Como voz y cara visible de Nitzer Ebb, la muerte de Douglas McCarthy el pasado día 11 nos deja sin uno de los frontmen más carismáticos e influyentes del orbe electrónico. De justicia es repasar una trayectoria que no se acababa en esos cinco álbumes (más uno) y un regreso revivalista.
No hay persona que asistiera a la primera actuación de Nitzer Ebb en la sala Oh! Madrid en 1989 que no sea capaz de transmitirte la atmósfera especial de las primeras veces que se respiraba y la comunión que se produjo. Una conjunción planetaria entre un grupo en su momento, ya con una batería imbatible de himnos a los que sumarse a voz en grito, pero todavía secreto en cierto modo, y un público ávido de empaparse de esa energía electrónica euforizante y corpórea, bailable y aglutinadora de la que tampoco se habían visto tantos precedentes por aquí. Se vivió algo parecido meses antes en esa misma sala con Front 242, y aunque son estos y sus sucedáneos centroeuropeos los que han quedado como máximos exponentes de la Electronic Body Music (EBM), pocos alcanzan la literalidad estética y sonora del género como los propios Nitzer Ebb: secuenciador trotón, ritmo industrioso y voz imperativa; un minimalismo austero tremendamente efectivo, heredero de las líneas espartanas de DAF o Liaisons Dangereuses, que encuentra en la colectivización del club y del directo el caldo de cultivo perfecto para las arengas de predicador (o de mando militar) y los jadeos de empotrador de un Douglas de imponente presencia.
Douglas John McCarthy –fallecido el 11 de junio pasado a causa de la cirrosis que padecía– nació en septiembre de 1966 en Barking, Londres, pero se crió en Chelmsford, en Essex, donde a los 10 años trabó amistad vía monopatín con David Gooday y, a través de este, con Vaughan David “Bon” Harris y Simon Granger. En 1982, rondando los 15 años, McCarthy cantando, Harris programando, Gooday a la batería y Ganger diseñando la imaginería empiezan a grabar una mezcolanza de post-punk y electrónica industrialoide inspirada por nombres como DAF, Einstürzende Neubauten, Malaria!, Killing Joke, Bauhaus o Cabaret Voltaire. Descartan inmediatamente llamarse La Comédie de la Mort para rebautizarse mezclando letras aleatoriamente en busca de un nombre que “sonara a alemán”.
Nitzer Ebb se autoeditan un año después la casete “Basic Pain Procedure” (1983): una cara en estudio y otra en directo, que ya contiene versiones primerizas de “Isn’t It Funny How Your Body Works” y “Violent Playground”. Tras ser descubiertos en un tumultuoso concierto por Phil Harding, de la productora PWL, fundada por Peter Waterman (el de Stock, Aitken y él mismo), se alían fundando el sello Power Of Voice Communications, en el que sacan cuatro singles –el premonitorio “Isn’t It Funny How Your Body Works” en 1985 y al año siguiente “Warsaw Ghetto”, “Let Your Body Learn” y “Murderous”– que convencen a Daniel Miller para llevarlos a Mute y a Geffen en Estados Unidos.
Su primer álbum, “That Total Age” (Mute, 1987), producido por Harding, contiene aquellos dos últimos singles y su himno por antonomasia “Join In The Chant”, con sus órdenes castrenses (“charge, charge, guns, guns, fire, fire!”) y el airado lema “muscle and hate!” que podrían parecer de índole totalitaria, pero McCarthy aclaró que se inspiraba en los cánticos de las huelgas de los mineros y el sindicato del metal al que pertenecía su padre. La portada de imaginería futurista –no hay hoz pero sí martillos, ruedas dentadas y estrellas de cinco puntas– incluye guiño tipográfico al “Die kleinen und die bösen” (1980) de DAF. Ese año telonean a Depeche Mode en parte de su gira “The Music For The Masses Tour” (1987-1988), tras la que abandona Gooday, y cabe preguntarse si la energía de Nitzer Ebb influyó en los siguientes pasos del cuarteto de Basildon y el inusitado despertar de Dave Gahan como frontman total. Junto a “Belief” (Mute, 1989) y “Showtime” (Mute, 1990), producidos por Flood –más la colaboración con los alemanes Die Krupps en el maxi “The Machineries Of Joy” (1989)–, conforma una gloriosa trilogía que dibuja el itinerario de la EBM más puramente electrónica y carne de club –consiguen que el mismísimo George Clinton remezcle el contagioso “Fun To Be Had”– hacia los primeros brotes del llamado rock industrial que luego liderarían Nine Inch Nails y Marilyn Manson –también dio sentido al sello de Chicago Wax Trax!– y al que se apuntaron contemporáneos como Skinny Puppy, Ministry, KMFDM o los mismos Front 242, cuyos registros vocales están tan imbuidos de los tics más proteicos de McCarthy como él lo estuvo en sus inicios de Jaz Coleman (Killing Joke), Peter Murphy (Bauhaus) o el Stephen Mallinder (Cabaret Voltaire) más gutural.
