“Di cosas bonitas”, ruega
Hannah Merrick a su compañero, y suelta una sonora carcajada que reverbera en el vestíbulo del hotel como si fuese una iglesia. Ríe nerviosa porque les he pedido que se describan el uno al otro, como músicos y como personas.
“Ella es…”, empieza a decir
Craig Whittle, pensándolo quizá demasiado.
“Oh, no…”, dice Hannah, temiéndose lo peor. Por fin arranca:
“Como persona es muy agradable, determinada, un poco cabezota… pero con la dosis justa de cabezonería”.
“¿Ya está?”, tercia Hannah, que esperaba más lindezas.
“¡No creo que él quiera un ensayo!”, se justifica Craig, que prosigue:
“Y musicalmente… (otra larga pausa) pienso que es una de las mejores vocalistas y compositoras del mundo”.
“Oh, gracias, la espera ha merecido la pena”, bromea Hannah.
“Craig es muy majo, increíblemente majo”, dice ella asumiendo su turno.
“Divertido, muy divertido. Y tiene mucha paciencia”. ¿Contigo o en general?, pregunto.
“Conmigo”, responde, fingiendo ponerse seria. Y prosigue:
“Musicalmente tiene un buen gusto increíble; en realidad, en todo lo relacionado con el arte: en cine, literatura, en series de televisión. Es un instrumentista asombroso, puede tocar cualquier cosa. Tiene un oído fantástico y es el mejor guitarrista del planeta”, remata, para regocijo de ambos.
La simpatía y jovialidad que en las distancias cortas derrochan Merrick y Whittle, los dos componentes de
King Hannah, desmienten la hierática languidez de sus fotos y, de modo más notable, de su música, por lo general sombría, desmayada y propensa a las atmósferas morosas tiznadas de guitarras grunge. Atributos presentes de nuevo en el segundo larga duración del dúo de Liverpool,
“Big Swimmer” (City Slang-Music As Usual, 2024), que fue precedido por el single de igual título en el que colabora Sharon Van Etten.