No fue ninguna sorpresa el fallecimiento, el pasado 31 de julio, a los 86 años, del acordeonista, cantante y compositor Flaco Jiménez (1939-2025). Una larga enfermedad había deteriorado ostensiblemente su salud. Las últimas imágenes de su rostro demacrado eran un pálido reflejo de aquel orgulloso músico texano que hizo historia divulgando los sonidos fronterizos, aquellos que unían la esencia aprendida de su padre, el influyente Santiago Jiménez Sr., con el caldo de cultivo de su ciudad natal, un San Antonio fundado a principios del siglo XVIII, en tiempos del Virreinato de la Nueva España, denominada en sus inicios la villa de Béjar –cuando los indios nativos se las tenían que ver con la caballería española de los Dragones de Cuera– y cuyos primeros pobladores hispanos mezclaban las milicias con colonos canarios. Luego pasó a llamarse San Fernando de Béjar y no fue hasta principios del siglo XIX cuando se convirtió en San Antonio, época en que la provincia de Texas pasó a ser parte de México. Duró poco como mexicana, ya que, tras la célebre batalla de El Álamo, Estados Unidos se anexionó Texas en 1845. Esta breve lección de historia se hace necesaria para comprender la importancia de la población y la cultura hispana en una ciudad que acoge el célebre Tejano Conjunto Festival, del que este año se celebró en mayo la 43ª edición, anunciada con una llamativa ilustración de Flaco Jiménez y su acordeón diatónico.
Porque este músico, nacido en San Antonio en 1939, fue el gran embajador internacional de la música texana, conocida en general como tex-mex; más en concreto, fue un adalid de la música norteña, un subgénero de la música mexicana que recoge la influencia de los llamados conjuntos norteños, cuyo trío básico está integrado por acordeón diatónico, bajo sexto –un guitarrón de doce cuerdas– y contrabajo y cuyo repertorio se nutre de ranchera, corrido, bolero, balada, chotis, cumbia, huapango, mazurca, polca, redowa –danza de origen checo– y vals. El caldo de cultivo de estos sonidos empezó con la llegada a México del emperador Maximiliano y sus bandas de música militares, cuyos sonidos se mezclaron con las tradiciones autóctonas, las heredadas de la cultura española y de otros emigrantes europeos de Checoslovaquia, Polonia y Alemania. Los alemanes resultaron fundamentales al traer con ellos el acordeón Hohner.
En las primeras décadas del siglo XX, San Antonio fue una meca del sonido norteño, al acudir a la ciudad músicos de ambos lados de la frontera para grabar corridos que mayormente glosaban la revolución mexicana. La primera leyenda de la música norteña y tejana fue Lydia Mendoza (1916-2007), que arrasó en los años treinta con arrebatados clásicos como “Mal hombre”. Otro mito del sonido norteño son Los Alegres de Terán, grupo formado a finales de los años cuarenta. De toda esa gloriosa época mamó un Flaco Jiménez que ya tuvo en su abuelo, Patricio Jiménez, un espejo en el que reflejarse. Tanto es así que empezaría a tocar a la temprana edad de 7 años, junto a su padre, en una longeva carrera que alcanzó las siete décadas. Su padre, a la vez músico profesional de tex-mex –cuyas grabaciones realizadas en los años cuarenta y cincuenta ayudaron a popularizar la música norteña de conjunto–, fue una gran influencia.
Las primeras grabaciones de adolescente las hizo en el seno del grupo Los Caporales, aunque por entonces tocaba el bajo sexto. Gracias a su padre y al astro del zydeco Clifton Chenier, se pasó al acordeón. Las grabaciones más representativas de sus inicios, las del período que va de 1955 a 1967, hechas con cariño y pocos medios para sellos locales como Rio, Norteño o Sombrero, fueron reunidas luego en recopilatorios como “Flaco’s First” (Arhoolie, 1995) y “Un mojado sin licencia” (Sombrero, 1969). El título de este último hace referencia al corrido, autoría de su padre, que fue uno de sus hits primigenios, recogido luego en un combinado de 24 temas en la reedición en CD “Un mojado sin licencia And Other Hits From The 1960s” (Arhoolie, 1993), con mayoría de rancheras y polcas, entre ellas “Mujer fatal”, “Mi borrachera” o “No seas tonta mujer”.
Tras curtirse varios años en la escena local de San Antonio, empezó la ascensión a la fama al unirse una temporada a su legendario paisano Doug Sahm. Este, tras abandonar Sir Douglas Quintet, grabó su primer álbum, “Doug Sahm And Band” (Atlantic, 1973), nada menos que con la ayuda de Jerry Wexler y Arif Mardin e ilustres invitados como Bob Dylan, Dr. John y el propio Flaco Jiménez, que lo borda con el acordeón en la trotona y fronteriza “Poison Love”, magnífica canción que cuenta además con un delicioso solo de piano estilo barrelhouse cortesía de Augie Meyers.
Nombrado con acierto por la revista ‘Rolling Stone’ como “el Chuck Berry de la squeeze box”, este galán con bigote y aspecto a lo Clark Gable no arrasaba por los pasos de baile, sino porque su acordeón y su conjunto ponían en danza cualquier ballroom que pisase. Así pues, la fama de Jiménez ganó enteros al asociarse a Ry Cooder, rendido admirador suyo, que lo invitó a tocar en su clásica exploración de los sonidos tex-mex “Chicken Skin Music” (Reprise, 1976), convirtiendo la música country-pop de Jim Reeves en el magistral bolero tejano “He’ll Have To Go” o atreviéndose a transformar el clásico del soul “Stand By Me” en una balada fronteriza sublime. Había química y la explotaron en actuaciones en directo, tanto en Europa como en Estados Unidos, resumidas en “Show Time” (Warner Bros., 1977), grabado en directo en San Francisco, con “Volver, volver” por bandera y maravillas como “How Can A Poor Man Stand Such Times And Live?”, música old time de Blind Allen Reed convertida por ellos en ambrosia folk-blues-soul-norteño. También hizo buenas migas con Peter Rowan, cantante de bluegrass con el que giró por Europa y Estados Unidos y grabó el álbum “Peter Rowan” (1978) para el sello Flying Fish con el hit “The Free Mexican Airforce”, que luego recuperaron en “Flaco’s Amigos” (Arhoolie, 1988), junto a la arrebatada “I’m Gonna Love You, Like There Is No Tomorrow”, con Rowan dándolo todo con su falsete.
Flaco Jiménez se había convertido en un referente, tal como constata su aparición en la película documental “Chulas Fronteras” (1976), que explora de manera brillante la música y la cultura mexicano-estadounidense. Fue dirigida por Les Blank y auspiciada por Chris Strachwitz, una especie de Alan Lomax, cuyo sello Arhoolie –disponible ahora en streaming en manos de Smithsonian Folkways Recordings– editó alguno de los mejores discos de Flaco Jiménez, entre ellos “El sonido de San Antonio” (1980) y “Ay te dejo en San Antonio” (1986) –que le valió su primer Grammy–, subtitulado “I’m Going To Leave You In San Antonio” y expandido luego en “Ay te dejo en San Antonio y más!” (1990) con un sabroso menú de danzón, ranchera, bolero, polca, canción, vals y cumbia.
Músico generoso, se convirtió en mentor de Max Baca, el líder del grupo Los Texmaniacs, junto al que grabó “Flaco & Max. Legends & Legacies” (Smithsonian Folkways, 2014). Antes ya había hecho gala de su talante amistoso con el citado “Flaco’s Amigos”, en el que se rodeaba de un elenco de colegas entre los que figuran Ry Cooder, Van Dyke Parks y el cantante Fred Ojeda. El sello Rounder publicó en 1989 un par de recomendables álbumes: “Entre humo y botellas” y “Arriba el norte”. Y Arista, la filial de BMG, “Flaco Jimenez” (1994) y “Buena suerte, señorita” (1996). Por su parte, Virgin editó “Said And Done” (1998).
Solo le faltaba crear un supergrupo de música tex-mex, mezcla de conjunto fronterizo y country-rock. Y eso llegó con Texas Tornados, junto a los amigos Doug Sahm, Augie Meyers y Freddy Fender, para combinar a su gusto country, rock’n’roll primigenio, folclore mexicano, rhythm’n’blues, blues y cualquier música roots que se les cruzase por el camino. La primera vez que se juntaron fue en un concierto en 1989, en San Francisco, pero presentándose como Tex-Mex Revue. Giraron de manera intensiva para debutar con “Texas Tornados” (Reprise, 1990), en versión inglesa y castellana, que los llevó a ganar un Grammy por la canción “Soy de San Luis”. Estaban en la cúspide siendo demandados tanto por Bill Clinton como por el Montreux Jazz Festival o el Farm Aid. Su inapelable combinación de country, rock, soul y música tejana tuvo continuidad en “Zone Of Our Own” (Reprise, 1991), luciendo orgullo mestizo en “He Is A Tejano”, la folclórica y raw “La mucura” o la pachanguera “El pantalón blue jean”, ironizando en la letra con la locura que les cogió a las chicas con el pantalón tejano.
En su larguísima lista de colaboraciones figuran desde nombre poco conocidos, como los de Laura Denisse y Los Brillantes, Jarrod Sterrett And The Hired Guns o Eli Buddy & Sweet Mesquite, hasta leyendas del calibre de Emmylou Harris, Linda Rondstadt, Dwight Yoakam, Buck Owens y hasta los Rolling Stones, que lo llamaron para hacer un cameo en “Voodoo Lounge” (Virgin, 1994). También tenía una estrecha relación, de amistad y musical, con The Mavericks y los angelinos Los Lobos. Se hizo evidente en Los Super Seven, otro supergrupo de sonidos fronterizos que encajaba a David Hidalgo y Cesar Rosas con el viejo colega Freddy Fender en una mezcla en la que también mete mojo Joe Ely. Su álbum de debut, “Los Super Seven” (RCA, 1998), el único del grupo en el que colabora Jiménez, está producido por Steve Berlin, fue número uno en la lista del Billboard Regional Mexican Albums y obtuvo el premio Grammy a la mejor interpretación mexicana-americana, aunque más que tex-mex se impuso el sonido lobuno de Los Ángeles. La trascendencia de su acordeón llevó a la compañía Hohner a diseñar un modelo que lleva su nombre: Flaco Jiménez Signature. ∎

Recopilatorio de los mejores años de su música de conjunto; dos sesiones, grabadas en 1979 y 1985, que se abren con la ranchera “Ay te dejo en San Antonio”, obra de su padre. Al oírla, Los Lobos decidieron hacer una versión e incluirla en su mini-LP de debut “... And A Time To Dance” (1983), lo cual hizo que llegara a un público mucho más grande e incluso al cine. El disco transita entre el melancólico bolero “Un viejo amor”, con la voz fundamental de Toby Torres, y trepidantes instrumentales, como “El gallito”, en el más puro estilo tex-mex; así como por el tumbao sabroso y percusivo de “La paloma” y el puro baile stomp que impulsa el corrido “Gritenme piedras del campo”. Flaco luce virtuoso tanto en los instrumentales como en los fundamentales duetos cantados. Con cariño especial para los boleros, como ese “Viejo amor” que parece venir de La Habana, sin olvidarse de los anglos en un “Spanish Eyes” que se convierte en tema de tex-mex lounge. Música de conjunto que empuja al cimbreo del baile, en una “Juárez” que sirve para comprobar que en sus canciones pueden cohabitar los solos virtuosos y un mestizaje en el que lo tejano convive con el sabor caribeño, mostrando la diversidad de un tex-mex que hizo historia, tanto como sonido como por las letras de unas canciones que, tal como refleja “Mentiste cuando dijiste”, son trozos de vida: “Mentiste cuando dijiste que me quisiste y mientes cuando dices que sientes un gran amor por mí / todo es falsedad, eso es la verdad / sigue a otro mintiendo que no te guardo encono / yo te seguiré queriendo mujer porque siempre tú has sido mi ser y te perdono”.

Con un sonido muy robusto, para ganarse a los fans del rock, el supergrupo que integran Flaco Jiménez, Doug Sahm, Augie Meyers y Freddy Fenders brilla con un tex-mex en el que destaca su potente acordeón, desde el rockabilly norteño “(Hey Baby) Que pasó” a la balada bolero “Laredo Rose”, pasando por un reivindicativo “Soy de San Luis” –otra canción escrita por su padre que le valdría el tercer Grammy–, el implorante “A Man Can Cry” o el reproche dolido de “She Never Spoke Spanish To Me”, que repite “spanish is a loving tongue but she never spoke spanish to me”. Un convincente cóctel de country, rock, soul y efluvios mexicanos que rinde tributo al rock fronterizo de Los Lobos tocando a su manera “Adiós México” y también al tex-mex y rock’n’roll de los primigenios Sir Douglas Quintet en “En qué pensabas tú”. Y por supuesto tampoco puede faltar el bolero “Rosa de amor”, conjuntando perfectamente el plañidero acordeón con la clave del son.

Flaco Jiménez, en este flamante debut para Warner, en la cúspide de su carrera, pudo fardar de amigos en el exuberante “Partners”, que se abre con la grandiosa “Change Partners”, a la manera de los mejores tiempos de Crosby, Stills, Nash & Young, cortesía de Stephen Stills, que participa gustoso en una grabación en la que todo son all stars: Dwight Yoakam, Emmylou Harris, Linda Rondstadt –que lo borda a la latina manera en el lamento “Puente roto”–, Al Perkins, David Hidalgo, Jim Keltner o Ry Cooder –que asume el papel de voz cantante y guitarrista en “The Girls From Texas”– y logradas versiones de Warren Zevon o T Bone Burnett. Aristocracia del country y la americana saludando el rico legado de una tradición que celebra moverse “Across The Borderline”, tal como indica la acertada y romántica composición de Jim Dickinson, Ry Cooder y John Hiatt en la que este último se involucra a fondo. ∎