El inconformista.
El inconformista.

Revisión

Lucio Battisti: la epifanía de la composición pop

No hay en la galaxia de la música italiana figura con la relevancia de Lucio Battisti. Su aparición a finales de la década de los sesenta renovó por completo los parámetros de la canción del país, sacándola del atolladero al que parecía abocar la imitación mimética del beat y creando un corpus en el que, fundiendo la tradición local con el soul, el góspel, el pop, el progresivo o el hard rock, terminó dando con la alquimia de la canción total y abriendo unos horizontes insospechados hasta entonces.

El 30 de enero de 1969, Lucio Battisti (1943-1998) se subía al escenario del Casino de San Remo entre una inmensa expectación. Expectación porque, pese a ser aquella su primera aparición ante un público masivo, distaba de ser un desconocido: el compositor ya había escrito para grandes figuras de la música nacional e internacional y, por esos mismos días, “(If Paradise Is) Half A Nice”, la versión que los galeses Amen Corner habían realizado de su “Il paradiso della vita”, escalaba imparable hacia el número uno de las listas británicas.

La prueba era de auténtico fuego. Battisti presentaba allí un tema propio, “Un’avventura”, que se anunciaba heredero del sonido de James Brown. Y en aquellos tiempos en que las canciones eran defendidas en San Remo por dos cantantes diferentes, su partenaire iba a ser ni más ni menos que Wilson Pickett.

Fue un desastre absoluto. Visiblemente nervioso, Battisti se equivocó en una entrada e incluso soltó algún que otro gallo, pecado imperdonable en aquel reino de la canción melódica. Pero lo cierto es que a nadie le importó: la emotividad de la melodía y aquella aleación perfecta entre música italiana y el soul más radiante habían dado lugar a algo que solo supo definirse como canción perfecta.

En el festival de San Remo, en 1969, su (mal) gran debut público. Foto: Mondadori (Getty Images)
En el festival de San Remo, en 1969, su (mal) gran debut público. Foto: Mondadori (Getty Images)

Pensamientos, palabras

Con 25 años a sus espaldas, Battisti podía jactarse de haber llegado allí contra todo y contra todos. Nada había podido con su fuerza de voluntad: ni aquella guitarra que le había roto en la crisma su padre cuando había anunciado su voluntad de dedicarse a la música, ni el sobreesfuerzo de una formación autodidacta, ni los sucesivos fracasos que, uno tras otro, había vivido en aquel huevero de bandas beat que era la Roma de principios de los sesenta.

Su suerte cambiaría cuando decidió trasladarse a Milán, epicentro de la música del país y eje clave de la industria europea. Fue allí donde conoció al letrista Giulio Rapetti, Mogol en el ámbito artístico, que mutó sus textos intrascendentes en pequeñas escenas de una querencia tan costumbrista que no pareció haber un solo italiano incapaz de identificarse con ellas. La colaboración no tardó en mutar en amistad y, fortalecidas por su confianza, las composiciones de Battisti se dispararon hacia el descubrimiento de una rara alquimia que impulsó la canzone a otra dimensión.

El canto libre

El éxito de “Un’avventura” podría haber sido el principio del fin. Battisti se vio obligado a plegarse de inmediato a las condiciones estajanovistas de la industria italiana: nuevo single cada dos meses, álbum que los recopilara de cara al mercado navideño, rueda que volvía a empezar entre un número siempre creciente de giras, conciertos y promociones. La sorpresa fue que, lejos de quedar triturado por esta maquinaria, a Battisti se le quedó corta y no solo cumplió con todas las garantías de excelencia, sino que aprovechó los tiempos muertos para dar vía libre a aquel torrente de creatividad escribiendo y produciendo para otros. Ni uno solo de la infinidad de temas que parecían brotar sin fin dejó de deslumbrar: encontrarse con un top ten italiano copado por sus composiciones en voz propia o ajena se convirtió en algo habitual.

Por lo que la quiebra no terminó llegando desde el flanco de la extenuación sino, por el contrario, de la incapacidad de su discográfica para dar salida a tamaña avalancha. La ruptura se produjo cuando Battisti anunció que iba a retirarle el caramelo pop para volcarse en un álbum conceptual y esta se echó las manos a la cabeza, decidida a retrasar su publicación sine die.

