Coincidiendo con la edición de la versión en castellano de “Apriti Sesamo”, Rockdelux dedica una Revisión a Franco Battiato, artista renacentista que compone ópera, canta pop, pinta, piensa... Y viaja por Oriente Medio para quedarse prendado de los derviches giróvagos: bailarines sufíes que meditan girando sobre sí mismos, con un centro de gravedad permanente. Inmensas inquietudes que vehiculan una música experimental, finalmente también popular.
Lo declaraba a un diario nacional hace ya dos décadas: “Soy un artista primigenio, amo la música meditativa e intento ser fiel a mis raíces de Sicilia, una isla que estuvo dominada durante siglos por los árabes”. A partir de esta presentación, se desdobla un artista con múltiples yoes que han motivado, incluso, el título de uno de los libros dedicados a la interpretación de la obra de Franco Battiato: “Io chi sono?” (Daniele Bossari, 2009).
Francesco Battiato es el cantante ligero que los festivales mediterráneos de la canción proyectaban con rancio romanticismo. Aún no era Franco, sino Francesco. Un artista a medio hacer que se buscaba en las señales de su tiempo, ya fuera en San Remo a mediados de los 60 o protestando tres años después. El dúo Gli Ambulanti duró lo que la mecha del 68. Tras el silencio que sucede a la explosión revolucionaria, el artista sufre una crisis existencial al final de la cual cree ver una luz. Y, como le sucediera a Scott Walker –pero con muchísima menos presión mediática–, inicia una peregrinación en busca de respuestas a través de la música y sin mirar atrás.
Así planteado, Franco Battiato es el músico que nació en “Fetus” (Bla Bla, 1972): un Brian Eno rockero a la siciliana. En la voluntad de encontrar sentido a todo, plantea su nuevo kilómetro cero en el vientre materno. Hay cierto humor que ya se adivina desde su destartalada indumentaria. La seriedad de vanguardia aparecerá más adelante, cuando músicos de auditorio como John Cage o Terry Riley le ganen la partida al rock progresivo. Es la transición que lo lleva desde sus discos para Bla Bla hasta el sello Ricordi. “Battiato” (Ricordi, 1977), “Juke Box” (Ricordi, 1978) y “L’Egitto prima delle sabbie” (Ricordi, 1978) son sus últimas aportaciones experimentales antes de enfrentarse a la canción. Mientras, Stockhausen declaraba que solo reconocía en el rock a Battiato y Can como alumnos suyos. Y gracias a los halagos de Frank Zappa, volvió a demostrarse eso de que nadie es profeta en su casa.
Franco Battiato es un artista renacentista –compone ópera, canta pop, pinta, piensa– en épocas en las que nada renace. Conoce los secretos del discurso para que el mundo del arte te considere uno de los suyos, pero se esfuerza en resultar útil para los que no disponen de su talento. Y es capaz de conseguirlo haciendo dinero en la misión. Solo “Thriller” (Michael Jackson, 1982) vendió en Italia en 1983 más que “L’arca di Noè” (EMI, 1982), culminación de una dinámica alcista por la que apostó EMI al ofrecerle un contrato. “L’era del cianghiale bianco” (EMI, 1979), “Patriots” (EMI, 1980) y “La voce del padrone” (EMI, 1981) son peldaños hacia una popularidad en principio nada clara, culminada en su primer número uno: “Bandiera bianca”.
Franco Battiato es un hombre posicionado en el mundo con un pie a la derecha y otro a la izquierda. O tal conflicto originó entre la crítica. ‘La Stampa’ argumentó lo que consideraba una nueva cultura de derechas en el hacinamiento de referencias culturales en que se convirtieron sus textos. La posmodernidad era entonces trending topic y Battiato se tuvo que defender de promover una nueva élite cultural. “Considera que un avance social no puede ser tal sin un avance del pensamiento”, lo acusaron. Poco ayudaba que el siciliano definiera la cultura como “mecánica celestial”.
Franco Battiato es un Leonardo da Vinci, pero también un Marco Polo. Viaja por Oriente Medio y se queda prendado de los derviches giróvagos: bailarines sufíes que meditan girando sobre sí mismos, con un centro de gravedad permanente. Y semejante geometría existencial se apodera de su vida (“el equilibrio perfecto se consigue a través de la meditación y consiste en proyectar un ideal de justicia con precisión, sin atisbo de duda”) y de su música (“Centro di gravità permanente” se convertirá en un hit mediterráneo). Los viajes le refuerzan la idea de la decadencia de Occidente y su dinámica consumista. Sus canciones fuerzan un sincretismo que se vende como antídoto de la supremacía cultural de Europa.
Franco Battiato es un árabe centroeuropeo criado en la calle entre gritos reprobatorios desde balcones con sábanas tendidas. La muerte de su padre en 1963 refuerza más su idea de la madre como eje de la estructura familiar. Crece como un hombre solitario, vive sin compañía sentimental y con absoluto desinterés hacia el sexo.
Franco Battiato es amigo del filósofo Manlio Sgalambro, con quien viene colaborando desde los 90. Conocerlo fue alejarlo de las pautas comerciales que dirigieron su música en los 80. Se apoya en premisas suyas algo desilusionantes, como que, agotados los recursos de la acción, tan solo restan las virtudes mágicas de la palabra. Y así, la música empieza a liberarse de su fantástica física, Beethoven le gana la mano a las danzas sufíes y el diagnóstico social no parece prioritario. Ya casi nadie espera otro “Centro di gravità permanente”, “Voglio vederti danzare” o “Pasaggi a livello”, espléndidos equilibrios entre exposición intelectual, himno de plaza mediterránea y jolgorio ochentero. Pero, siempre a contracorriente, “Apriti Sesamo” (2012) desarmará a los incrédulos, recuperando recuerdos de aquella década de teclados y grandes gestos en la que el siciliano encontró, en apenas cuatro minutos, la solución final a sus inmensas inquietudes.
Battiato no es de este mundo. Del de los consumos, las perezas y los cinismos. Su esfuerzo por distinguirse de estas bajas pasiones siempre fue meridiano. Por eso quizá caiga tan simpático. Se le recuerda en España en el centro de los 80, sentado en un taburete, cantando en castellano unas canciones increíbles sin pinta de creerse nada. Un pensador vestido de pana en medio de la nueva ola se hacía un hueco en las listas de este país con “Nómadas” (EMI, 1986). Tanto, que Martes y Trece se trabajaron su imitación. Pero Battiato siguió su camino. Hasta ahora, que ha vuelto a recuperar la conexión vía Granada.
El 5 de marzo veremos las canciones de su nuevo disco adaptadas al castellano, con el título de “Ábrete Sésamo”. Los culpables son J y Manu Ferrón, de Grupo de Expertos Solynieve. Bueno, no los únicos. El encuentro con el genio de Jonia no hubiera sido posible sin la iniciativa de Borja Prieto. Nos cuenta: “Trabajo muy cerca de la gente de Planet Events, la promotora que lleva trayendo a Battiato a España desde hace una década. Como saben de mi pleitesía enfermiza por él, me preguntaron quién podía hacer las adaptaciones. ‘Solo’ tenían que estar a la altura de las originales –casi nada– y que el maestro diera el visto bueno. Enseguida pensé en J y Manu. ¿Battiato? Para mí es un hombre-himno que, además, siempre hizo lo que le dio la gana. Vive en un castillo con un pensador y en su banda tocan tres chicas que parecen L7”.
Habla Manu: “Me llamó J. Me explicó la propuesta. Dije que sí. No hice preguntas. Al poco tiempo, nos pusimos los dos a trabajar en la adaptación de los textos. A través de la discográfica le enviamos nuestra versión y la sugerencia de poder estar presentes durante la grabación de las voces en castellano, para resolver posibles dudas fonéticas o semánticas. Lo aceptó. Cuando llegamos al estudio de Milán donde Battiato mezcla sus discos, nos encontramos con un trabajo bastante adelantado. Algunas adaptaciones ya estaban grabadas, pero en otras pudimos realizar algunos cambios. ¿Battiato? Como asesor cultural del gobierno siciliano, nos explicó que cree en una dinamización del sector atendiendo a todas sus manifestaciones y siempre desde el conocimiento”. ∎