Hecho de pop, de ambos lados del Atlántico, hay quien ve a Bart Davenport (Oakland, 1969) como alguien salido del Londres del 64, o si se prefiere del 79. También está el que opta por quedarse con el aura de cantautor de la Costa Oeste a lo Laurel Canyon, aunque lo suyo nunca ha sido la estética más bien desaliñada ni el uso de la química con las puertas abiertas. En marzo lanzó “Episodes” (Tapete-Gran Sol, 2022), el que nos atrevemos a ubicar como séptimo disco en solitario propiamente dicho. El anterior, “Physical World”, se remonta a 2014, aunque en 2018 publicó “Blue Motel” con Bart & The Bedazzled como otra de las derivaciones de su personalidad musical. De todas ellas y de los tiempos que corren va esta conversación con un verdadero prescriptor de la cultura pop.
Además de lanzar “Episodes”, Bart Davenport ha estado involucrado recientemente en Earth Girl Helen Brown Center For Planetary Intelligence Band, “una especie de Sun Ra Arkestra, un grupo muy numeroso de gente, mucha gente en el escenario, mucha improvisación, avant-garde, jazz. Nunca sabes quién tocará. Tiene como cuatro baterías y seis guitarristas diferentes”, cuenta desde su casa en Highland Park, al nordeste de Los Ángeles.
Cambió Oakland por esta ciudad hace ya diez años. “Empieza a parecer mucho tiempo”, dice. ¿Y qué se cuece ahora en L.A.? “Cuando me mudé aquí, sonaba lo último que podría relacionarse con un sonido de Los Ángeles, esa ola de garage rock y neopsicodelia. Históricamente hay muchos artistas que viven aquí pero no se asocian con un ‘sonido L.A.’. Ty Segall o los Thee Oh Sees se asocian con San Francisco. Tienes a Weyes Blood, que está en Mexican Summer, sello de Nueva York. Creo que la última vez que se proyectó algo parecido a un ‘sonido L.A.’ fue con Ariel Pink y Nite Jewel. Ahora Ariel está cancelado por ser un gran fan de Trump, pero Ramona Gonzalez sigue muy activa. Hay todo un circuito de salas al nordeste, una escena underground, y luego, claro, está el West Side: Hollywood, Santa Mónica, Venice, que es otro mundo. Tenemos a Shannon Lay, que ha firmado con Sub Pop, Dent May, Eyedress, al que no sabría en qué categoría incluir, y mucha otra gente que se instala aquí. Los franceses Pearl & The Oysters, muchos grupos canadienses… ¡El gobierno canadiense da becas a los grupos para que puedan trasladarse aquí e intentar tener una carrera en la música!”.
Ahora que la nostalgia invade toda la cultura pop, que es capaz de convertir “Running Up That Hill” en la canción del verano de 2022, Bart Davenport nos recuerda que clasicismo y tradicionalismo pueden no siempre estar atados a impulsos conservadores. Educado en el pop, este es su diagnóstico del momento de la cultura popular. “Me parece que la mayor parte de la juventud no está interesada en el rock. Pero nunca se sabe, hay toda clase de revivals relativos al rock. Personalmente, no necesito que la música rock sea el estilo predominante. Me gusta ver que otros estilos tienen el peso cultural que tuvo el rock. Me gustaría ver un movimiento –me da igual si está hecho con guitarras, sintetizadores o digitalmente y no tiene que ser necesariamente en inglés– que devolviera a la música el poder de expresión cultural”.
En ese mismo sentido, añade este comentario: “Independientemente del estilo, creo que la música ha perdido parte de su poder en la sociedad. Yo lo asocio a lo digital, a la tecnología. Ya no moviliza como lo hacían Curtis Mayfield, Bob Dylan o Aretha Franklin. Los grandes movimientos sociales llegaban ligados a estilos de música y producían un impacto sobre la gente. Ahora tienes la música en tu teléfono. ¿Qué clase de ambiente genera esto? Antes la música se afrontaba de una forma que definía tu identidad, tu personalidad”.