“Amore e non amore” (Ricordi, 1971) no vio la luz hasta que Battisti se desligó de su disciplina y el sello Ricordi decidió rebañar hasta la última migaja dejada por el cantante en sus estudios. Pero para entonces Battisti ya había montado un sello propio, Numero Uno, que presentó al público con uno de sus singles más incontestables, “La canzone del sole”. Unos meses más tarde, el 23 de abril de 1972, se acercó a los estudios de la RAI para dejar el que es posiblemente el momento más legendario de la televisión italiana: un dueto en el que interpretó con Mina siete de sus composiciones más populares en pleno prime time. Como cierre de etapa, por la puerta más grande.

Battisti, en sus inicios. Foto: Mondadori (Getty Images)
Battisti, en sus inicios. Foto: Mondadori (Getty Images)

Por una lira

Sin ningún límite a su creatividad, Battisti desplegó en la Numero Uno un imparable crecimiento hacia la plenitud compositiva más absoluta. Sus discos, cada vez más elaborados, cada vez más brillantes, marcaron un camino imparable y no siempre en línea recta: si los ecos post-68 marcaron a fuego “Il mio canto libero” (Numero Uno, 1972), un viaje a Brasil le haría volver la mirada hacia el otro lado del océano en un álbum conceptual tan complejo como “Anima latina” (Numero Uno, 1974).

Un nuevo viaje lo situará en la encrucijada que marcaría un antes y un después. En la primavera de 1975, palpará en los estudios de Los Ángeles los primeros rudimentos de la disco music y sabrá ajustarlos al milímetro para abrir otra etapa deslumbrante. Pero no atinará gestionando los cantos de sirena de su salto al mercado internacional. No había sabido hacerlo a mediados de los sesenta, cuando Paul McCartney le hizo llegar una propuesta para lanzarlo en las Islas Británicas, como no sabrá hacerlo cuando Pete Townshend le ofrezca firmar con su sello, Eel Pie. Pero ahora que David Bowie acababa de adaptar al inglés “Io vorrei… non vorrei… ma se vuoi” para Mick Ronson, la puerta volvía a abrirse y además con el apoyo directo de la RCA.

Una apuesta segura, de no ser porque el propio Battisti decidió sabotearla desde dentro. Aceptó cantar en inglés, sí, pero solo nuevas composiciones. Y si cedió a hacerlo con algún clásico fue solo a regañadientes y con la condición de regrabarlo con un nuevo acompañamiento musical. La aridez de las traducciones y la aspereza de su pronunciación harán el resto: “Images” (RCA Victor, 1977) resultó un desastre de tal calibre que el disco que debía sucederle, ya registrado, nunca llegaría a publicarse.

Y fue ahí cuando todo se quebró. Al tiempo que un quítame allá esos royalties rompió su amistad con Mogol, su carácter esquivo se disparó, abandonando radicalmente escenarios y medios, refugiándose en el trabajo secreto del estudio y encerrándose en su casa tras un núcleo impenetrable de familiares y amigos. El pasado parecía haberse convertido en un peso muerto y Battisti enfocó su carrera hacia una vía antitética a la cumplida con Mogol, un camino hermético que lo llevará a suplir las antiguas joyas de orfebrería orgánica por una monótona avalancha de sonidos sintéticos y ritmos monocordes desplegados bajo unas letras crípticas que no aceptaban lectura ni como collages surrealistas. El que su último álbum llevara como título “Hegel” (Numero Uno, 1994) y que las críticas fueran respondidas a golpe de insultos por su nuevo letrista, el poeta Pasquale Panella, habla a las claras no ya de un suicidio comercial por vía de la alienación, sino de la pérdida de realidad del que había sido el compositor más admirado de la música italiana.

Lucio Battisti, en el programa de la TV alemana ‘Liedercircus’, en los 70. Foto: Impress Own / United Archives (Getty Images)
Lucio Battisti, en el programa de la TV alemana ‘Liedercircus’, en los 70. Foto: Impress Own / United Archives (Getty Images)

El tiempo de morir

En medio de aquella maraña de secretismo, hubo un momento en el que todo pudo regresar a la normalidad. Fue a finales de los noventa, cuando Mina y Adriano Celentano ofrecieron a Battisti levantar un disco conjunto. Pero no aceptó. Poco después comenzaron a circular voces de una posible enfermedad grave y los telegiornali no tardaron en dar rango de noticia a los rumores. El 9 de septiembre de 1998, un escueto comunicado del centro médico en que estaba ingresado confirmaba su muerte por causas nunca aclaradas.

