Esta vez sí, va en serio. Brighton 64 dicen adiós. Han sido más de cuatro décadas de carrera en dos etapas, con un paréntesis de quince años y un regreso que ha dejado seis discos desde entonces. El más reciente es “Se traspasa” (BCore, 2025). Albert Gil (guitarra) y Ricky Gil (voz y guitarra) –junto con Enric Herrera (batería), David Abadía (bajo) y Jordi Fontich (teclados)– anunciaron su despedida por capítulos a principios de otoño y en ello siguen: los próximos conciertos del grupo tendrán lugar este mes de diciembre en Zaragoza (19), Madrid (20 y 21), León (22) y Liérganes (23). El 3 de enero, concierto de Reyes en la sala Upload de Barcelona (con Los Fresones Rebeldes), preludio a un recorrido por la geografía española durante 2026 que pondrá punto final a su trayectoria.
Formados en el otoño de 1981, genuinos mods de influencia rhythm & blues y estética Carnaby, recibieron el apoyo más entusiasta e incondicional de los suyos hasta llegar a convertirse en el estandarte del movimiento en Cataluña y también en parte de España. Pero como sus admirados The Who, trascendieron un estilo creado por y para ellos. Rozaron un impensable éxito comercial y regresaron en 2012 convertidos en una banda de pop más reposada, adulta y reflexiva, sin perder las señas de identidad. Hablamos de todo ello con los hermanos Gil.
El comienzo es obligado, ¿por qué ahora?
Ricky: El culpable soy yo. A todos nos vendrá bien porque es un proyecto de muchos años. Las cosas no tienen que ser eternas. Estamos en forma y es un buen momento para presentar un disco y despedirnos del público.
Albert: Me gustaría algo del estilo que no nos aguantamos, pero no. Yo, sinceramente, no me cansaría nunca de esto, pero para que funcione es indispensable que el grupo esté vivo a nivel creativo. Hemos pasado por momentos delicados y los hemos superado. Está bien decidir tu final, ¿no?
Y mira que la historia de la música está llena de hermanos en conflicto: los Davies, los Gallagher hasta hace dos días…
Albert: Si hemos llegado hasta aquí ha sido precisamente por ser hermanos. Compartimos una serie de códigos, nos entendemos con una mirada. Ricky es un año y algo más joven (nació en 1965, Albert en 1963; los dos son de Barcelona). Comenzamos a descubrir la música como un juego más. La música también la empezamos a descubrir juntos. Gracias a esto hemos estado tanto tiempo juntos.
¿Cómo os veis comparando ambas etapas?
Ricky: Artísticamente creo que hay muchas diferencias. Entonces éramos jóvenes, inexpertos, teníamos una frescura, algo especial, un punto mágico que solo tienen los grupos que empiezan. Las grabaciones suenan a cierta ingenuidad. Esto lo pierdes, ¿qué ganas? Experiencia. Del primer disco al último hay una gran diferencia, pero la esencia no la hemos perdido nunca. Podemos tocar una canción que se ha hecho hace meses y seguido una que hicimos hace 42 años.
Con todos los cambios que ha vivido Barcelona en los últimos treinta y tantos años se habla mucho de aquella ciudad preolímpica. ¿Cómo la recordáis?
Ricky: En los setenta había algún déficit de conciertos, está el de los Stones, alguno de Lou Reed, pero cuando nosotros comenzamos a salir de casa empezó a venir todo dios.
Albert: No estábamos nunca en casa. Vivimos una ciudad muy potente. Comenzó la programación en Zeleste de principios de los ochenta, ya no solo laietana, y vimos a todo el mundo. De la escena local a Nacha Pop, de los que éramos superfans, a Siniestro Total, Almodóvar & McNamara… los pesados esos de la URSS (se refiere a Polanski y el Ardor, concretamente a su canción “Ataque preventivo de la URSS”). También a Manu Chao con Hot Pants, a The Kingsnakes…
Ricky: Mink DeVille, Nick Lowe… toda esa gente venía a Zeleste o quizá a la Mercè o las Festes del Treball del PSUC; allí tocaron los Ramones… Sí que nuestro grupo favorito de la época, The Jam, no vinieron nunca. Es una espina que duele.
Brighton 64 sois referente generacional, grupo de multinacional y banda de culto en vuestra última etapa.
Ricky: Fuimos víctimas del momento en que un grupo como nosotros podía ser fichado por una multi. No tiene sentido alguno. En cualquier otro país habríamos tenido una carrera mucho más estable en un sello mediano. Nos vimos metidos en un mundo que no nos correspondía. Tampoco nos correspondía la independencia total, tener que crear sellos, tener que luchar por cada disco. Eso me parece injusto para nosotros. Ese término medio es el que ha permitido a mucha gente de otros países vivir de la música.