Con todo, la diversidad de la música popular contemporánea no le es ajena en absoluto: “Por el contrario, tienes artistas como Billie Eilish. Antes la música estaba dominada por hombres. Ahora, por fortuna, se ha abierto a las mujeres, a la gente no binaria, a la gente trans. Gente que tiene el poder de formar parte de la conversación. Si pienso en lo que me gusta ahora, la mayoría son grupos con mucha presencia femenina. Ya no necesitamos más Kinks. Ya han existido. Si voy a una sala no quiero ver a chicos monos tocando la guitarra. Esto ya no es innovador o emocionante. Creo que las mujeres no han estado involucradas en este tipo de música históricamente y ahora tienen el poder de aportar un ángulo diferente e interesante. Creo que la música popular evolucionará como hizo de ‘Rock Around The Clock’ a ‘Revolver’. Transcurrieron solo quince años. Es alucinante. Creo que ahora pasará algo similar”.
“Abría para un grupo en un sala llamada Largo. Estaba en la puerta y una mujer se acercó a la taquilla para comprar la entrada y preguntó: ‘¿Ya ha actuado el chico británico?’. Creo que se refería a mí…”, cuenta Bart al ser preguntado sobre cómo sus gustos anglófilos han marcado su carrera y quizá privado de una mayor repercusión en los Estados Unidos: “Lo divertido es que el público británico me ve como una especie de cantautor de la Costa Oeste, como un Harry Nilsson, uno de los Beach Boys, como si David Crosby fuera mi primo, como un tipo de Laurel Canyon. La prensa británica siempre menciona mis influencias de la Costa Oeste. La americana, mi parte anglófila, como si estuvieran escuchando a Nick Drake o Paul Weller. Es divertido. Me interesan cosas de ambas culturas. Pero el interés por las subculturas británicas creo que marca la diferencia. Tengo muchos amigos que quizá no tienen la misma atención por los detalles estéticos. Lo mod es un filtro”.
La etiqueta de “cantautor mod” siempre ha acompañado a Bart Davenport y es a través de ella como se explica el particular vínculo que el californiano siempre ha tenido con España. “Cuando vine por primera vez con The Loved Ones en 1995 la mayoría del público estaba muy metido en lo mod. Barcelona fue la primera ciudad en la que actuamos. Conocí a Kiko Amat y mucha otra gente de la que sigo siendo amigo después de tantos años. También fuimos a Valencia y Madrid, que tenía un rollo diferente, más garage rock. En los conciertos había gente vestida de manera muy excéntrica y divertida. Muchos se hacían ellos mismos la ropa, con pantalones con perneras de colores diferentes, rollo Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich”.
Recuerda de manera especial su primera visita a Barcelona, a la que ha regresado con regularidad desde aquellos primeros 90. La capital catalana fue una de las paradas de la gira organizada por La Castanya en la que junto a los catalanes Biscuit interpretaba el “Sound Affects” (1980) de The Jam. “En Barcelona siempre me cuidaron muy bien. Kiko y el resto me enseñaron toda la ciudad, Las Ramblas, el barrio Gótico y nos llevaron a los mejores sitios para comer y beber. Me sentí como Jack Nicholson en ‘The Passenger’ (se refiere a “El reportero”, de Michelangelo Antonioni, 1976). Cuando regresé para tocar con Biscuit (era 2012) la ciudad había cambiado mucho (pues imagina ahora, Bart). Había mucha gente joven por todas partes. En mi primer viaje vi señoras vestidas de negro barriendo los portales de sus casas. No quedaba nada de todo aquello. Había mucha gente a la última moda, se escuchaban muchos idiomas. Creo que a la gente le gusta Barcelona porque es una ciudad muy internacional, multicultural, quizá de una manera que el resto de España no es”.
Sobre su paso por otras ciudades españolas como Madrid o León también atesora recuerdos y encuentros con músicos de aquí: “En 1997, con The Kinetics, hice una residencia de dos semanas en Madrid. Conocí a Xoel López, que tenía un grupo llamado The Covers. Se acercaban al rollo indie pop. Con el paso del tiempo yo seguí un camino similar. Mushroom Pillow me llevó al Primavera Sound, la primera o segunda edición del festival. También he tocado varias veces en el Purple Weekend. Cuando la gente de La Castanya me ofreció tocar con Biscuit todo funcionó de forma muy sencilla. Teníamos referentes comunes, no nos conocíamos, pero había esta conexión. Siempre ha habido esta conexión”.
En cuanto al sonido que domina en el global de su producción, tiene clara su procedencia: “Acepté hace años que estaría conmigo toda la vida. No creo que los mods más esnobs y puristas consideren que hago música mod. Cuando estuve más cerca de ello fue en la época de The Loved Ones y también antes con un grupo del que nadie fuera de Berkeley, California, creo que haya escuchado hablar jamás: The Birminghams. No nos permitíamos ninguna influencia más allá de 1968, ni siquiera cosas modernas hechas por mods como The Style Council. Intentábamos parecernos a los Small Faces o The Action. Estas influencias siguen conmigo hoy en día, pero es lógico que con el paso de los años te vayas adentrando en otros estilos de música”, explica.