La muerte de Battisti despertó una avalancha de cariño popular como la música italiana no había conocido hasta entonces. Fue el último reconocimiento a un artista que había dado con esa rara piedra filosofal de alcanzar a todo el mundo, sin distinción de género, formación, clase social o procedencia geográfica. Cuando al concluir los servicios funerarios la familia regresó a la habitación del hospital para recoger los miles de cartas que habían llegado durante la espera, se llevó también una que Battisti había leído con lágrimas en los ojos poco antes de morir: la firmaba Mogol, intentando renovar votos de amistad. Esa misma noche, el álbum “Mina Celentano” (Clan-Pdu, 1998) culminaba sus primeros cuatro meses consecutivos en el número uno de las listas camino a convertirse en el último coletazo de un clasicismo condenado a la desaparición. ∎

Para la portada de “Images” (1977). Foto: Al Vandenberg (Getty Images).
Para la portada de “Images” (1977). Foto: Al Vandenberg (Getty Images).

Ambicionar la posteridad como compositor

10

Acqua azzurra, aqua chiara

de “Emozioni” > Ricordi, 1970

Auténtico epicentro de la canción nacional-popular italiana, equilibrio perfecto entre la línea melódica transalpina, el rhythm’n’blues y el soul entre una avalancha de cambios de ritmo stop and go y un estribillo festivo al que melódicamente no le queda un solo objetivo por conseguir.

09

29 settembre

de “Lucio Battisti” > Ricordi, 1969

Tres meses antes de que The Beatles publicaran “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967), la banda de Módena Equipe 84 abismó la canción italiana a la psicodelia con este tema de Battisti que el autor decidió regrabar por su cuenta, libre de cualquier artificio psicotrópico, para construir otro obelisco de la canción transalpina de la misma validez que el original.

08

Pensieri e parole

del single “Pensieri e parole” > Ricordi, 1971

Recogido en “Lucio Battisti Vol. 4” (Ricordi, 1971), último recopilatorio de Battisti publicado ya tras su marcha de Ricordi, y uno de los ejemplos más preclaros del imparable torrente creativo de su autor, que aquí alterna dos melodías diferentes que terminan conjugándose a partir de su segunda estrofa.

07

Sì, viaggiare

de “Io tu noi tutti” > Numero Uno, 1977

Monumento de elegancia extrema al radio pop californiano salido de la incursión de Battisti en Los Ángeles. Condenado al reverso del single “Amarsi un po’” en su versión original, Battisti registró el tema también en inglés –“Keep On Cruising”– y la adaptación “Sí, viajando” fue lanzada como sencillo para el mercado hispano.

06

I giardini di marzo

de “Umanamente uomo: Il sogno” > Numero Uno, 1972

Texto autobiográfico de Mogol sobre la dureza de los años de posguerra transformado por Battisti en composición intimista de vocación orquestal. También, nueva muestra de la capacidad del cantante para desbordar cualquier esquema previo de melodía pop y abrir unas construcciones melódicas propias.

05

Emozioni

de “Emozioni” > Ricordi, 1970

Fue este el single que hizo a Pete Townshend ofrecer a Battisti firmar con su sello discográfico. Si la secuencia de notas con la que arranca la melodía parece anunciar una balada de cantautor, su ambicioso desarrollo trastoca todo en composición barroca a medio camino entre el soul y el pop más elevado.

04

Mi ritorni in mente

de “Emozioni” > Ricordi, 1970

Nuevo derroche épico de Battisti: una melodía que arranca a la manera tradicional se abre repentinamente hacia otros horizontes al contaminarse de soul y dar entrada a una guitarra picada de psicodelia. Y todo entre una sucesión de cambios de ritmo que parecen recoger varias canciones en una.

03

Mi libre canción

de “En español” > Línea Tres-RCA, 1977

Valga esta versión del clásico “Il mio canto libero” para comprobar por qué, más allá de los versos traducidos a hachazos, el castellano fue la única lengua que acogió como suyo a Battisti, algo que nunca alcanzó con los restantes idiomas que chequeó en su carrera: el francés, el alemán y el inglés.