Para bien y para mal, es música esencialmente masculina, que rinde culto al cuerpo (a cuerpo), construida a base de consignas, confrontacional y al mismo tiempo aglutinante de esa camaradería que se consolida a base de puñetazos dados y recibidos durante una adolescencia rodeada de violencia y pandilleo. Tan homoerótica para unos como machirula para otros.
En 1990 vuelven a acompañar a Depeche Mode en parte de la gira del ya más oscuro “Violator” (1990) y el arquitecto de ese nuevo sonido, Alan Wilder, acaba coproduciendo con Flood su cuarto álbum, “Ebbhead” (Mute, 1991), donde ya aparecen esas guitarras pétreas en retroalimentación con un rock industrial totalmente asimilado. Un giro que se empezaba a intuir en el EP previo “As Is” (1991), con cuatro inéditos producidos respectivamente por Jaz Coleman, Flood, Alan Wilder y Barry Adamson. Un año después, un Wilder en la rampa de salida de Depeche Mode reserva a McCarthy el tema estrella de “Bloodline” (1992), tercer álbum de su proyecto en solitario Recoil. Un arrollador “Faith Healer” que se puede interpretar como homenaje al poder encanta serpientes del vocalista, y que le abre una nueva vía interpretativa, más cerebral si se quiere.
“Big Hit” (Mute, 1995), quinto álbum, de nuevo bajo los mandos de Flood, supone el final del trayecto con una fórmula más dispersa y evidentes signos de agotamiento. El legado que dejan, no obstante, permanece vivo reivindicado desde varios frentes, especialmente el Detroit techno. Richie Hawtin los incluye en un par de CD-mixes de Plastikman y no hay más que recordar la ovación espontánea cuando se reconoció la secuencia de “Join In The Chant” durante la sesión de Daniel Miller en el festival Sónar de 1999 con vinilos de surcos cerrados (locked grooves) del catálogo de Mute. Entre 2001 y 2004, su división techno NovaMute publica una serie de tres maxis con remezclas nuevas (Thomas P. Heckman, The Hacker) y antiguas inéditas (Derrick May, LFO) de algunos clásicos. La remezcla del francés Terence Fixmer de “Let Your Body Learn” provoca el encuentro con McCarthy y da lugar al proyecto Fixmer/McCarthy, que desde 2003 publicó dos álbumes y varios EPs.
La publicación en 2006 –vía Mute– del recopilatorio de singles “Body Of Work” –y el de remezclas “Body Rework”– extiende la alfombra para plantear la reunión de Nitzer Ebb, que vuelve a los escenarios un año después. En 2009 se atreven con un nuevo álbum, el sexto: “Industrial Complex”, publicado por Major Records, que ni aporta ni desmerece, sino todo lo contrario, porque sus seguidores lo que quieren es volver a unirse al canto y la jarana, sea en celebraciones de la EBM compartiendo cartel con Front 242 o frente a un público más metalero junto a Ministry. Les honra haberse llevado a Recoil de telonero en alguna gira. Desde 2019 llegó a coincidir el cuarteto original sobre el escenario, con Garner tocando algunos sintes.
Instalado en Los Ángeles, con alguna estancia en Detroit y Londres (para estudiar diseño y cine), McCarthy se presta generoso a poner voz en numerosos proyectos que básicamente intentan capturar la esencia inaprensible de los Nitzer Ebb más musculosos: Adult., Phil Kieran (que remezcló en su día “Murderous”), Motor o Client entre los más relevantes. En una parada entre giras se embarca en la grabación de su único álbum en solitario, que acaba tardando dos años en completar. “Kill Your Friends” (Pylon, 2012), grabado en el estudio angelino de Cyrusrex, que alterna producción y composición con Mark Bell (M-People, Felix Da Housecat), sorprende con peculiares devaneos melódicos tirando a discotequeros y un inusitado optimismo.
Con Cyrusrex también se embarca en el proyecto DJMREX, que publica los EPs “1” (Fold Press, 2013) y “2” (Fold Press, 2015) de corte algo más atmosférico y con voces tratadas o incluso ausentes. Como en el segundo ya colabora Ken HiWatt Marshall, con quien Cyrusrex había coincidido en alguna grabación de Skinny Puppy, y además incorporan a Bon Harris, pasan a llamarse Black Line, que ya iban a ser demasiadas iniciales. Su único álbum, el autoeditado “Treason, Sedition, And Subversive Activities” (2017), plagado de medios tiempos electrónicos entre lo ambiental y lo nebuloso, también ha sido presentado en directo. En su bandcamp indicaban que Black Line es ahora el “canal exclusivo para los nuevos trabajos de este colectivo”, dando a entender que Nitzer no van a volver a grabar con tal nombre.
De su participación junto a Scott Fraser en el single “Noise” (2013) de Headman, proyecto del suizo Robi Insinna, capo del sello Relish, nace otra aventura con este, SASM. Sus dos primeras canciones aparecen en 2020 en los recopilatorios “Industria #1” e “Industria #2” en versión original electro-obseso-funkoide y remezcladas por Nik Colk Void (Factory Floor) y Silent Servant.
En marzo del año pasado, Nitzer Ebb emitían un doble comunicado en el que el McCarthy anunciaba el cese temporal de toda actividad en directo impedido por la cirrosis que, a pesar de llevar un par de años sin probarlo, arrastraba tras décadas de abuso del alcohol; mientras que Harris confirmaba que (de mutuo acuerdo) el grupo seguiría con sus conciertos en espera de la pronta recuperación y reincorporación de su insustituible compañero, como así ha sido hasta hace menos de un mes. Por la foto que se distribuyó recientemente, parece que iba a tomar parte en la gira que pasará en diciembre por Valencia, Barcelona y Madrid. Ahora será un homenaje en su memoria. La última entrada de su cuenta de Instagram, 10 de mayo, celebraba que ya está listo el diseño del nuevo maxi de SASM, “Collective Action”, con remezclas de The Hacker, Sandwell District y Silent Servant, y que Section Action es un nuevo sello cortesía de McCarthy y Robi Headman. Qué vida tan bien vivida y cuántos proyectos truncados. ∎
De su fundamental trilogía fundacional, “Belief” (1988) puede ser el de sonido más pulcro y puramente EBM y “Showtime” (1990) el que trata de diversificar buscando vías más elaboradas, aunque al final sean las pisteras “Getting Closer” y “Fun To Be Had” las que más se recuerden. “That Total Age”, más crudo, es uno de esos raros debuts en los que se percibe una idea totalmente madurada. La fórmula de bajos secuenciados y ritmos metálicos de bidones y cadenas (ecos de Einsturzende Neubauten y Fad Gadget) respaldando una voz agónica y dada a la consigna interpretable se mueve entre el post-punk airado a lo Killing Joke (“Fitness To Purpose”, “Smear Body”, “Alarm”), los musculosos riffs patentados por DAF (“Murderous”,“Join In The Chant”, “Let Beauty Loose”) y aceleradas tablas de gimnasia (“Let Your Body Learn”). La pista de baile es su campo de batalla y su inmediatez consigue el curioso consenso, fruto de una época muy concreta, de triunfar indistintamente en clubes góticos, cuartos oscuros y templos balearic.
El francés Terence Fixmer remezcló en 2002 “Let Your Body Learn” y un año después ya estaba grabando y tocando en directo con McCarthy. Sus grabaciones se pueden tomar como una evolución de Nitzer Ebb si hubieran seguido por la senda electrónica, y de hecho facilitaron su regreso. Sin abusar de riffs body music, “Between The Devil…” apela a la vertiente más industrial del techno. Ritmos cabezones, metalurgia y tenebrismo sonoro arropan al cantante, menos predicador y más personaje en esta ocasión, que se retuerce en un ambiente posapocalíptico (“Destroy”, “You Want It”). El siguiente álbum, “Into The Night” (2008), tiene momentos más ligeros y synth ochenteros. No volverán al estudio hasta casi una década después, con un par de EPs –“Chemicals” (2017) y “Let It Begin” (2019)– que vuelven a asomarse al lado oscuro de la pista de baile.
La chispa que encendió su único álbum en solitario empezó a prender en salidas nocturnas con su mujer por Londres, donde se habían instalado para acompañar los últimos días de su padre, en estado terminal. En principio se iba a titular “Life Is Sucking The Life Out Of Me”, pero ni ese ni el título definitivo reflejan el contenido de las que sin duda son las canciones más luminosas y arrulladoras de su carrera. Quería grabar la música más orientada a la pista que hubiera hecho nunca y de vuelta en Los Ángeles dio forma con Cyrus Makarechian (Cyrusrex) y Mark Thomas Bell (ex M-People propietario del sello Shaboom) a doce canciones que celebran la vida y el amor. No abandona su proverbial descreimiento (“Death Is King”, “Evil Love”), pero lo salpica de estribillos ligeros (“Nothing After This”), coros femeninos y electro-disco burbujeante (“Love In The Back Room”). “Taken” la podría firmar Fad Gadget, “Love In The Back Room” podría colarse sin darte cuenta en el tracklist de “Violator” (Depeche Mode, 1990), la secuencias de “Move On” suenan todo lo discotequeras que nunca sonaron los Nitzer Ebb y “Lovers Arms” es un cierre azucarado que deja con ganas de más. ∎