Lleva años definiendo la estética del hyperpop, y con “Harlecore” ha logrado una emocionante reivindicación del happy hardcore. Danny L Harle concibió el disco para ser escuchado en un club mental, pero ahora ha llegado el momento de presentarlo en vivo, en citas como la del Primavera Weekender, el próximo 5 de noviembre. Hablamos con uno de los productores fundamentales de los últimos años.
A principios de la pasada década, había quien veía con cierta suspicacia las propuestas que surgían desde PC Music, como si todo lo que orbitara alrededor del sello de A.G. Cook fuera un gesto irónico. El impecable EP “Broken Flowers” (2013) aguó esta teoría y convirtió a su autor, Danny L Harle, en uno de los nombres más sonados de la escudería. Después llegaron numerosas colaboraciones y producciones para nombres que van de Carly Rae Jepsen a Clairo, pasando por Charli XCX y Caroline Polachek, y otro EP, “1UL” (PC Music, 2017). El pasado febrero, presentó “Harlecore” (Mad Decent-Music As Usual, 2021), su primer LP, en el que descompone la cultura rave a través de cuatro personajes –DJ Danny, DJ Mayhem, MC Boing y DJ Ocean– que encapsulan distintos estados de ánimo y también las estéticas que le interesa explorar a Harle.
Danny L Harle mezcla la formación de conservatorio con un amor desvergonzado (subrayando el sinsentido de tal vergüenza) por el pop y la idea de lo “ravero”. A pesar de que, en nuestra conversación vía Zoom, me asegura que “la aproximación que hago a la música es una aproximación narcisista; solo hago música que me gusta”, el autodenominado Baroque Rave Lord toca un punto justo y necesario en el estado de ánimo general pospandémico. Ya lo decía Marta Salicrú, “‘Harlecore’ es el disco que necesitaba 2021”.
Tu música, y especialmente “Harlecore”, provoca una sensación nostálgica en mucha gente. ¿Solías escuchar música mákina, o happy hardcore, cuando eras más jóven?
No mucho, no estaba muy presente en Londres, donde me crié; es una tradición más del norte de Inglaterra. Mi padre es de Newcastle, así que solíamos ir de vez en cuando. Me gusta mucho la idea que me dijo mi hermano: “Cuanto más al norte vayas en el Reino Unido, más rápida y alta será la música”. Una cultura muy específica se estaba desarrollando a mis espaldas, de música hardcore con voces aceleradas y sintetizadores eufóricos, mezclados con esta técnica de rapear muy rápido por encima de la música. Yo lo descubrí y me obsesioné con ello más tarde. Y es algo que está presente en todas las generaciones, cuando te vuelves extrañamente nostálgico por algo que pasó a espaldas de tus vivencias. La sensación de nostalgia es algo extraño, y con lo que disfruto jugando, porque crea un espacio nuevo en tu cabeza. Cuando juegas con ello se convierte en un simulacro de nostalgia, que pienso que es la propia definición de la palabra “nostalgia”.
Puede que en España tu música sea tan bien recibida porque nos trae esa misma nostalgia a la Ruta del Bakalao que estuvo tan presente en los 90.
Conecto especialmente con este subgénero de la música hardcore, el bakalao, la música de Valencia, por el centro melódico que tiene. Es algo muy propio de la música española. Si vas a Holanda o incluso al Reino Unido o Alemania, hay un foco mucho mayor en el kick drum, que da un tono más agresivo. En la tradición española siempre hay un centro emocional, que es lo más importante. Y para mí, la ruta más rápida para llegar a las emociones es a través de las melodías y las cuerdas. Esas son las cosas que luego llevo a mi producción, como minimizar el uso de la percusión para hacer que la emoción fluya. Diría que pasa lo mismo en el bakalao y en las cosas que DJ Pastis me enseña. Definitivamente, hay una base común entre lo que hago y la tradición valenciana.
Recientemente, estás dando bolos junto a DJ Pastis (pincharon juntos en el barcelonés Nitsa Club el 29 de octubre), y también habéis trabajado en algunos temas juntos. ¿Cómo surgió la idea?
Todo empezó porque un amigo en común (Pau Cristòful, booker en Primavera Sound) le enseñó mi música. Desde el primer momento, quedó claro que tenemos la misma actitud hacia la música y que nos gusta lo mismo. Así que cuando quedábamos, no podíamos comunicarnos de ninguna forma (él no habla inglés y yo no me atrevía a probar lo poco que sé de castellano), por lo que simplemente nos poníamos canciones y bailábamos los bits del otro que nos gustaban. Hay una comunicación totalmente musical entre nosotros.
Tienes un largo historial de colaboración con otros artistas, y en “Harlecore” nombres como Caroline Polachek, Hudson Mohawke o Lil Data se convierten en pilares. ¿Qué aportan a tu música?