02

Un’avventura

de “Lucio Battisti” > Ricordi, 1969

Battisti se presenta en público con la que terminaría siendo su canción más popular, una melodía sostenida hacia una explosión de vientos que puede leerse sin reparos como el punto más elevado del muy ajetreado soul italiano. Y sí, un tema capaz de luchar como igual con lo más granado del cancionero Motown-Stax.

01

La canzone del sole

del single “La canzone del sole” / “Anche per te” > Numero Uno, 1971

Canción con la que Battisti abrió sello propio, quintaesencia de su mecánica compositiva y del trabajo como letrista de Mogol, aquí desarrollando en paralelo un texto sobre la omnipresente contaminación de la Italia del boom y la historia de amor de una pareja que se va manchando según avanza hacia la edad adulta. ∎

Aventuras, amores y sueños

“Lucio Battisti”
(Ricordi, 1969)

El debut de Battisti en formato largo no fue concebido como un disco unitario, sino como recopilación de composiciones desperdigadas hasta el éxito de “Un’avventura”: singles que habían pasado desapercibidos, regrabaciones de temas que el cantante deseaba pulir para darles su forma definitiva, reinterpretaciones de temas compuestos para otros, traslados al estéreo de cortes registrados originalmente en monoaural. Desde los ecos de Dylan hasta el soul o el hard rock, nada parece escapar al radar de Battisti en aquellos doce temas convertidos al instante en clásicos de la canción italiana.

“Emozioni”
(Ricordi, 1970)

Tercer recopilatorio de Battisti y posiblemente el más completo de todos ellos. Colección de temas levantados entre 1968 y 1970, años dorados para un artista todavía obsesionado con la consecución del single perfecto a través de unas melodías tan complejas como fulminantes, pero también envenenado por el abismo de la experimentación. Nuevo puñado de clásicos, punto culminante de la carrera del cantante y auténtica piedra miliar de la que brotará la vía más brillante del pop italiano de los setenta y más allá: imposible entender la carrera de autores como Franco Battiato sin volver la vista aquí.

“Amore e non amore”
(Ricordi, 1971)

Harto del filón de los recopilatorios, Battisti se lanza al reto conceptual encerrándose en el estudio con unos Premiata Forneria Marconi (PFM) que ya anhelaban amplios recorridos. El bloque alterna sacudidas de rhythm’n’blues garagero con temas instrumentales que viran hacia el progresivo, breves en duración pero largos como para comerse este espacio al completo en títulos. Sus textos dedicados al amor libre provocaron la censura total en los medios, aunque el principal estupor vino de una portada, culminación de cierto hippismo italiano, en la que Battisti aparecía acompañado por una mujer (la suya) desnuda.

“Umanamente uomo: il sogno”
(Numero Uno, 1972)

La primera entrega de Battisti para su propio sello ejerce de catálogo de todo aquello que anhelaba fuera del control de las discográficas, alternando la vía tradicional de la melodía con una experimentación radical hasta el extremo. Valga como prueba de ello el tema que cierra el álbum, “Il fuoco”, superposición de gemidos y sonidos electrónicos que Mogol se negó a firmar por pensar que con él se abocaban a una vía de no retorno. El resultado termina combinando una tensión perfecta entre ambos caminos y un muestrario de por dónde se movía la mente de un Battisti que había dejado de mirar atrás.

“Io tu noi tutti”
(Numero Uno, 1977)

Frente a la debacle de su disco en inglés, Battisti concluye también en los estudios angelinos otro de sus grandes álbumes, este “Io tu noi tutti” en el que amolda a la perfección su línea clásica a los primeros esbozos del sonido disco. Apoyado en una extraordinaria banda dirigida por la guitarra de Ray Parker Jr. –músico de estudio de confianza de Barry White, Herbie Hancock o Stevie Wonder y, en efecto, autor del hit “Ghostbusters”–, Battisti se deja seducir por el funk para cumplir con la primera entrega de una dupla completada con el posterior “Una donna per amico” (Numero Uno, 1978) con la que cierra su etapa clásica. ∎

Como complemento de esta Revisión, Felipe Cabrerizo selecciona esta exclusiva playlist de Lucio Battisti.

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados