La memoria y el futuro. Foto: Sergio Albert
La memoria y el futuro. Foto: Sergio Albert

Entrevista

Juanjo Bona: “Es necesario que nos interese de dónde venimos”

Con su primer disco, “Recardelino”, Juanjo Bona se reconcilia con su tierra, su infancia y una jota que suena a indie, pero también a memoria colectiva. Desde Magallón hasta Madrid, el exconcursante de ‘Operación Triunfo’ convierte la nostalgia en motor creativo y defiende el folclore como un acto de amor, realizando un riguroso trabajo de investigación para encajar su orgullo aragonés dentro del pop.

Juanjo Bona llega enfermo a la cita con Rockdelux. En Madrid hace un día de perros: el aragonés había reservado el día en un estudio de grabación del centro, pero ha decidido quedarse en casa descansando. Mañana se va a Murcia, es una de las ciudades por las que pasa su gira “Tan mayor y tan niño”, y hay que cuidar la voz. A cada ciudad a la que va le dedica una rondadera: una jota, algo más breve, que funciona a modo de cante alusivo para describir las virtudes de un lugar o una persona (antiguamente, por supuesto, era una forma de ligar). “Cuando voy en la furgoneta, voy escribiendo las letras de cada sitio”, comenta. Hablamos de muchas cosas antes de la entrevista y parece que me conoce de toda la vida, como si fuésemos dos señoras que dicen “oy oy oy” cuando se enteran de un cotilleo. Cuenta que grabó el disco muerto de calor, entre los estudios Metropol de Madrid, Casafont en Lleida y El Nido en Cantabria. Este último, afirma, fue un sueño para componer, debido al entorno rural que lo rodea.

De hecho, de ruralismos va la cosa. “Recardelino” (Universal, 2025) es el debut de Juanjo Bona tras su paso por ‘Operación Triunfo’, y es un disco dedicado a su pueblo. Cuarto semifinalista, a día de hoy cuenta con una de las hordas de seguidores más intensas de todos los triunfitos. Lo curioso es que ese fanatismo va dirigido a uno de los géneros folclóricos españoles por excelencia, la jota. Así, su carta de presentación es un álbum de jota indie entre Amaia y Rodrigo Cuevas. Bona lleva el folclore de su pueblo –Magallón, en la provincia de Zaragoza, de apenas 1000 habitantes– a una nueva generación que comienza a interesarse por su herencia cultural. También la descubre él mismo: formado desde niño para ser jotero, ha realizado un trabajo de investigación que incluye el contacto con profesoras e historiadores de su pueblo.

“Recardelino” es el título de su álbum y también el coloquialismo autóctono que se utiliza en Magallón para nombrar a una especie de jilguero que habita la zona. En otras partes de Aragón al ave se la conoce solo como cardelino, si bien en su pueblo es también un apelativo cariñoso hacia una persona cantarina o risueña. Su abuela se lo llamaba cuando era niño, y el nombre es, por tanto, un homenaje a su pueblo como símbolo de familia, amor o comunidad. Este domingo, 25 de mayo, tocará en A Coruña. Después, le esperan dos conciertos con entradas agotadas en el Universal Music Festival de Madrid, 30 y 31 de mayo. El 19 de junio tocará en San Sebastián. Y en julio, turno para Tarragona (11) y el festival oscense Pirineos Sur (18).

“Moncayo”, vídeo realizado por Fede Maniá.

“Recardelino” es un disco en el que condensas muchos recuerdos, algunos de ellos antiguos. ¿Cómo te rencuentras con ellos en el momento presente?

Me dicen mucho que es un disco de ida y vuelta, porque expreso mi necesidad de salir del pueblo, mis ganas de volar, de tener que escapar por equis motivos. Sin embargo, actualmente sí que tengo muchas ganas de volver: para mí, volver es mi refugio, justo lo contrario. Ha sido un poco fuerte hablar de sensaciones que ya no siento para nada. Incluso ahora siento lo contrario.

Hay tres etapas en el disco, ¿no? Está tu infancia en el pueblo, tu juventud en Madrid y una adultez temprana pos ‘Operación Triunfo’. Dentro de esas tres etapas, o de esos tres Juanjos que puede haber habido en cada momento de tu vida, ¿cómo ve cada uno de ellos Magallón?

