La obra de Fela Kuti (1938-1997) sitúa al oyente ante una discografía tan oceánica como irregular. Dado que su producción está trenzada con su biografía, resulta arduo evadirse de los tópicos que constituyen la imagen de Fela en Occidente: el patriarca promiscuo, el machista noble, el denunciador implacable, el fumador incansable, el símbolo panafricano… Artículo sobre este grande de la música africana que incluye una selección de sus grandes obras, reeditadas ahora por Universal en veintiséis CDs.
Fela lanzó entre setenta y ochenta LPs. La mayor parte han sido reeditados por Universal en veintiséis CDs, ahora a precio medio. Cada uno contiene dos LPs (o un LP original al que suman grabaciones inéditas en directo). Los libretos repiten una biografía canónica del difunto y añaden bellas fotos más letras o explicaciones de los mensajes de los temas, una aportación esencial que debería haberse complementado con análisis musicales o detalles discográficos. Universal también ha publicado vinilos y algunas recopilaciones. Estos son algunos títulos clave del Predicador de Nigeria.

Paradoja: se puede argumentar que Fela Kuti cristalizó el afrobeat en California. Aquí están las pruebas: diez temas (relativamente) cortos, uno de los cuales también aparece en la versión previa de Koola Lobitos, el grupo de highlife-jazz al que le faltaba el ingrediente funk. Fela también se radicó, de todos los sitios posibles, en Los Ángeles, gracias a la influencia de Sandra Isadore, una afroamericana próxima a los Black Panthers (ella grabaría un LP con Fela en 1976). La banda se olvidó de la validez de sus visados y aguantó varios meses en la clandestinidad hasta que un promotor los denunció al Servicio de Inmigración… y fueron deportados.

Una portada memorable: pechos al aire, algunas de las veintisiete “esposas” de Fela escenifican el nombre del grupo; en el centro del “0”, en calzoncillos, el artista sonríe orgulloso. Igualmente provocador es “Lady”, donde Fela se burla de las feministas africanas (hey, nadie dijo que el hombre fuera un modelo de coherencia ideológica). El poderoso “Shakara” es de 1972, el generoso “London’s Scene” salió al año anterior y muestra que Fela –aunque cantara muchos temas en yoruba– no desechaba la posibilidad de abrirse mercado en la metrópoli, influido por los consejos de Ginger Baker; una pieza esquelética como “J’ehin j’ehin” muestra una dirección luego no demasiado explorada.

“Expensive Shit” es Fela de batalla mientras que “Water No Get Enemy” parece, intenta imaginártelo, easy listening del gueto. Se evocan, en clave de comedia, los primeros enfrentamientos con el poder: la policía entra en su propiedad –ahora protegida por alambre de espinos e “independizada” bajo el nombre de Kalakuta Republic– y encuentra marihuana. Fela se traga la evidencia y es encarcelado, a la espera de que la droga recorra su sistema digestivo; cambia sus excrementos por los de otro prisionero y los análisis policiales no encuentran nada incriminante. La burla pública eleva el nivel de resentimiento.

El drama de Nigeria consiste en que la casta militar –aliada con una bandada de sanguijuelas civiles– aprovecha en beneficio propio la inmensa riqueza petrolífera del país, dejando a 125 millones de personas casi sin servicios públicos, presas del tribalismo y de una corrupción generalizada. Fela, con sus modos de tocahuevos, ejerció de inagotable denunciador de las incongruencias nigerianas. La imparable “Zombie” comparaba a los soldados con muertos vivientes, sometidos a una disciplina ciega. El chiste cayó en gracia y los uniformados debieron soportar muchas bromas. Su venganza fue salvaje: en 1977, Kalakuta fue arrasada y sus habitantes sufrieron violaciones y torturas.

Según cuentan, los músicos de James Brown fueron a ver a Fela cuando su gira llegó a Nigeria. Lo que escucharon allí los embriagó. Era una mutación de la misma religión que llevaban por el mundo: el funk de Brown se había naturalizado. El mismo groove implacable, pero mucho menos comprimido, flotando en vez de clavarse una y otra vez. En “Shuffering And Shmiling” ya no hay margen para el sarcasmo o las gracietas: se trata de una denuncia del cristianismo y sus promesas de recompensar la mansedumbre en la otra vida (¿cómo hubiera reaccionado Fela ante la actual imposición de la ley coránica en el norte de Nigeria?). El sermón –casi veintidós minutos– ocupaba las dos caras de un LP y uno desea que nunca termine.

Fueron muchas las veces que Fela Kuti se extravió, a veces por su cabezonería ante las razonables peticiones de sus músicos: cuando decidió aprender a tocar el saxo para remplazar a Igo Chico, cuando permitió que se marchara el baterista Tony Allen. Consciente de que podía abrir mercado fuera de Nigeria, aceptó trabajar puntualmente con productores foráneos –Wally Badarou, Dennis Bovell, Bill Laswell–, pero volvía pronto a sus peores costumbres: los temas descentrados, los solos torpes, las filípicas infantiles. No obstante, todavía era capaz de enhebrar su ira y sus poderes de hechicero musical, como se demuestra sobradamente en este “Underground System”, ahora completado con un generoso bonus track de… ¡treinta minutos! ∎
La descomunal discografía de Fela resulta intimidante. Una inmersión requiere paciencia. La paciencia necesaria para asumir, por ejemplo, que Fela se tomaba tantas libertades musicales como el Miles Davis eléctrico, que alucinaba tanto como Sun Ra, que podía ser tan megalómano como James Brown. Una posible solución es aclimatarse tomando dosis homeopáticas de su repertorio, reconstruido en “Red Hot + Riot. The Music And Spirit Of Fela Kuti” (MCA, 2002) por el equipo habitual de raperos, jazzeros, funkateros, africanos con pasaporte y algún brasileño que pasaba por allí; sufre del agobio del espíritu aquí-cabemos-todos de tantos discos de la serie “Red Hot”, pero abundan los momentos inspirados.
El afrobeat no murió con Fela, pero sí tomó otras formas (comparar sus desmadres con los meditados lanzamientos de su hijo Femi). Hipnotizante en las pistas de baile, estaba cantado que caería en manos de los alquimistas digitales. Curiosamente, la primera recopilación de afrobeat electrónico es española: “Republicafrobeat” (Suristán, 2003). Por cierto, que algunas de las críticas del CD parecían no entender el concepto de DJ Floro. Bandas tan multitudinarias como Antibalas son ahora mismo gloriosas anomalías; la principal vía de difusión del afrobeat contemporáneo está en el circuito de la dance music. ∎