Amelie Lens, DJ, productora y exmodelo belga. Foto: Marina Tomàs
Amelie Lens, DJ, productora y exmodelo belga. Foto: Marina Tomàs

Concierto

Amelie Lens electriza Barcelona

La antigua fábrica Mercedes-Benz de Barcelona, laMercedes, se transformó en la tarde-noche de ayer, 21 de septiembre, en un santuario techno. En el marco de la fiesta electrónica organizada por Primavera Sound y Nitsa Club, tres nombres marcaron el ritmo de la tarde: Hayden F, Regal y, como figura central, Amelie Lens.

Con públicos distintos y estéticas divergentes, cada uno dejó su huella, pero fue Amelie Lens quien convirtió la nave industrial en un archivo vivo de memorias rave, afectos colectivos y futuro compartido. Más allá del baile, la velada fue también un mapa de orígenes y escenas: desde el techno emergente francés hasta la escuela madrileña y la hegemonía belga que hoy define el pulso europeo.

El primero en salir fue Hayden F, DJ y productor francés en ascenso. Aún había mucha luz entrando por las cristaleras y poca gente en la pista, un momento complicado para cualquiera. Aun así, tiró de un techno sobrio, mental, con temas como “Out Of Tune” de Stephen Disario, “Glasshouse” de Marcal o “Replay Silence” de Elektrostyle. Sonó correcto, casi quirúrgico, pero la amplitud del espacio lo hacía difícil. Fue un warm up que cumplió sin más, pensado más para calentar motores que para dejar huella.

A media tarde subió a la cabina el madrileño Regal, fundador de Involve Records, un sello que se ha convertido en referencia para los amantes del techno duro y melódico. Su set arrancó con “Hypersis” de ANNE, y aunque le costó conectar al principio logró arrancar los primeros gritos de la tarde con “Baby Go Wild” de David Moleon, un clásico de la escuela hard groove española. También sonaron “Everybody (KINK Remix)” de Tal Fussman y el histórico “L’esperanza (Rising Star Mix)” de Airscape. Pese a esos momentos, la sesión resultó algo monótona: el público ya miraba el reloj, esperando lo que vendría después.

Y entonces apareció ella. Pancartas con “Mother Of Techno”, camisetas con su rostro, abanicos fluorescentes y camisetas con lemas como “Amelie pum pum” transformaron la nave en un fenómeno fan. Más que un club, parecía un estadio de culto. Amelie Lens, DJ, productora y exmodelo belga, es hoy un icono global del techno y una figura que combina música con estética.

Triunfo en sesión de tarde-noche. Foto: Marina Tomàs
Triunfo en sesión de tarde-noche. Foto: Marina Tomàs

A lo largo de la noche desplegó sus dos universos principales: Lenske, el sello discográfico que fundó en 2018, donde publica su música, y EXHALE, su colectivo de fiestas y comunidad global, que desde 2020 también lanza compilaciones.

Hubo un guiño recurrente a la historia de la rave europea: “Meet Her At The Love Parade”, de Da Hool, apareció en varios momentos, tanto a media sesión como hacia el final. No era un tema nostálgico al azar, sino un archivo afectivo en tránsito: un himno del trance noventero que conecta directamente con la memoria colectiva de la pista de baile, recordando que cada salto, cada bombo y cada gesto corporal forma parte de una tradición que Lens reinterpreta en tiempo presente.

El tema funcionó como un marcador emocional, apareciendo entre cortes más oscuros o melódicos, generando momentos de euforia compartida y de complicidad con el público. Su repetición a lo largo del set transformó la pista en un archivo vivo. En un espacio donde la mayoría del público era frívolo y fanático, el tema servía de recordatorio de que la pista de baile también puede ser memoria y una forma de recordar que el techno también es una historia de lucha. En la sesión sonó también “One Mind”, tema que ha realizado a medias junto a su compatriota Charlotte de Witte y que funcionó como guiño a la escena belga y reforzó sus orígenes.

Logro conseguido: comunión entre el público de discoteca. Foto: Marina Tomàs
Logro conseguido: comunión entre el público de discoteca. Foto: Marina Tomàs

Después, “Trance And Danse”, de Milio Ruando, abrió un espacio expansivo y casi espiritual, antes de que “PLUR”, de T-78, devolviera la pista a la memoria rave: paz y amor. La combinación de euforia y ritual estaba ahí, aunque teñida de frivolidad: la mayoría disfrutaba del trance físico más que del trasfondo comunitario o incluso político. El cierre fue cinematográfico. La lluvia caía tras los ventanales y la luz de los abanicos iluminaba la multitud.

El contraste entre la teoría del “club global” y lo que se vivió fue evidente. Mientras la primera reivindica microescenas comunitarias, queer y periféricas, Lens operó desde la hegemonía europea del techno. Sin embargo, supo convocar memorias, generar afectos y transformar la nave industrial en un campo de batalla, aunque en Barcelona el efecto fue más espectáculo que resistencia.

Amelie Lens no solo pinchó: construyó momentos, activó recuerdos y llevó su presencia más allá de la cabina. Confirma que puede mantener el pulso de la noche aunque la masa sea, en gran parte, fanática y frívola. Y tal vez en esa tensión radica gran parte de su poder: lograr que un público de discoteca viva un instante de comunión, aunque sea breve y efímero. ∎

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