El primero, desde luego, no sabe nada. Cuando yo vivía en el pueblo no comprendía lo bueno que era, incluso quería irme en ese momento. Siempre he sido y soy una persona que ha defendido muchísimo lo mío, creo que por como mi familia me ha criado. Somos personas muy abiertas, muy generosas, nos encanta la gente y defender las tradiciones. Mi padre siempre me lo ha enseñado.

“Para mí el pueblo está muy presente, pero no tiene por qué ser el lugar físico, digamos. Está en el carácter de la gente, incluso en las tías de aquí del colegio mayor de Madrid. Además hay una fuente inagotable y sorprendente en mi cabeza de letras de jotas, de melodías”

¿Tu familia es también del pueblo de toda la vida?

Sí. Esa forma de ser no ha cambiado, pero cuando vine a Madrid a estudiar empecé a valorar cómo era eso de vivir en el pueblo. Sobre todo la tranquilidad. Por eso empecé a crear todavía más arraigo por la tradición.

¿Qué simboliza Magallón para ti?

Para mí el pueblo está muy presente, pero no tiene por qué ser el lugar físico, digamos. Está en el carácter de la gente, incluso en las tías de aquí del colegio mayor de Madrid. Además hay una fuente inagotable y sorprendente en mi cabeza de letras de jotas, de melodías, de palabras que yo utilizaba pero que no imaginaba que eso iba a ser lo que me iba a poder permitir hacer un disco diferente, único.

Es que cuando eres pequeño aprendes un lenguaje determinado y crees que todo el mundo habla así. Cuando sales de tu pueblo, te das cuenta de que es algo propio.

Claro, y que nadie más que tu gente conoce. Hay un desconocimiento enorme además, mucha ignorancia por ahí. Con los pueblos de toda España, pero en concreto con Aragón… A día de hoy hay gente que no sabe colocar Zaragoza en el mapa.

El ídolo de Magallón. Foto: Sergio Albert
El ídolo de Magallón. Foto: Sergio Albert

Dentro de todo este redescubrimiento de tu folclore, ¿cuál es el trabajo de investigación que has hecho?

A mí nunca me han denominado un jotero en Aragón. Yo nunca he sido un jotero de raíz.

¿Qué hay que tener para ser jotero?

Pues hay un sector de la jota purista que considera que para ser jotero hay que ser hiperbravo, o que las jotas deben cantarse con voces hiperpotentes. Yo recuerdo que en el programa ‘Jotalent’ me decían que mi forma de cantar las jotas ya no era tan tradicional. Aun así, sigo siendo superrespetuoso. En Aragón hay un legado muy grande de escuelas de jota, y la mía es bastante importante. De hecho, para este disco he ido de la mano de la señora que fundó la escuela.

¿Quién es?

Se llama María Teresa Pardos, es una jotera de las más sagradas y tradicionales, pero valora mucho lo que estoy haciendo y me alegro un montón. El otro día vino a verme a Zaragoza y se emocionó, es una señora ya mayor y le flipa la vuelta que le he dado. Aun así hay cosas que no se deben perder. Por ejemplo, la manera de cantar una melodía: si la utilizas, respétala. También me inculcó el contar cantando, que no es cantar sin más.

“Pues hay un sector de la jota purista que considera que para ser jotero hay que ser hiperbravo, o que las jotas deben cantarse con voces hiperpotentes. Yo recuerdo que en el programa ‘Jotalent’ me decían que mi forma de cantar las jotas ya no era tan tradicional. Aun así, sigo siendo superrespetuoso”

Ese “contar cantando”, ¿cómo se hace?

Es que en la jota hay un poco de... La gente canta en la jota y se pone así con los brazos en jarras y no hay más. Así se pierde un poco la sensibilidad, estamos intentando romper esa estructura.

Ya no solo es la forma de interpretar, ¿no? También recurres a leyendas de tu pueblo.

Hice trabajo de archivo con un nombre también de mi pueblo, José Isauca, un historiador y profesor de la universidad que es amigo de mis padres. Me fui a su casa a preguntarle cosas explícitas de leyendas, de lugares… Quería hacerlo bien. También me enseñó cosas del día a día, del habla de Magallón. Lo de recardelino, mismamente, me lo enseño él, no hay ninguna definición en ningún sitio.