Su amplitud de miras la ha mostrado en discos como “Searching For Bart Davenport” (Tapete, 2011), en el que interpretaba versiones de Broadcast, Caetano Veloso, Gil Scott-Heron o Kings Of Convenience. “Si me quieren etiquetar como mod, me parece bien. Mi interés por lo mod es algo personal. Me gusta la Motown, el free jazz, el rhythm’n’blues. Pero también me gustan muchas otras cosas. Lo mod es lo que gusta a los mods, todo desde Miles Davis a Kula Shaker. Con Honeycut nos acercamos a la electrónica y mis discos en solitario están abiertos a muchos estilos. Esto es la música pop, ¿no?”.
“Siempre me estaba quejando de la falta de tiempo y, de un día para el otro, teníamos todo el tiempo del mundo. No deseo una crisis sanitaria como esta nunca más, pero, si se me entiende, estuve agradecido de poder encontrar tiempo para mí mismo y creo que en cierto modo nos pasó a todos. Encontramos un tiempo de calma, espacio temporal y cambio”, explica Davenport a propósito del encierro pandémico. “‘Episodes’ es un atracón de pop clásico, folk entre algodones y canciones bañadas por el sol de esa California”, escribía David Morán para Rockdelux sobre el último trabajo de Bart Davenport. Un regreso a la simplicidad, siempre entendida como virtud. Una necesidad de cambio que respondía al momento vital del californiano, pero que con la llegada de la pandemia se destapó como la única vía factible. “Quería alejarme de los sonidos ochenteros de ‘Physical World’ y ‘Blue Motel’, con una clara identidad sónica, muy intencionados, con los sintetizadores y efectos muy determinados. Grupos como Prefab Sprout, The Style Council o The Cleaners From Venus fueron una gran influencia, pero sentía que llegaba el momento de buscar una paleta sónica diferente, y, de golpe, era la única manera posible de hacer las cosas. Nadie podía reunirse, todo el mundo evitaba los contactos cercanos”.
“Episodes” se fraguó en el estudio casero de Bart, tocando varios instrumentos y con aportaciones específicas y esporádicas de colaboradores habituales. “Nunca había grabado por mi cuenta, solo en estudios. Quería volver a las guitarras acústicas, a un sonido más ‘sixties’ y limpio. La guitarra eléctrica de 12 cuerdas que me prestó un amigo está en un buen puñado de canciones. Cuando tenía las canciones pensaba si necesitaban algo más, pero siempre intentaba ser lo más minimalista posible. Estuve escuchando los discos clásicos de los Beatles, a los que no había regresado desde hacía mucho, y fue muy refrescante”.
Y además de este regreso a lo clásico, ¿qué nos ofrece Bart Davenport tras casi treinta años en la música? “Creo que he evolucionado, trato de no repetirme. Ya no busco hacer la canción perfecta, como ‘Be My Baby’ de las Ronettes, muy poderosa. Estoy más interesado en explicar historias. Me interesan más los personajes. Nunca he pensado en mí mismo como un Ray Davies, no soy un observador social. Me gusta retratar personajes. Por eso el disco se llama ‘Episodes’, cada canción es como una pequeña historia. He intentado ser lo más esotérico posible, porque si entras en los detalles pierdes la gracia. Es lo divertido del pop, te permite ser absurdo y caricaturista. No soy escritor. Cuando Zadie Smith crea un personaje, tiene que ser capaz de sustentar todo lo que dice, porque millones de personas lo van a leer y se lo van a tomar en serio. Lo bonito del pop es que no tienes esa presión”.
En el momento de hacer esta entrevista todavía no había cerrado la gira que lo traerá a nuestro país este otoño. No es una tarea fácil para artistas de este perfil. Bajo la apariencia de normalidad en la que vivimos de nuevo, con los grandes festivales y giras otra vez a toda máquina, se desvela otra realidad que quizá se nos ha escapado detrás de la euforia y las ganas. “Es un momento complicado para los pequeños músicos. Después de dos años con prácticamente todo parado, todos los grupos e incluso los más grandes quieren girar para recuperar el tiempo perdido. Esto apenas nos deja margen a nosotros para poder encontrar un hueco”. ∎