Para mí las colaboraciones solo funcionan si encajo de manera artística con la otra persona. No soy muy versátil haciendo cosas fuera de lo que me gusta, al contrario de otros productores increíbles que hacen música buenísima que ni siquiera les gusta. O estoy al 100% o no estoy. Por suerte, con Caroline hemos desarrollado una química musical: tenemos intereses comunes musicales y eso canaliza muy bien mi formación más clásica. Con Hudson Mohawke se canaliza por otro lado. Era uno de mis héroes, y descubrimos que teníamos una pasión en común por el hiperhardcore. Cuando vino a Londres, dijimos: “¿Por qué no montamos una noche hardcore?”, ya que se trata de un género que apenas se pinchaba en Londres. Muy generosamente, me dejó utilizar su alias hardcore, DJ Mayhem. Fue una noche pequeña pero genial, y pronto empezamos a hacer más eventos. Nos dimos cuenta de que estábamos haciendo música para estos eventos, y que había canciones que solo podías escuchar en ellos: la gente los estaba grabando y subiendo las filmaciones cutres a internet.
En PC Music habéis jugado siempre con los alias. Un concepto que madura en “Harlecore”, con la formación de las cuatro identidades del DJ. ¿Cómo empieza a desarrollarse esta idea?
Siempre ha sido algo que me ha atraído, ya que tener una producción tan ecléctica y escribir tantos tipos de música diferente ayuda a compartimentar y a dar una cierta orientación a quien escucha. Se trata de crear personajes que tienen siempre un mismo estado de ánimo. Cuando hago una remezcla, el sonido de la canción puede ir en muchas direcciones diferentes porque depende de cómo me siento, pero MC Boing siempre se va a sentir de la misma forma. Hacer un álbum de solo un estilo… es un poco una fantasía en la era de internet. Es ignorar que el que escucha se va a meter en YouTube y que lo va a escuchar junto con canciones de todos los sitios y de estilos diferentes. La coherencia que se lograba al conseguir nueva música en tu tienda de discos local y en ese tipo de comunidades es un poco cosa del pasado, y si quieres una ilusión de coherencia hoy en día necesitas fingir esa coherencia.
En este sentido, esta idea nos ayudó conceptualmente a presentar el proyecto de manera virtual. El concepto está en “Harlecore”, y no me gustaba la idea de tener que explicarlo a los oyentes: prefiero que entren en el site de “Club Harlecore” y lo vean en directo, en lugar de leerse un ensayo para entender el álbum. No me convencía la idea de, simplemente, poner una portada a estas canciones y subirlas a internet. Hay algo en el hecho de poner online este tipo de música trance o hardcore, de subirla a Spotify, que no me termina de cuadrar. Es un tipo de música contextual, por lo que tuve que hacer algo para traer el contexto de la música a la experiencia online, creando este templo de la euforia que era como una metáfora de mi experiencia con esta música.
Björk dijo hace poco que su nuevo álbum estaba hecho para ser escuchado en la “discoteca de tu salón”. ¿Fue “Harlecore” hecho para ser escuchado en raves de salón, en raves reales o en raves digitales?
Está hecho para ser escuchado en un “club mental”. Cuando haces una canción, debes imaginarla sonando en un espacio concreto. Por ejemplo, al incluir una guitarra, has de especificar qué reverberación tiene y dónde se está produciendo ese sonido. “Harlecore” se situaría en lo que yo llamo una “catedral de la mente”, que no tiene ningún muro. Es un espacio infinito.
¿Cómo manejas para mantenerte en ese punto entre hacer canciones tan earworm y participar en circuitos de, digamos, “música elevada”?
No me interesa en lo más mínimo la idea de “música elevada”. Me gusta la música, y alguna resulta que está compuesta por Thomas Adès o Stravinski, y otra, por Little Mix; es todo lo mismo para mí. “Oops!... I Did It Again”, de Britney Spears, tiene una producción y composición extraordinaria. Las referencias a la música barroca están ahí y las modulaciones en el estribillo son alucinantes y a la vez están muy bien escondidas. Ya nadie modula los estribillos… Imagino que Max Martin se trae toda la tradición de ABBA consigo. Hay tanta coherencia y arte en estas cosas… las escucho sin hacer ningún tipo de distinción. Me gusta la idea de las playlists por eso, porque pone todas las canciones al mismo nivel y elimina las jerarquías. Me divierte jugar con ello en una playlist que tengo en Spotify, “Danny L Harle’s HUGE PLAYLIST”. Después me alegra mucho cuando alguien me dice que la ha escuchado y se ha dado cuenta de que, por ejemplo, hay una canción de Britney seguida de una pieza barroca que suenan similares y se comunican entre ellas. Todo está al mismo nivel, sin jerarquías, y me parece la única forma de expresar el eclecticismo. Vivimos en una época confusa en la que a la gente no le gusta pensar eclécticamente. Pero creo que sucede lo contrario: las cosas se están volviendo cada vez menos compartimentadas.
Poco después de publicar “Broken Flowers”, decías en una entrevista que estabas escuchando happy hardcore, y ahora tenemos “Harlecore”. ¿Qué escucha Danny L Harle en 2021?
Estoy escuchando mucho dance pop y también las “Vísperas” de Monteverdi, música religiosa y trascendental. ∎