También tienes mucho de indie y algo de electrónica en este disco. ¿Te da miedo, aun así, que se pueda llegar a pensar que no te has acercado desde un punto de vista respetuoso?

No me dio ningún miedo porque he estado con gente que ama la jota en todo el proceso. Este disco es un aire fresco para la jota que es muy necesario, más ahora que estamos en plena lucha para que pueda ser patrimonio inmaterial de la humanidad. Lo hemos hecho con todo el cariño, además es cero transgresor, es supernaíf e inocente, no puede ofender a nadie. Y en cuanto a estructuras, está supermedido y bien hecho.

De campo y de ciudad. Foto: Sergio Albert
De campo y de ciudad. Foto: Sergio Albert

Aun así, al principio te daba pánico introducir el folclore en tu discografía, ¿no? Y luego entró Rodrigo Cuevas en la ecuación, no sé cuáles son las conversaciones que tienes para ver que realmente existía un camino.

Toda la razón. Al principio empecé componiendo de una forma más convencional. No me imaginaba lo que se podía hacer con la jota. No lo había visto antes. Conocía a Carmen París, que había hecho algo con el jazz, pero muy alejado de mi lenguaje. Y pensaba “pues no sé si esto encaja conmigo”. Aunque a Rodrigo Cuevas ya lo conocía de antes, fue en ese momento cuando empecé a descubrir muchas más propuestas, más gente mezclando tradición y modernidad.

¿Y en verano ya tenías todas las canciones?

Casi todas. Recuerdo que le enseñé muchas a Rodrigo allí, en su pueblo. Ahí fue donde hablamos largo y tendido sobre todo del tema de la nostalgia. Porque es verdad que este disco tiene mucho de nostálgico. Le dije “jo, me habría encantado tener esa capacidad tuya de abrirte tanto, de mostrarte así, sin filtros”. Porque eso me parece algo muy admirable. Y también hablamos de cómo él lo lleva todo al extremo. Cómo se entrega, cómo lo exagera, cómo lo vive…

¿Crees que la nostalgia es un arma de doble filo? Yo soy de un pueblo pequeño, en Guadalajara, y cuando estoy en Madrid digo “qué ganas tengo de volver al pueblo”, pero luego llego y…

Aguantas un día y medio y ya está.

“Hice trabajo de archivo con un nombre también de mi pueblo, José Isauca, un historiador y profesor de la universidad que es amigo de mis padres. Me fui a su casa a preguntarle cosas explícitas de leyendas, de lugares… Quería hacerlo bien. También me enseñó cosas del día a día, del habla de Magallón”

Exacto. ¿Cómo es ese amor a tu tierra que al final es contradictorio en sí mismo?

Absolutamente. Sí, es muy fuerte, pero todo lo bueno que tienen los pueblos, de bonitos, de tranquilos, también lo tienen a veces de... retrógrados. La verdad es que no sé si me he reconciliado con mi pueblo. Me pregunto “¿por qué he hablado tanto de él si, en realidad, lo he pasado tan mal allí?”. Ahora soy muy feliz en Madrid. Y, sin embargo, hay algo que me sigue atando. Al final, creo que mi conclusión siempre es que lo que me conecta con el pueblo no es tanto el lugar en sí, sino la gente. Las personas que siguen allí y me han hecho bien –han sido muchas– son las que me mantienen vinculado a esa tierra. Al final, tanto lo bueno como lo malo, la gente que te hizo daño y la que te cuidó, todo eso te ha hecho ser quién eres hoy. Y si hoy eres el puto amo… entonces igual no fue tan malo lo anterior.

Tus fans, hablando mal y pronto, son de los más locos de toda la edición de ‘Operación Triunfo’. Tanta gente joven, de todas partes de España, cantando jotas a grito pelado… ¿Por qué crees que en este momento a la gente de tu edad le interesa tanto el folclore?

Es muy fuerte, y ese es mi mayor regalo. No es solo que la gente se interese por mi jota o por mi pueblo. Es que vienen y me cuentan cosas sobre sus pueblos. Me traen objetos típicos, me hablan de tradiciones, se ponen a investigar sobre su región o empiezan a tener conversaciones con su abuela que nunca se habrían planteado antes. Al final es necesario que nos interese de dónde venimos. Porque lo que consumimos hoy, la música, la comida, las costumbres, nace directamente de lo que hicieron nuestros antepasados. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados