicidad convertida en un relato fantástico de quince minutos con Marion Cotillard sumida en una pesadilla espectral–, la revuelta lynchiana seguirá en pie. ∎

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