Albert: Éramos un grupo normal en situaciones extrañas. Un finde estábamos en el coche yendo no sé dónde con el teclado atado al techo supercutre y el lunes en avión a Madrid a hacer un playback y regresar el mismo día. Estabas en un sitio y te encontrabas a Ramoncín, en otro te cruzabas a Santiago Auserón, ¡y sabía quién eras! No es que nos fuera grande, pero nos sentíamos un poco impostores.
Parece que esto de la fama os ha dado bastante igual.
Ricky: No es que nos diera igual, pero teníamos la sensación de que se trataba de algo irreal. La esperanza de que el grupo funcionara siempre existió. Cuando vimos que se acercaba, hostia, hacía ilusión.
Albert: Veías que te estaba editando EMI, el sello de los Beatles, y que en tu disco salía el mismo logo. Cuando monté el grupo pensaba que pasaría, que trascenderíamos, que no sería un grupo de dos días. Y de alguna forma, aunque muy pequeña, ha sido así, ¿no?
Por vuestro enfoque en las letras, ¿os consideráis una especie de cronistas de cada época?
Ricky: Siempre nos ha gustado decir cosas en nuestras canciones de manera natural. Podríamos decir que sí. Aunque lees una letra nuestra y dices que es de una época en concreto, pero pueden intercambiarse.
Albert: Sí, hay una voluntad de hacer un retrato bastante realista, subjetivo, pero sin grandes artificios. Sin mundos inventados. Siempre hemos hablado de las cosas que nos han preocupado y con el paso del tiempo los aspectos son diferentes. En los discos actuales la mirada es más adulta, de transmitir todo lo que hemos hecho, de aquí el nombre del disco. Que alguien pille ese idioma de la guitarra, la canción breve, la actitud, y que continúe. Y que no sea un grupo de tributo a Brighton 64. Que sea algo nuevo.
¿Y vislumbráis este relevo?
Ricky: Es diferente, las escenas cambian. Nosotros hemos estado por las cosas que van pasando. Grupos que cojan una guitarra y tengan un espíritu similar hay, pero tampoco gran cosa. Minibús Intergalàctic, pero son excepciones. Creo que tuvimos una repercusión inmediata cuando salimos. Ahora no me siento identificado, me veo muy solo.
¿Sois un grupo incómodo?
Albert: Superincómodo. Al inicio nunca tuvimos compañeros y medios. Iba ligado con la actitud que teníamos y que hemos mantenido. Un grupo que cuesta mucho domesticar. Decimos las cosas de una forma un poco bestia. En ese momento éramos gente joven, arrogante, que pensaba que tenía la verdad. Veo los jóvenes ahora y pienso “vaya cretinos”. Y esta es, precisamente, la magia, ir contra las antiguas convenciones, como nosotros. Es el encanto de la juventud. Los jóvenes son incómodos siempre para la gente más mayor.
Ricky: Pienso que en la industria musical española hay mucho conservadurismo y se ha convertido en un pilar del capitalismo. Quizá era una utopía, pero para nosotros el rock’n’roll era otra cosa. En la segunda etapa los medios nos han acogido bien y hemos creado un círculo de gente con la que estamos supercómodos. Luego está toda la industria de la música donde podríamos haber penetrado si hubiéramos sido moldeables. Ha sido imposible entrar en el círculo de ciertas programaciones, hasta incluso en los sitios en los que por lógica hubiéramos podido encajar.
Albert: Tipo Purple Weekend. Hicimos 40 años de carrera y como si no hubiéramos sido parte de historia del modernismo de este país. Siempre hemos estado comprometidos con muchas cosas, el tono político ha ido cambiado y no te aguantan que hables claramente sobre el estado español o que hagas un disco contra la represión que siguió al 1 de octubre de 2017. Esto nos ha perseguido. Muchos medios han ido a buscar ciertas declaraciones y nos han insultado, pero hemos ido a la nuestra y hemos seguido. No contemplamos que nos llame ni el Vida ni el muerte ni el Primavera. No pasa nada. La vida nos ha llevado a tocar en salas, en pequeños festivales en los que tienes la gente muy cerca y la puedes conocer después de tocar. Nunca sabremos si éramos carne de escenario grande, pero tampoco pasa nada.
Y como en una de las canciones con la que os despedís, ¿creéis que habéis sido unos tíos con suerte?
Ricky: Sí. Muchísima. Lo tengo clarísimo. En el futuro no lo sé, pero hasta ahora la hemos tenido.
Albert: Hemos hecho lo que nos ha gustado, ha sido una forma de comunicarnos, de transmitir las ideas y sobre todo de tener unas experiencias bestias que un trabajo convencional no puede darte. Lugares, gente, la carretera… Entiendo perfectamente por qué grupos más mayores que nosotros como The Fleshtones no lo dejen, como otros de nuestra generación como Sex Museum. Es algo a nivel mundial. Una forma de vivir. ∎

Maxisingle en Flor y Nata, sello creado por José Luis Pérez –Los Rápidos, Los Burros y El Último de la Fila– que posibilitaba el escaparate para los grupos mods, la primera referencia del cual fue el sencillo “Chica del metro” / “Jugando sucio” (1982) de Telegrama. Producido por el propio Pérez, incluye “Barcelona Blues”, R&B que ya era todo un himno mod local, junto a la muy The Jam “JP”, “Donde yo caí” –versión pub rock de “Down The Road A Piece” escrita por Don Raye– y “Te da igual”, más garage que rock revival.

Quizá el disco más representativo del mod revival español de los ochenta, editado por el sello madrileño que también publicaba a Hombres G. Un primer mini-LP vibrante. Power pop bruto ‘79 muy de la época, compendio de mod revival inglés y música afroamericana. Incluye “Haz el amor” –adaptación de “Walking The Dog” (Rufus Thomas), la única concesión sixties– y “Fotos del ayer”, descartada por Los Negativos. Portada con referencia muy pop: Tom Wesselman.

“La casa de la bomba” sonó en Los 40 Principales y EMI accedió a grabar el disco que antes había desechado. Canciones con cuidada producción de Paco Trinidad, el hombre que puso la escena mod en el foco comercial. Potente rhythm’n’soul. El tema estrella, “(Club negro) La calle 46”, “La carne mata el hambre” y el vídeo de “El mejor cocktail” contribuyen a una pequeña explosión demográfica de mods en el país.

Ricky y Albert juntos de nuevo después de Brigatones, Matamala, Top Models y Chest junto con otros dos miembros de la formación que lo dejó. La gira del treinta aniversario fue un estímulo, el argumento para continuar y rescatar canciones que en su momento no pasaron el corte (“Banderas blancas” o “El día en que yo me muera”), escribir nuevas, versionar a The Kinks (“No puedo ir a dormir”) e incluir dos temas en catalán.

Su disco más político para el momento más convulso en Cataluña y su relación con España de la historia reciente. “Juez y parte” adelantó un álbum directo con canciones como “La cara infame del poder”, “Este es un país libre” o “El estado de la nación”: “No hay otra solución para el estado de la nación / demolición, patada y abolición”. Aunque sus reivindicaciones no quedaban ahí. “Playas del Mediterráneo” aborda la crisis todavía vigente de los refugiados. Son conflictos universales. ∎