En su nube. Foto: Juan G. Andrés
En su nube. Foto: Juan G. Andrés

Concierto

Julia Holter, mecerse en las aristas

Como una exposición perfectamente controlada de todo su mundo, siempre dispuesta a buscar la bifurcación de todos las estructuras del pop al jazz o el ambient, Julia Holter en formato de cuarteto abrió ayer en el Teatro Principal de San Sebastián la gira que hoy la llevará a Madrid y se completa en Barcelona (21) y Valencia (22).

La noche estaba fría, apenas se había cubierto la mitad del aforo del Principal y la temperatura interior pedía un calefactor. Unos minutos antes de salir los músicos a escena, con las luces de sala ya a medio gas, el público apenas susurraba, como si no se atreviera a hablar ni siquiera en voz baja. Todo así de contenido, de hierático, se intuía que a nadie se le ocurriría sacar un móvil.

Tiene la música de Julia Holter algo de esa formalidad desapasionada, en radical contraste con la libertad absoluta que se toma para construir su propuesta. Libertad en las formas, en las melodías, en las secuencias de acordes que nunca siguen lo esperable en los códigos del pop clásico, aunque tampoco se deciden a abandonar ese terreno del todo. La cantante, teclista y compositora estadounidense se sale continuamente por la tangente, pero en las aristas es donde se siente cómoda. Las melodías de su cabeza tienen siempre formas irregulares, pero todas las piezas acaban encajando con naturalidad, la que ella emplea para interpretar ese mundo de ensoñación esquinada en el que sin embargo no caben los arrebatos. Esa fórmula de paradojas logró vencer enseguida la aparente frialdad del ambiente, y las ovaciones se fueron sucediendo y creciendo en cada canción.

“Sun Girl” como inicio ya fue toda una declaración de intenciones: ese título tan pop, y una de sus melodías más reconocibles, pueden interrumpirse bruscamente para dar rienda suelta a un pasaje free –y no fue la única referencia a las formas menos estructuradas del jazz– y retornar luego al cauce melódico, pero de otra forma, para que el teclista abandone su instrumento y se arme con una gaita, nada menos. Por en medio, voces vaporosas, algunas pregrabadas o multiplicadas electrónicamente: a la salida oímos en un comentario citar a Enya y no iba desencaminado. Todo en una sola canción, una de las más atractivas de su nuevo e inconformista LP. En la segunda, “Sea Calls Me Home”, del álbum “In The Same Room” (2017), se reconocieron enseguida sus formas más accesibles.

Sofisticación controlada. Foto: Juan G. Andrés
Sofisticación controlada. Foto: Juan G. Andrés

Secundada por tres músicos, una sección de ritmo femenina, Devra Hoff en el bajo y Beth Goodfellow en la batería, más el teclista y ocasional intérprete de instrumentos de viento Tashi Wada, Julia Holter parecía huir del concepto de cantautora para presentar un cuarteto sólido y perfectamente coordinado, en el que ella, en el centro tras su teclado, es un elemento más en la coordinación total de un cuarteto armado de atriles para todos, con letras o partituras. El hecho de que Devra Hoff tocara un bajo sin trastes no era baladí: las evocaciones de las formas sonoras más etéreas y ambientales del jazz fusión setentero amagaban continuamente, sin imponerse. La batería tampoco se pliega a ritmos tradicionales: no hay manera de seguir las composiciones de Holter a base de clichés. Y una de las mejores cosas del concierto fue la capacidad de los músicos de salirse de las soluciones convencionales, pero sin abandonar la minuciosa construcción sonora propia de Holter.

Con esa actitud risueña y elegante, pero sin salirse en ningún momento de su sofisticación controlada, y un tono de voz celestial, volátil, que surca los agudos intrincados con facilidad, Holter es capaz de llevar al oyente en volandas con rumbo desconocido. Rehúye cualquier comparación: puede empezar con unos acordes al piano a lo Laura Nyro, pero te desarma cualquier teoría conectora antes de que termines de enunciarla en tu cabeza. Su mundo es suyo, genuino. Valeroso, atractivo, aunque tan cambiante y a veces aleatorio, que uno puede desasirse de su vuelo privado: falta emoción desnuda en esa búsqueda constante de la bifurcación inesperada, en ese envoltorio tan perfecto en su filigrana, en ese cruce de texturas ambientales como nubes de evolución. A veces el constante cambio puede resultar monocorde. Las cuestiones más dolorosas que trata su último álbum no se traducen en visceralidad.

Aun sin estribillos reconocibles, el cuarteto de Julia Holter consiguió embelesar al público enseguida con la delicadeza suspendida de la sinuosa “Something In The Room She Moves”, acudiendo a sus inicios con los arpegios de inocencia infantil de “Marienbad”, luciendo especialmente su voz sobre los acordes de piano de “Words I Heard”, dejándose llevar por el ritmo marcial y sencillo de “In The Same Room”, o por la síncopa contundente de “Spinning”. El paisaje espectral de “Talking To The Whisper” desembocó en la belleza de “Betsy On The Roof”, como cierre, sin bis ni nada, de hora y cuarto de concierto de aire conceptual, pero construido con una docena de canciones de sus diferentes discos. Signos de una obra rabiosamente personal. ∎

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